Cuando Celso Piña hizo bailar a 'Gabo”

sábado, 31 de agosto de 2019 · 13:19

Se fue a los 66 años el compositor, arreglista, cantante y virtuoso del acordeón Celso Piña, en el hospital privado San Vicente de su Monterrey natal, el día 21, de un infarto. Sus cumbias y vallenatos alcanzaron enorme popularidad, difundidos en 27 álbumes. Fusionó la cumbia colombiana con el norteño, el reggae, el sonidero y el hip-hop. Aquí presentamos un fragmento de la entrevista donde contó a Proceso sus tres encuentros con el escritor Gabriel García Márquez, pormenores de su barrio y su despedida, y una reseña de su aportación musical.

CIUDAD DE MÉXICO (Proceso).- A cuatro décadas de la aparición de Cien años de soledad, la gran novela-río de Gabriel García Márquez, El Rebelde del Acordeón Celso Piña dijo a este reportero para el número especial de Proceso #21:

“Yo leí Cien años de soledad en 1992, de hecho me enseñé a leer con Gabo, me impactó porque me empezó a entrar el gusto por la lectura y la literatura. Fue tan importante para mí que me marcó como cuando escuché el primer disco de música colombiana, del maestro Ismael Landero, que en paz descanse.”

Celso y Gabo se conocieron en Monterrey, tierra del músico.

“García Márquez estuvo por allá y me dedicó su libro Cien años de soledad, ¡lo tengo en tu casa allá de Monterrey pero tuve que comprar otro para no traerlo por todos lados, compadre, es para mí como un tesoro, como un trofeo, vaya!”

Recordó entonces que en las tres veces que García Márquez había “ido por allá, el señor se ha sentido muy a gusto con nuestra música, ya que yo también tuve el honor de grabarle además esa de la ‘Crónica de una muerte anunciada’ que es otro best-seller del maestro y se la compuso Lisandro Meza, un sabanero de Colombia”.

–¿Cómo fue su encuentro?

–En el 2003 me topé a García Márquez en el Museo de Arte Contemporáneo allá en Monterrey, el Marco; de ahí empezó su interés de cómo se debe tocar el acordeón, la caja y la guacharaca. Como yo se lo dije, entonces le impactó lo mío y creo que de seguro pensó: “¡Pero si yo vengo de donde está la crema y nata de la cumbia y del vallenato, y mira qué bueno es este pelao de aquí del norte…!”

“Había ido mi Gabo al Tecnológico a una plática y a una presentación de su libro, y algunas personas le avisaron a mi representante, pero a los organizadores se les hizo mejor recibirlo en el Marco, con su música y Ronda Bogotá… ¡Y empezó a bailar, fue muy loable porque me llamó la atención que le gustó lo mío, todo su séquito se puso a bailar primero con la ‘Cumbia Sampoesana’, su preferida, es la madre de todas las cumbias, con ‘Macondo’, y también ‘La crónica de una muerte anunciada’, todos ritmos de Colombia!”

–Muy afortunado primer encuentro.

–¡Igual la segunda vez, unos dos años después! Pero no estuvo mucho tiempo ahí…

“Me lo presentó Nina Zambrano, la directora del Marco y le di un abrazo, me dijo que me felicitaba y que siguiera adelante. Me acerqué, me firmó y me dio el libro, nos abrazamos, me dijo que estaba muy bien hecha mi música, y siguiera adelante. Yo estaba sude y sude luego de ‘Hasta siempre comandante’ (de Carlos Puebla); acabamos el show de una hora con cuatro o cinco canciones más y ‘Los gavilanes’, todos ritmos colombianos.”

–¿Le cayó bien Gabo?

–Me pareció una persona… qué te diré… tranquilo, que le gusta todo… comió, bailó, disfrutó de la música… baila muy bien porque los colombianos saben bailar la cumbia y no es como allá en Monterrey, donde tenemos otro estilo.

“Él, con su cadencia, se veía muy contento el señor. Me dedicó el libro Cien años de soledad sin hacerme esperar ni nada, me pareció una persona muy sencilla. Yo le respondí: ‘¡Mil gracias maestro, aquí estamos para servirle!’ Entre el mar de gente estaba cabrón hablar más.”

–¿Y la tercera vez?

–En la tercera vez ya no pudimos platicar nada, pero en el Marco han sido todas las veces que nos vimos. “Los cien años de Macondo” o “Macondo” viene siendo una cumbia y son, una mixtura; pero yo la interpreto cumbia. Así la oí por primera vez con Gustavo El Loko Quintero y Los graduados de Colombia, allá por los setenta en Monterrey. Aunque yo la puse como si fuera del año 2000 (ríe) y le mandamos un saludo: “Y desde Monterrey, ¡un saludo al maestro García Márquez orgullo de todos los latinos!”, mi pequeño homenaje.

Para 2007, Celso Piña recibió un galardón en Colombia. Concluido su concierto, expresó:

“Para tocar la colombiana, netamente debí nacer en Colombia, pero yo soy regio. Yo la tomé y le puse mi estilo, nuestro sello.”

El epígrafe del galardón reza:

“Eternamente las montañas que rodean la hermosa ciudad de Monterrey reproducirán el eco de tus melodías, orgullosas de tener la cuna del más grande, El Rebelde del Acordeón.”    Este texto se publicó el 25 de agosto de 2019 en la edición 2234 de la revista Proceso

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