Roma se volvió la 'Meca” de la cocaína sudamericana
La capital italiana vive una situación inédita: ríos de cocaína procedentes de Sudamérica inundan sus calles y el fenómeno ha empeorado recientemente, al grado de que se estima que las ganancias de este ilícito son de 50 millones de euros al año. En Roma, pues, el consumo de droga aumentó en forma alarmante en los últimos años, lo que dio pie al surgimiento de mafias locales nuevas y, por ende, al aumento de la criminalidad.
ROMA (Proceso).- La madrugada del 26 de julio se produjo el hecho más comentado en la prensa este verano en Italia: en un enfrentamiento con dos jóvenes murió el agente del Cuerpo de Carabineros Mario Cerciello Rega en el barrio romano de Prati.
Los jóvenes, turistas estadunidenses de 19 y 20 años, están ahora acusados del homicidio del policía de 35 años, quien acababa de regresar de su luna de miel y falleció apuñalado en medio de un oscuro caso de fallida compraventa de cocaína al menudeo.
El asesinato de Cerciello en una zona residencial de la burguesía romana derivó de inmediato en una serie de polémicas y especulaciones. En una ciudad en la que el año pasado tuvieron lugar apenas 10 homicidios, hubo decenas de artículos, conferencias de prensa y todo tipo de opinólogos de ambos lados del Atlántico que siguen inquiriendo los pormenores y antecedentes de la historia.
Una circunstancia más inquietante, sin embargo, despertó el interés de los analistas: el creciente tráfico de la droga que circula en la ciudad, un fenómeno que se ha mantenido hasta la fecha en sordina, sin despertar grandes alarmismos en la opinión pública italiana, pese a que desde hace tiempo los investigadores afirman saber de los ríos de cocaína procedentes de América que inundan las calles de la capital italiana. Un panorama que, según estadísticas y analistas, ha empeorado recientemente.
En años recientes “hemos registrado un vertiginoso aumento en el consumo de estupefacientes” en Roma, comentaba en marzo el fiscal jefe de Roma, Giuseppe Pignatone, en una audiencia en el Senado.
“La difusión de las drogas en el Lacio (región cuya capital es Roma) es un fenómeno cada vez más grave”, coincidió el procurador del Tribunal de Apelación de Roma, Giovanni Salvi, en su discurso para la apertura del Año Judicial 2019.
Las cifras más recientes del Ministerio del Interior dan una idea de la situación: en 2018, últimos datos disponibles de la Dirección Central Antidrogas (DCA) de Italia, el número de operativos antidroga por cocaína en Roma fueron 3 mil 698, uno de los más altos del país. El resultado fue el decomiso en el Lacio del doble de la cocaína incautada el año anterior y el valor más alto desde 2012. Más de 5 mil personas fueron denunciadas ante la justicia por estos delitos.
Y según Pignatone, “sólo se logra incautar una cantidad mínima de la droga destinada a las calles”.
“Tres cuartos de los cocainómanos (europeos) que en los últimos dos años han entrado por primera vez en programas de ayuda proceden de tres países: España, Reino Unido e Italia”, afirma el informe de 2019 de la Oficina de la ONU contra la Droga y el Delito (UNODC).
América Latina, S.A.
Este boom de drogas en Roma coincide con una realidad que las policías italianas ven cada vez más como un hecho asentado, es decir, el origen de esta sustancia ilegal, Colombia, país que el año pasado produjo más cocaína que nunca, según la UNODC.
Los distribuidores internacionales al por mayor de la sustancia ilegal, en cambio, también son latinoamericanos pero ahora se han convertido en un monstruo de mil tentáculos. “La gran mayoría de esta droga se produce en Colombia (…) pero, para su transporte, son de crucial importancia, además de México y Brasil, también Venezuela, Ecuador, Argentina y Chile, los países centroamericanos y los del área del Caribe”, escribieron en uno de sus últimos sumarios los agentes de la DCA.
Roma se convirtió en uno de los principales centros de acopio de cocaína latinoamericana en Italia, un mercado que, según estimaciones, genera sólo en esta ciudad al menos 50 millones de euros al año.
“La cocaína llega a las manos de los clanes mafiosos autóctonos romanos mediante las mafias tradicionales, en particular la Ndrangheta y la Camorra, que en la ciudad tienen presencia y que son los intermediarios para la compra de los estupefacientes traficados por los cárteles latinoamericanos”, explica a Proceso un agente de la Dirección de Investigación Antimafia, a condición del anonimato.
La pax augusta entre los clanes que operan en Roma, una especie de pacto de no beligerancia que pocas veces se ha roto, también contribuye a fomentar el negocio ilegal, añade el agente. “Mantener los niveles de violencia bajos y un perfil bastante discreto ha permitido una mayor fluidez en la conducción de estos tráficos”, afirma.
El objetivo es evitar las acciones criminales más estruendosas, que podrían “atraer la atención de las autoridades y de los medios”, confirma también la DCA.
Otras fuentes incluso han revelado la existencia en Roma de una especie de “mesa de diálogo permanente entre las distintas mafias, donde se sientan y se encuentran varios de sus representantes”, como llegó a decir en junio pasado el coronel de Carabineros Giovanni Sozzo, tras un operativo que desmanteló una célula que operaba en Pomezia, ciudad cercana a Roma.
Las investigaciones de la DCA, aunque parciales por ser un fenómeno subterráneo, dan más pistas en esta dirección. Revelan, por ejemplo, que en 2018 el aeropuerto italiano que registró un mayor número de intercepciones de “mulas” de cocaína fue el de Fiumicino, el principal de Roma, donde el mayor número de incautaciones involucró a ciudadanos de Brasil, Perú y Chile.
A mayor distancia quedan en cambio los puertos de Livorno y Génova, en el norte de Italia, donde el año pasado se realizaron las mayores incautaciones de cocaína en áreas portuarias, muchas de las cuales también están vinculadas a naves salidas de países latinoamericanos (especialmente Chile y Ecuador).
De la periferia al centro
Por una plazoleta a la entrada del barrio Tor Bella Monaca, “El Bronx romano”, deambulan travestis y drogadictos con la mirada perdida. Algunos van con la ropa rota, otros más aseados, pero todos con la piel llena de pústulas y quistes. Hormiguean como zombis a la sombra de edificios de hormigón, entre grupúsculos de traficantes –adolescentes, algunos de ellos– que, a bordo de cuatriciclos o motos o a pie hacen guardia en las esquinas por si llega la policía.
A su lado, niños juegan a la pelota, uno pasea un perro, una familia hace compras. Poco más allá se ve un improvisado memorial a Sergio, muerto por sobredosis hace un año.
En Tor Bella Monaca –como ocurre en San Basilio, otro barrio de la capital italiana– la droga se vende las 24 horas y la delincuencia ejerce un control tan absoluto del territorio como ocurre en las zonas más peligrosas de Nápoles, donde trabaja a sus anchas la Camorra, o de Calabria, donde nació la poderosa Ndrangheta.
Pero no son los únicos escaparates de la droga en Roma. Con más disimulo, sin permanecer mucho rato en el mismo lugar ni delatar su presencia, los “camellos” también operan activamente en barrios más céntricos, como San Lorenzo, una de las zonas de diversión juvenil de Roma, y el turístico barrio de Trastevere.
Tanto que fue en este último lugar donde los dos estadunidenses intentaron aquella noche de julio comprar una dosis de cocaína, dando así inicio a la serie de eventos que llevó a la muerte de Cerciello, agente cuyas tareas incluían la de infiltrarse en el submundo criminal romano, según explicaron luego sus colegas sin que todavía se haya aclarado si este aspecto tuvo un papel en el homicidio.
No todos los grupos criminales que trafican con drogas en Roma tienen el mismo estatus. Según el III Informe sobre las Mafias en el Lacio, elaborado por la administración regional local, en la capital de Italia hay activos más de 90 grupos que se han repartido un centenar de “plazas” de drogas.
Entre ellos hay bandas de criminales comunes, células de clanes de las mafias tradicionales italianas y también familias autóctonas que empezaron en los ochenta del siglo pasado desde lo más bajo en la escala del delincuente y poco a poco han ido tejiendo pequeños imperios, subrayan los investigadores.
Los autóctonos
El caso más conocido es el de los Casamonica, un clan de origen gitano que en los últimos años ha acabado en la mira de la policía.
“La expansión de los Casamonica en Roma fue algo gradual y estuvo vinculada en particular al tráfico de cocaína, una actividad que sumaron a sus otros negocios, la extorsión, el fraude, los secuestros, la venta de mercancía robada… dinero que después han ‘lavado’ en actividades legales, comercios, balnearios, supermercados, empresas”, explicaba hace algunos meses el coronel Marcelo Manca, responsable de las mafias no tradicionales de la DIA, en conversación con la reportera.
“Los Casamonica mantienen una presencia importante en Anagnina, Tuscolana, Romanina, Tor Bella Monaca, los barrios del este de Roma, así como en algunas ciudades cercanas a la capital de Italia, entre ellas Ciampino, Frascati y Latina”, añade Manca.
Al lado de los Casamonica hay otros clanes más o menos emparentados con ellos, como los Fasciani y los Spada de Ostia, y los Cordero, uno de los 11 que operan en Tor Bella Monaca, además de restos de la llamada Banda della Magliana, un grupo que operó hasta los noventa, cuando se disolvió perseguida por la policía y desangrada por las luchas internas. Otros grupos menores autóctonos trafican en los barrios de Torremaura y Quarticciolo, en el sureste de Roma.
El ascenso de estos nuevos clanes autóctonos de más reciente auge coincide con la expansión del tráfico de drogas en la capital de Italia. De ahí que sólo recientemente los Casamonica han empezado a ser considerados verdaderos mafiosos en las sentencias de los jueces, mientras que antes se les veía solo como criminales comunes.
Lo confirmó el pasado enero una sentencia de la Corte Suprema de Casación, el más alto tribunal de apelación de Italia, que por primera vez reconoció que los Casamonica de Roma son un grupo criminal altamente organizado; es decir, una mafia.
En concreto, en la sentencia 17851, la Corte Suprema también precisó que este clan –junto con los Spada, que operaba en la localidad marítima romana de Ostia y mantiene vínculos familiares con los Casamonica– adquirían la droga a través de la poderosa Ndrangheta de Calabria, la organización criminal en la actualidad más rica e influyente de Italia, con vínculos muy fuertes en el mundo del narcotráfico de América Latina.
En este contexto, y pese al desgaste y a la reciente presión policial que han soportado estas familias criminales, todavía se mantienen sólidas en el mercado e incluso han intentado establecer contactos directos –sin intercesión de las mafias tradicionales italianas– con los narcos latinoamericanos, según los investigadores.
Prueba de ello es una investigación de la Guardia de Finanzas italiana de enero pasado que frustró una megacompra de siete toneladas de cocaína colombiana y procedente de Brasil, que estaba siendo negociada por un capo de los Casamonica y traficantes eslavos.
“Si la operación hubiese tenido éxito, esa droga habría inundado las calles de Roma”, fue el comentario de los agentes.
Este reportaje se publicó el 11 de agosto de 2019 en la edición 2232 de la revista Proceso