Celso, el del barrio bravo
MONTERREY, N. L. (Proceso).- Barrio Bravo fue el disco que lanzó a Celso Piña al estrellato global. En Monterrey se le reconocía ya por los toquines que daba en los centros sociales de la localidad. También tenía presencia nacional. Aunque su música era de corte tropical, con la agrupación que formó, la Ronda Bogotá, presentaba música que podía reconocerse como pop.
Sin instrucción musical formal, su carisma y popularidad hicieron que el Rebelde del acordeón fuera incorporado a ese movimiento musical nebuloso de la década de los 90, conocido como la Avanzada Regia.
En el 2001 se reunió con Toy Selectah, de Control Machete, quien le produjo el disco Barrio Bravo. La referencia del título era una obvia alusión a la Colonia Independencia, donde Piña Arvizu ya tenía tiempo asentado. Acá en Monterrey se le conocía como El cacique de La Campana, en referencia al cerro donde tenía su residencia. “La Indepe” es uno de los sectores más conflictivos de la zona metropolitana de Nuevo León. Es como la gran favela de Monterrey, laberíntica, peligrosa, folclórica y colorida, donde Celso era el jefe.
El disco fue un éxito que, en el nuevo milenio, lo transportó fuera de las fronteras mexicanas. En “Aunque no sea conmigo”, Celso hizo un inspiradísimo dueto con Rubén Albarrán, de Café Tacvba. También combinó ritmos con El Gran Silencio en “Cumbia Poder”, que invitaba al baile chúntaro. La crítica señalaba que en esa producción se fusionaron reggae, dubstep y música electrónica, con el sonido tropical y la poderosa acordeón del Rebelde.
Y comenzó a cotizarse. Sus amigos cercanos refieren que en sus inicios, cuando formó la Ronda Bogotá con sus carnales Lalo y Enrique, tocaba en salones locales por 3 mil pesos. Luego le llegó un primer gran contrato para presentarse en Nueva York, a cambio de 50 mil dólares. Globalizado, famoso aquí y en el otro lado, convertido en celebridad que enaltecía la música del vallenato, otrora confinada para “la prole”, el cantante regiomontano dio nota en el mundillo culturalero dos años seguidos, 2003 y 2004, cuando hizo bailar, en cada ocasión, al Nobel colombiano, Gabriel García Márquez, al que encantó con tecladazos en galas del Museo de Arte Contemporáneo (Marco) de esta ciudad.
El escritor le dedicó un ejemplar de Cien años de Soledad: “Para Celso Piña, de tu hincha: Gabo”.
Iba a consulta
Celso Piña Arvizu falleció en Monterrey, Nuevo León, el 21 de agosto del 2019 a las 12:38 horas. Había acudido al Hospital San Vicente a un chequeo, y ya no salió con vida.
Su esposa Juany Ortiz explicó que habían acudido a una consulta con el especialista, pues él presentaba desde hace años una aflicción cardiaca. Su hermano Eduardo, quien le daba acompañamiento musical, explicó que en días pasados, en una presentación en Estados Unidos, Celso se sintió inusualmente extenuado. Ahora observa que esa señal le indicaba que su aflicción cardiaca se agravaba.
Celso fue velado en las Gayosso Capillas Marianas, al sur de la Ciudad, cerca del área de La Campana. Su atuendo, camisa tropical, además de reloj de marca y anillos de oro. Seguidores, músicos, familiares, periodistas acudieron al lugar para presenciar la despedida. Se esperaba que el sábado hubiera misa de cuerpo presente en la Basílica de Guadalupe, en la colonia Independencia. Se informó que el cuerpo del cantante sería cremado y sus cenizas divididas: una porción se quedaría con su familia y otra sería esparcida en su rancho que llamaba Macondo, al sur de Nuevo León. En las próximas semanas saldrá un disco de canciones inéditas de Piña, que tiene almacenadas su equipo de producción.
La fracción panista en el Congreso de Nuevo León propuso una serie de homenajes para el compositor: que el cabildo lo honre en sesión solemne, sea instalado un busto con su efigie, y la calle Libertad, una de las principales de la Independencia, cambie su nombre por el de Celso Piña. Este texto se publicó el 25 de agosto de 2019 en la edición 2234 de la revista Proceso