Festival Internacional en Rumania

viernes, 12 de julio de 2019 · 09:19
SIBIU, Rumania (Proceso).- En esta ciudad transilvana se presenta cada año uno de los más importantes festivales de teatro a nivel internacional. Del 14 al 23 de junio se reunieron más de 50 obras, además de acciones en la calle, lecturas dramatizadas, exposiciones, performance, circo, ópera y danza, en total más de 500 eventos y tres mil artistas invitados. Es una ciudad pequeña que se llena de vida, y por más de una semana sus habitantes son testigos de una creación artística multicultural que reúne, entre otros muchos, a países como China, Francia, Japón, Rumania, Rusia y Suecia. De entre las obras más esperadas este año estuvo el Hamlet de Dodin, por el Teatro Dramático Maly-Teatro de Europa de San Petesburgo, Rusia. Leu Dodin, su director, reconocido internacionalmente por sus montajes de las obras de Chejov, reinterpreta de una manera particular y crítica al personaje de Shakespeare, ya que enfatiza cómo es él el que mata, engaña y destruye a casi todos los protagonistas y cómo sus reflexiones son la justificación del odio, la venganza y el asesinato. También, con una mirada contemporánea, tanto en contenido como en estética, se presentó la obra Peer Gynt por el Teatro Real Dramático de Suecia, dirigida y adaptada por Michael Thalheimer (director residente del Berliner Ensamble). Un Peer Gynt impresionante donde se combina la sátira y el surrealismo. El Teatro Nacional “Radu Stanca” de Sibiu, anfitrión del festival y punta de lanza del teatro en Rumania, nos sorprendió con sus gigantescos espectáculos: La historia de la princesa (basada en la tradición Kabuki) y Metamorfosis, dirigida por el renombrado Silviu Purcârete. Al aire libre con un escenario inundado de agua y fuego en un extremo y un telón rojo del otro lado, reinventa diferentes mitos de la humanidad que Ovidio aborda en su libro. Hombres y mujeres en ropa interior transitando por los comportamientos más primitivos como el ansia de volar de Ícaro, el encuentro sexual de los Centauros, la plaga de Aegina, ceremonias de crueldad y la búsqueda de la poesía y la redención. Poesía e imágenes poderosas como la que refería a la destrucción de la naturaleza expresada por cuerpos humanos cortados como árboles por otros hombres. También hubo espectáculos menos afortunados como el del Teatro Nacional Mihai Eminescu Chisinau de Moldavia, Carnaval, con un texto de 1870 que era una propuesta trasnochada y rimbombante a la vez; al igual que la de Estados Unidos, dirigida y actuada por Paul Lazar, que con una pretensión conceptual de reinterpretar los experimentos de John Cage, resultó una simplista y elemental idea de baile no bailado y narración. Es una gran experiencia presenciar propuestas de gran formato, ambiciosas, con grandes elencos y complicados dispositivos escénicos, que ahora en nuestro país (ni en el Festival Cervantino ni en ningún otro) podemos conocer. Este Festival es apoyado por el alto patronato del presidente de Rumanía, pero el 80% del presupuesto lo aportan las cooperaciones internacionales y los fondos de la Unión Europea. En formato más compacto, pero de gran complejidad escénica y profundidad en el trabajo de las emociones, fue la obra de teatro dirigida por Kazuyoshi Kushida, del Matsumoto Performing Arts Center, en el que se construyó un espacio cuadrado en donde se combinaba el ensayo de los actores en el proceso de la lectura del texto y la presentación con recursos netamente teatrales, a veces artesanales, a veces ancestrales en la musicalización, y otras contemporáneas en sus efectos visuales. La tempestad de K, versión libre de la obra de Shakespeare, nos permitió navegar por las relaciones románticas, el conflicto de poder entre grupos dispersos y gotas de humor y alegría que nos confirman que el teatro, como testigo, comunicador de ideas e imágenes, indagador de sentimientos profundos de los individuos, es una experiencia única que no queremos dejar de vivir. Este texto se publicó el 7 de julio de 2019 en la edición 2227 de la revista Proceso

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