El #MeToo de Siri

sábado, 25 de mayo de 2019 · 09:16
CIUDAD DE MÉXICO (apro).- En el principio de los tiempos, la asistente digital Siri no tenía necesariamente una representación femenina. Al menos es lo que se desprende de una pregunta que le hizo el mismísimo Steve Jobs. La escena la cuenta el escritor Walter Isaacson en su célebre biografía del fundador de Apple. Ocurrió el 24 de agosto de 2011, el día que éste comunicó a los integrantes del Consejo de Administración que se retiraría de la presidencia de la compañía, dada la gravedad de su estado de salud. Durante la comida de ese día, los ejecutivos Scott Forstall y Phil Schiller le mostraron maquetas de futuros productos. Jobs estaba más interesado en saber de las características que deberían tener los teléfonos en el contexto de las entonces novedosas redes móviles de cuarta generación. Fue ahí cuando Forstall comenzó a enseñar una aplicación de reconocimiento de voz. En medio de la demostración, Jobs tomó el teléfono y empezó a hacerle preguntas para ver si lograba confundirla. Una de ellas fue: “¿Eres un hombre o una mujer?”. Para sorpresa de él y sus acompañantes, la voz digital respondió: “No me han asignado un género”. Unas semanas después, el 4 de octubre, el nuevo CEO de Apple, Tim Cook, presentó el iPhone 4S cuya principal innovación sería precisamente aquella voz automatizada capaz de interactuar con el usuario, llamada Siri y de género femenino. Al día siguiente, murió Steve Jobs, quien, se supo después, no estaba de acuerdo con el nombre de Siri, que en noruego significa “mujer hermosa que te guiará a la victoria” y que fue propuesto por Dag Kittlaus, uno de los cocreadores de la aplicación. Al final Jobs mantuvo el nombre de Siri porque no se le ocurrió otro y porque –no es difícil imaginarlo– su avanzada enfermedad le quitó tiempo, energía e imaginación para pensar una alternativa. Pero quizá debió también haber sido más incisivo en la cuestión del género, lo que le habría ahorrado la controversia en la que está involucrada esa inteligencia artificial. El pasado miércoles, la Unesco publicó un amplio estudio en el que determinó que tanto Siri como otros asistentes digitales (Alexa de Amazon y Cortana de Microsoft) refuerzan estereotipos sexistas y normalizan el acoso. El título del análisis, “I’d blush if I could” (Me sonrojaría si pudiera) es justo una de las respuestas que daba Siri cuando se le decía en inglés “You’re a slut” (eres una ramera) y que fue eliminada con la actualización de abril pasado.

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La Unesco denunció que estos asistentes digitales están programados para actuar de manera servil, rasgo que fue evidente desde el primer día. La publicidad inicial de Siri decía justamente “Tu deseo es su orden” y aunque su motor de aprendizaje perfeccionó  varias de sus habilidades, ha dejado intactas actitudes sumisas evidentemente programadas por mentes humanas. Como ocurre con otras tendencias culturales que Apple no necesariamente inventó, pero al final terminó diseminando por el mundo los asistentes digitales adoptaron personalidad femenina no sólo en sus competidoras, sino hasta en la voz que guía a los automovilistas en Google Maps y en la ficticia Samantha de la película Her de Spike Jonze. Cabría preguntarse por qué nadie siguió el modelo pionero de Jarvis en Iron Man o el de la propia Apple, cuya versión masculina de Siri nunca ha sido ni de lejos popular. El estudio patrocinado por Naciones Unidas cita un artículo del portal Quartz de 2016 en el que ya se clamaba que, por muy robots que fueran, los asistentes digitales no tienen por qué reproducir las indignidades ya existentes en interacciones tóxicas. De hecho, señala una preocupación de los desarrolladores de Cortana, quienes descubrieron en las primeras pruebas de la aplicación que los usuarios tendían a preguntar al asistente temas relacionados con su “vida sexual”. Este dato haría suponer que los usuarios de aplicaciones automatizadas tendrían tan normalizado el acoso que no ven problema en practicar con una máquina lo que nunca harían en la interacción con personas reales. Ya desde el texto de Quartz se sugería la idea –retomada por la ONU— de que estos robots sean eso, robots sin distinción de género, que no se vuelvan pretexto para la comisión de ningún tipo de hostigamiento, ni como juego. Inmersa ya en su propia versión de #MeToo, la Siri de Apple quizá deba tomar el ejemplo de una tocaya suya del mundo real: la escritora estadunidense Siri Hustvedt, que justo esta semana ganó el Premio Princesa de Asturias de las Letras 2019 y que suma a sus méritos literarios una apasionada defensa del feminismo. La coincidencia suena como un llamado a la acción. https://twitter.com/fpa/status/1131137858331381760

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