La división de una ciudad que lastimó al mundo: a 58 años de la construcción del Muro de Berlín
Con motivo del 58 aniversario del levantamiento del Muro de Berlín, Proceso presenta la historia de los hermanos Litfin y de la familia Mathern, primeras víctimas de la división de Alemania.
BERLÍN (apro).– El domingo 13 de agosto de 1961, pasadas las 10:00 horas, el joven berlinés Jürgen Litfin escuchó por radio una noticia que lo dejó helado: todos los pasos fronterizos entre Berlín del Este y del Oeste se habían cerrado. La ciudad estaba literalmente sellada.
De inmediato despertó a su hermano, Günter, a quien tal medida afectaba de manera directa, pues su trabajo como sastre lo realizaba en la parte occidental de la ciudad. Inquietos, los hermanos Litfin permanecieron atentos a las noticias durante todo el día, con la esperanza de que el cierre fronterizo fuera temporal, como ya había ocurrido en junio de 1957, cuando la frontera estuvo cerrada dos días.
A unos 25 kilómetros de los Litfin, la familia de la adolescente Elke Mathern descansaba en su casa de campo de Falkensee. El asueto se interrumpió abruptamente ese domingo con la noticia. Tras un apresurado desayuno, Elke y los suyos empacaron sus cosas y emprendieron el camino de regreso hacia Berlín. Llegar a su casa, en la parte este, se complicó ya que también fue suspendido todo el transporte público y subterráneo que cruzaba por el oeste.
La familia Mathern vivía en la Bernauer Strasse, una calle común, pero con una peculiaridad que a partir de ese 13 de agosto la hizo especial: los departamentos de todos los edificios que se erigían sobre esa vía pertenecían al sector soviético, es decir, al Berlín Oriental, pero la banqueta a la que daban sus puertas principales era del sector francés, es decir, Berlín Occidental.
El oscilar permanente entre este y oeste se había vuelto parte de la cotidianidad de los vecinos de esa calle desde que en 1949 las potencias aliadas –Estados Unidos, Inglaterra y Francia– fundaron la República Federal Alemana (RFA) y la Unión Soviética, por su parte, la República Democrática Alemana (RDA), ambas con sistemas políticos y económicos distintos y contrapuestos.
Pero ese 13 de agosto de 1961 la vida en Berlín –en especial en la Bernauer Strasse– dio un giro radical. Por la peculiaridad antes mencionada, en esa calle de aproximadamente kilómetro y medio se reflejó con mayor claridad el impacto de la construcción del Muro de Berlín sobre los alemanes.
Durante la madrugada de ese domingo las siete calles que desembocaban en la Bernauer Strasse y que conectaban el este con el oeste fueron cerradas. Primero, con alambres de púas. Un par de días después comenzó la construcción del muro con ladrillos y bloques de cemento.
Incrédulos, los vecinos de ambos lados de la acera se dieron cuenta de que el cierre, esta vez, no sería temporal. En cuestión de horas la Bernauer Strasse se convirtió en un punto de encuentro en el que amistades y familiares se citaban para saber unos de los otros y ver con impotencia cómo, poco a poco, se levantaba una división infranqueable entre ellos.
La decisión tomada por el Partido Socialista Unificado de Alemania de levantar un “muro de protección antifascista”, como lo denominó el régimen, fue más bien una respuesta a la constante y permanente migración de ciudadanos de la RDA hacia la RFA.
Los datos oficiales señalan que desde su fundación y hasta 1961, la sexta parte de la población de la RDA había abandonado su territorio.
En los días inmediatos, luego del 13 de agosto y ante la incertidumbre sobre lo que vendría, los vecinos de la citada calle decidieron huir, convirtiendo esa vialidad en un escenario de espectaculares fugas del este al oeste: se realizaban por las ventanas que daban a la RFA.
La familia Mathern no fue la excepción. El jueves 17 de agosto de 1961 la joven Elke comenzó a ver cómo sus padres y abuela empacaban, guardaban documentos oficiales en pequeñas maletas y ordenaban su apartamento como si fueran a salir. Al preguntar supo entonces que sus padres habían tomado la decisión de huir.
La policía, si bien no podía vigilar el frente del edificio –por ser parte del territorio occidental–, sí lo hacía por la parte trasera, para controlar cada movimiento de los vecinos y evitar a toda costa cualquier flujo de personas.
Con todo sigilo y nerviosismo, las mujeres de la familia lograron salir por la puerta del inmueble antes de que los guardias pudieran evitarlo. Arriba, en el primer piso del número 11 de la Bernauer Strasse, se quedó el padre de Elke para lanzar por la ventana los paquetes y maletas que habían empacado. Todo tenía que ser preciso y rápido.
Minutos después, los Mathern fueron alertados por los propios vecinos de que la policía había bloqueado la puerta principal del edificio y que pronto llegarían hasta el apartamento.
En una secuencia como de película, el padre de Elke terminó de lanzar los últimos paquetes y no tuvo otra opción más que la de saltar por la ventana para evitar la detención de los policías que se apresuraban a ingresar a su apartamento. Tras ponerse a salvo en la acera de enfrente con la ayuda de vecinos y curiosos, quienes permanentemente auxiliaban a la gente que decidía huir a través de los edificios de la Bernauer Strasse, la familia Mathern vio cómo las ventanas y persianas de su apartamento fueron cerradas y bloqueadas de inmediato.
Cruce mortal
Los hermanos Litfin, desde el apartamento familiar en Weissensee, Berlín del Este, seguían día tras día los acontecimientos con el cierre de la frontera. Günter fue separado de su trabajo que estaba al otro lado de la ciudad, por lo que desde el primer momento comenzó a buscar e idear la posibilidad de huir hacia la parte occidental.
El 24 de agosto, 11 días después de haberse cerrado la frontera, decidió escapar. Acompañado de su hermano, el joven se dirigió a la frontera y corroboró que en todos los puntos había cercos de alambres con púas y se había comenzado a levantar un muro. Llegó hasta la zona que separaba las estaciones de trenes de Friedrichstrasse y Lehrter Bahnhof, y saltó a un ramal del río Spree, para cruzar nadando hacia occidente.
Sin embargo, fue descubierto por los agentes que vigilaban ese punto, quienes tras realizar disparos de advertencia apuntaron contra el joven. Günter Litfin de 24 años se convirtió en la primera víctima mortal por disparos. Cayó en su intento por cruzar el muro.
Tras su exitosa huida y ya instalados en Berlín Occidental, los Mathern volvieron a su antigua calle. Corroboraron que todos los departamentos de las plantas más bajas de todos los edificios habían sido no sólo tapiados, sino sellados con lápidas. En cuestión de semanas los más de dos mil habitantes de la Bernauer Strasse fueron desalojados de sus viviendas y trasladados a otras zonas de Berlín Oriental. Las autoridades contabilizaron hasta el 10 de octubre de 1961 –esto es, en casi dos meses– 306 escapes exitosos en todo Berlín, de los cuales 113 se lograron por la entonces famosa calle.
Con los años, el Muro de Berlín se fue perfeccionando a lo largo de sus 155 kilómetros. Cientos de inmuebles fueron derribados y se desalojaron extensas áreas para convertirse en espacios vigilados con los más modernos métodos de la época.
Las historias de los hermanos Litfin y de la familia Mathern se pueden conocer a detalle en el Memorial del Muro de Berlín que se ubica a lo largo de la calle Bernauer Strasse, en el centro de esta ciudad, y en el que este martes 13 se conmemoran 58 años de haber sido levantado.
“Este 13 de agosto se cumple un año más del inicio de la construcción del muro y, como cada año, es relevante para nosotros porque se trata, ante todo, del día dedicado a recordar a las víctimas.
“No sólo hablamos de las víctimas que por desgracia murieron intentado cruzar el muro, sino también de aquellas tantas a quienes el destino les cambió y sufrieron por la división del país. El muro fue también el símbolo de la Guerra Fría y, por ello, también el significado internacional tan especial que tiene”, señala en entrevista el director de la Fundación Berliner Mauer, Axel Klausmeier.
Aunque este año la mayor celebración se centrará el 9 de noviembre, cuando se cumplen 30 años de la caída del Muro de Berlín, el inicio de su edificación también merece ser recordado, afirma Klausmeier.
“Sin su construcción no podríamos celebrar el fin de éste. Ambas fechas son inseparables porque las lágrimas causadas por la separación y las lágrimas de alegría que supuso la caída del muro sólo se pueden entender si se sabe lo que antes sucedió”, reflexiona.
Tras la East Side Gallery y el Check Point Charly, la Bernauer Strasse y su memorial se han convertido en un punto de referencia para los visitantes de dentro y fuera de Alemania que quieren entender lo que sucedió con la división de la ciudad. En sólo 10 años se ha triplicado el número de visitantes que llegan anualmente hasta este sitio. Este año, según las cifras oficiales, se espera un flujo de 1.1 millones de turistas.