Arturo Cipriano recuerda a Eniac Martínez (1956-2019)

miércoles, 31 de julio de 2019 · 22:03
CIUDAD DE MÉXICO (apro).- El músico Arturo Cipriano Izquierdo recuerda al cantante, guitarrista y fotógrafo Eniac Martínez Ulloa, fallecido el jueves 26 y quien formó parte con Marcial Alejandro (1955-2009), Maru Enríquez y el propio flautista y saxofonista potosino, entre otros, del conjunto La Nopalera en la segunda mitad de los años setenta (Proceso número 22). La siguiente entrevista se transcribe tal como ocurrió, respondiendo Arturo Cipriano, alias Ciprianodonte (San Luis Potosí, 1948), al reportero desde Cuernavaca, Morelos, donde radica. --¿Cómo se acercó Eniac Martínez a La Nopalera o cómo lo conocieron? --En Coyoacán, a la llegada de (el chileno) Ángel Parra (1943-2017), en su casa de la calle de Londres, estábamos en la formación para acompañarlo con Maru y Marcial; entonces se acercó este catire (güero) con el número 86 de los Pumitas, joven, pero ya con una buena musculatura. “Y entonces comenzamos a conversar; que tocaba la guitarra, que tenía un charango, y yo como lo he hecho con decenas de gentes que me dicen tener una simpatía por el sonido, inmediatamente los incluyo y les extiendo un contrato más jugoso que la Sony. Así lo hice con él, le dije: ‘Pues estamos haciendo música, ¿por qué no te traes tu guitarra?’, y accedió esta simpatía del más jovencito de todos. Le digo a Eniac: ‘Deja a esos pumitas que te van a golpear con ese casco, son unos salvajes, vente a hacer música’. “Él fue prestando más atención e involucrándose con un gran ímpetu, yo le vi una necesidad de expresar y también una claridad que se corroboró con toda la multiplicidad de formas que encontró para expresarse, fuera la música, fuera el grabado, la pintura y la fotografía; su riquísimo vocabulario hablando de literatura, de poesía. Entonces comenzamos a trabajar la música. Y ahí estuvo la Maru, en una época Gerardo Bátiz, René Lemus, Arturo Chamorro, y él participó en grabaciones con La Nopalera. “Tuvimos la fortuna, como le gustaba a él ‘El Huerto’ (tema de Roberto González), de grabarlo en esa época. Encontrábamos la conexión entre la emoción, la pasión de Roberto González y el hermoso arreglo en el que participan Javier (Izquierdo), Eniac y el guitarrista Marco Morel. Si escuchas por ahí, es raro encontrar un arreglo para tres guitarras en este mundillo del que estamos hablando de esa otra parte en el grupo La Nopalera, aledaño, armónicamente tan bien desarrollado; porque como que sí es propio de los tríos, pero nuestro ‘El Huerto’ no está en este esquema de trío de boleros”. Yo no sé hasta dónde se resiente lo vivido          Pues saberlo es simplemente estar ya muerto          Seguiré siempre cantando lo prohibido          Y gozando de los frutos de este huerto… Amistad atemporal “La Nopalera nos llevó a viajar a Sudamérica y fuimos con él, la última presentación fue en Caracas. Luego nos dejamos de ver un buen rato pues él ya estaba hastiado…” --¿De La Nopalera? --¡Pos de La Nopalera y de mí! Eso sí lo puedo decir. Un día lo hablamos y entonces vino el abrazo grande del reconocimiento, la atemporalidad, el cambio al ver todo lo sucedido y cuando nos juntábamos era para gozar porque Eniac tenía una apertura hacia muchas cosas, hacia folclores, y me traía siempre novedades. “Me decía: ‘Mira, tengo este disco’, y me enseñaba una pieza; ‘y voy a cambiar a esto, van a escuchar al Camarón’ (de la Isla), o ‘ahora van a escuchar esto que encontré en Nueva York’, cosas así que realmente no conozco otra persona así porque viajaba mucho y en verdad traía novedades a mis oídos. Era un admirador de la creación, porque ponía cosas locas y luego jazz; hablábamos de novelas. Muy hermosa su forma de bufar, de respirar y de emocionarse así, tocándose su bigote… “Cuando yo regresé de Dominicana por 87, 88, por ahí, allá a la gente fuerte le dicen tíguere. No tigre, sino tíguere. ‘¡Ése tíguere!’. Entonces yo se lo apliqué a dos personas, con dos fotógrafos y uno de ellos fue con Eniac y yo le decía ‘¡ése tíguere!’ y nos reíamos. Así nos saludábamos. Luego me di cuenta que algunos le decían tigre y me sorprendió que mucha gente lo mencionaba como el tigre”. --¿Por qué no se dedicó más Eniac a la música? --¡Óyeme, qué pregunta…! Hace cinco minutos estaba hablando de él con mi hermana Teresa; ella confesó que Eniac escuchó tocar a Paco de Lucía y dijo que la música no era para él, porque tocar a un nivel así, de escenario, ‘no, la música no es para mí’; o sea, eso me lo expresó ella y es válido que Eniac vio a este portento, Paco de Lucía, y dijo: ‘No, ya jamás voy a llegar a ese punto’. Entonces es una forma muy peculiar, muy absolutista; pero también es cierta de que escuches a alguien y digas ‘No, no voy a dar para tanto’. --Cuando hace cuatro años se juntó en Radio IMER La Nopalera, en 2015, celebrando la salida de sus grabaciones compiladas, estuvo ahí con ustedes Eniac Martínez, ¿cierto? --Cantando. Claro, el abanico era para que todos estuviéramos, había gente que andaba en Caracas y no pudieron venir. Pero Eniac estuvo y cantó “El Huerto”. Hice un arreglo diferente, porque esa reunión se trataba de que no cantáramos las piezas como se habían escuchado originalmente, ya al paso del tiempo debían tener otra armonía, otros enlaces, otra transformación. Ese es mi concepto de cómo debe ser la música. Y estuvo atento a un nuevo arreglo, vino a ensayar acá, a Cuernavaca, revivimos otra vez la emoción de alguien que la cantara súper bien como él. ¿Y con qué fin toda esta dialéctica en la historia?          ¿Para qué ir al Paraíso estando muerto?          ¿Para qué alcanzar la gloria estando vivo?          Si la gloria está muy lejos de este huerto… “Fíjate que en el velorio… el sábado, pasé unos minutos y… Claudia, su compañera, puso la rola para las pocas gentes que estábamos… fue una cosa muy escalofriante, una cosa muy fuerte… para quien conoce la letra… pasó una cosa muy locochona… Había una persona así como de mi edad y le pregunta a Claudia cuando termina la rola: ‘¿Quién canta?’, y Claudia le respondió: ‘Eniac’. ‘¿Ah, qué, Eniac cantaba?’ Es por un lado que él borró esa parte, junto con el desconocimiento de la gente al no saber eso. Pero dicen ‘arrepio’ los brasileños, ‘arrepío’  (acentúa), y es el estremecimiento que sientes, y yo sentí un arrepío al escuchar la voz de Eniac con su cuerpo allí. Y esta persona que no sabía que él cantaba, pues fue otra sensación, una cosa muy dura... “Semanas antes estuvo tocando su guitarra. Lo supe por Valeria Caballero, quien fue su compañera por algún tiempo. Dice que estaba emocionado de tocar su guitarra, no sé... Eso de sentir el cuerpo, de la guitarra, y de reconocer lo que has amado, no sé… He leído cosas muy sublimes que gente ha escrito sobre Eniac; pero para mí, esa imagen del número 86 de los Pumitas la llevo conmigo, eh… tantos toquetines, incluso desavenencias…” --Eniac Martínez grabó en el primer disco de Marcial Alejandro, Aquí estoy (1993) y tocaron ambos en el Museo del Chopo en los años 80… --Sí, esos discos del Marcial, por otro lado, son de las cosas más bellas que se han hecho en la música y el canto mexicano; yo pienso que fue un momento muy hermoso de amistad entre la tribu que andaba con Marcial y La Nopalera. Todos treintañeros, cada quien expresándose muy bien con su instrumento. “Lo reconocen más a Eniac como fotógrafo, poco tiempo estuvo en la música y fue hace muchos años, desde 76 y 77, algo en los ochentas… Pero el caudal maravilloso vino con su fotografía. La claridad que él perseguía me sorprende mucho. Un personaje viajero. Me decía, cuando yo vivía en Oaxaca, que se daba cuenta porqué me había ido allá, por la música mixteca y tata tá; yo compartí con él las fronteras porque también me fui a Tijuana a vivir, donde hice Mitote Jazz con Isabel Tercero, e igual había esa conecta. Luego le daba direcciones de amigos en Tijuana, hoy mismo me habló una persona para decirme que recordaba los días cuando conversaba con él. Conectamos pues con este pensamiento de viajantes”. Arturo Cipriano Ciprianodonte relata cómo se enteró de la muerte de su colega Eniac: “Me habló Valeria para decirme que estaba muy muy grave… Pero es suave hablar de todas las aventuras, todas las carcajadas con él. Un día me habla y le pregunto, ‘¿Dónde andas?’, y dice: ‘Aquí en México. ¿No quieres venir un ratito?’ Llego, apaga la luz, abre y escucho una voz grave: ‘¡Cipriano!’ Pienso: ‘Uh, ¡qué rara voz!’ ¡Era Silvio! ¡Silvio Rodríguez! Y grito: ‘¡Ájale!’ Y me dice: ‘Nomás queríamos saludarte, ya nos vamos a Coyoacán que estoy allí...’ Ese tipo de sorpresas… fue como la penúltima vez, así, un ratote… La llevaba él muy bien con Silvio, se procuraban desde los tiempos en La Habana. Un largo vuelo y… es todo.”  

Comentarios