El secreto mejor guardado de la Segunda Guerra Mundial

martes, 3 de septiembre de 2019 · 14:35
MONTREAL (apro).- La noche del 24 de agosto de 1943, el sargento Émile Couture, de 24 años y originario de Thetford-Mines, Quebec, tuvo en sus manos documentos con numerosos detalles sobre una de las operaciones militares más importantes de todos los tiempos: el desembarco aliado en Normandía. El silencio y la obediencia del sargento canadiense provocaron que fuera recompensado más adelante. Los gestos de Couture van cobrando mayor interés en su país con el paso de los años, especialmente en la provincia francófona donde nació. Poco más de un millón de canadienses portaron uniforme militar durante la Segunda Guerra Mundial; 45 mil murieron y 55 mil fueron heridos. Estas cifras parecen discretas a primera vista, tomando en cuenta las de otros países que participaron en este conflicto. Sin embargo, Canadá contaba en ese entonces con 11 millones de habitantes. “Mi padre ingresó al ejército canadiense en 1939 y pidió ser enviado al frente, como sus tres hermanos. Pero una lesión en un ojo lo obligó a permanecer en Canadá apoyando de otras formas”, cuenta Anne Couture. Además de servir como gran proveedor de materias primas y eficaz fabricante de equipo bélico, el país norteamericano fue sede de dos reuniones neurálgicas de la guerra. Ambas tuvieron lugar en la ciudad de Quebec, capital de la provincia del mismo nombre. Las decisiones que ahí se tomaron fueron de marcada trascendencia, sobre todo una que iba a asestar diez meses después un golpe mayúsculo a las fuerzas del nazismo. La conferencia de Quebec de 1943 En el verano de 1943, los enemigos del Eje avanzaban en sus planes. Las tropas hitlerianas habían perdido en Stalingrado y debían enfrentar el coraje soviético en otras zonas; también los alemanes habían mordido el polvo en el norte de África. Los aliados consiguieron desembarcar en Sicilia y tenían a los italianos contra las cuerdas. Asimismo, los estadounidenses recuperaban poco a poco territorios en el Pacífico que Japón les había arrebatado. Sin embargo, la guerra estaba lejos de terminar, ya que la máquina bélica de Hitler mostraba aún poderío y el pundonor de los soldados nipones imponía respeto. Del 19 al 24 de agosto de 1943, la ciudad de Quebec fue escenario de “Quadrant”, el nombre en clave de la reunión entre Winston Churchill, primer ministro británico, y Franklin D. Roosevelt, presidente de Estados Unidos. Ambos viajaron con sus asesores militares de mayor importancia. El primer ministro canadiense William Mckenzie King fungió como anfitrión. Cabe precisar que el líder soviético Joseph Stalin también fue convocado, pero los incesantes enfrentamientos bélicos de su país con Alemania en ese periodo frustraron su participación. La cita fue inscrita en los anales de la historia como “la conferencia de Quebec”. Las reuniones se llevaron a cabo en la Ciudadela, el edificio militar más antiguo de Canadá (sus primeros muros datan de finales del siglo XVII), y en el castillo de Frontenac, joya arquitectónica de finales del siglo XIX y hotel aún en funcionamiento. En ese mismo año, dos conferencias aliadas ya habían tenido lugar. La primera fue en Casablanca (Marruecos), en el mes de enero, donde se planificó la invasión a Italia. La segunda se llevó a cabo en Washington en mayo; su punto principal fue el aumento de los bombardeos sobre Alemania. En la reunión de Quebec se tomaron decisiones de peso. Por ejemplo, lanzar aún más bombas sobre suelo alemán, descartar una operación directa en los Balcanes (pero incrementando el apoyo logístico a las guerrillas locales) y enviar a más soldados a los combates contra Japón. El historiador canadiense Carl Pépin escribió lo siguiente en un texto dedicado a esta conferencia: “En relación al Proyecto Manhattan, cuyo fin era desarrollar una bomba atómica, Churchill deseaba que la Gran Bretaña participara activamente, pero Roosevelt quiso restringir la actuación británica. No obstante, ambos se pusieron de acuerdo en no compartir informaciones con Stalin sobre el tema”. Otro asunto abordado en la conferencia, y que hubo de convertirse en uno de los puntos decisivos del conflicto, fue la “Operación Overlord” para abrir un nuevo frente europeo, a partir de suelo francés. El resultado sería la invasión de Normandía en junio de 1944, donde participaron principalmente tropas de Estados Unidos, Gran Bretaña y Canadá. En los meses que duró este colosal esfuerzo, más de 2 millones de combatientes pasaron por las playas de Francia. Sin embargo, esta “joya” de la planeación bélica estuvo en riesgo por un incidente en Quebec. El bolso con un tesoro para el enemigo El ejército canadiense se hizo cargo de la seguridad y del apoyo logístico durante toda la conferencia de Quebec. Uno de los asistentes era el sargento Émile Couture, quien contaba con autorización para tener acceso tanto a la Ciudadela como al castillo de Frontenac. El último día de la conferencia, Couture recibió instrucciones de sus superiores para ordenar  las salas del castillo donde se habían llevado a cabo las reuniones. En una de ellas halló un bolso de piel  con la siguiente inscripción en inglés y letras doradas: “Churchill-Roosevelt, Quebec Conference, 1943”. La periodista Julia Page se zambulló en los archivos de la televisión pública canadiense y encontró una entrevista que acordó Émile Couture en 1972. Ahí Couture dijo que se llevó el bolso como recuerdo. El sargento abordó su automóvil y se dirigió a casa, ubicada a unos 25 kilómetros al norte de la ciudad. Esa misma noche, abrió el bolso por curiosidad y se topó con papeles que seguramente los nazis habrían canjeado sin chistar por cajas repletas de oro y diamantes. Couture halló planos de la “Operación Overlord”, es decir, del futuro desembarco en Normandía; también figuraban diversas fechas que se barajaban para el inicio de este evento bélico. Asimismo, otros documentos mostraban cálculos sobre el número de soldados, armas y vehículos de transporte que podrían utilizarse para este fin. “Según contaba, se quedó aterrado por lo que descubrió”, recuerda Anne Couture. El sargento decidió esconder los documentos bajo el colchón y entregarlos a sus superiores con los primeros rayos del sol. Fue el general brigadier Edmond Blais quien recibió estos papeles a manos de Couture. “Cuando mi padre llegó a ver a Blais, sabía que algo estaba ocurriendo porque detectó nerviosismo entre el personal. Pensó por ende que esto tenía que ver con los documentos”, afirma Anne Couture. El joven militar contó en la entrevista televisiva que Edmond Blais le ordenó guardar silencio y volver a casa. Poco tiempo después, Couture fue interrogado por las fuerzas de inteligencia canadienses; también por el FBI y Scotland Yard. Sin embargo, no fue encarcelado como medida preventiva para evitar cualquier fuga de información. Dany Hamel es el director del Museo Real del regimiento ?22 del ejército canadiense, ubicado en la Ciudadela de Quebec. Hamel, también curador del recinto, comenta: “La decisión de no encerrar a Couture demuestra el alto nivel de confianza que le tuvieron”. La hija de Émile Couture expresa por su parte: “Mi padre siempre contó la misma versión de los hechos y de la misma forma. Sin embargo, guardó varios secretos. Por ejemplo, sabía quién había perdido los documentos, pero juró nunca develar su nombre”. Una carta escrita en 1962 por Edmond Blais confirmaba el proceder del joven sargento, ya que un alto cargo de la marina canadiense había puesto en entredicho varios episodios de la historia. Recompensa y recuerdo El 4 de junio de 1944, Roma fue recuperada por los aliados. Dos días después comenzó el desembarco de Normandía. El 21 de julio los estadunidenses arribaron a Guam y París fue liberada el 25 de agosto. El triunfo aliado estaba cada vez más cerca, pero faltaban meses cruciales. Del 12 al 16 de septiembre de ese año se llevó a cabo en Quebec una segunda conferencia entre Churchill y Roosevelt, nombrada bajo el código “Octagón”. En dicha cita, los mandatarios abordaron aspectos de envergadura, tales como el aumento de las operaciones británicas contra Japón, los avances respecto a la bomba atómica y el futuro de Alemania tras la guerra. En el marco de esta segunda conferencia en Quebec, el sargento Couture recibió la medalla del imperio británico por “servicios prestados”, sin que las autoridades especificaran en qué habían consistido para no ventilar la falla que existió en materia de seguridad. No obstante, la revista Newsweek publicó la historia pocos días después; también TIME, haciendo uso del siguiente titular: “Canadá en guerra: un secreto recompensado”. En 1948, The Saturday Evening Post retomaba el episodio llamando a Couture “El hombre del secreto peligroso”. La Alemania nazi se rindió el 7 de mayo de 1945; Japón hizo lo propio poco más de tres meses después, luego de haber sufrido el horror de dos bombas atómicas. Émile Couture dejó las filas del ejército canadiense en 1946. Después se convirtió en un exitoso empresario. Su mayor pasión fue siempre el hockey. Falleció en 1972. “Para mi familia, especialmente para mi madre, es muy importante que este episodio se conozca tal y como ocurrió. Mi padre siempre lo contó con seriedad y compromiso cuando terminó la guerra. Eso sí, respetando el juramento que hizo de no hacer públicos ciertos detalles”, comenta Anne Couture. Dany Hamel, director del Museo Real del regimiento ?22 del ejército canadiense, explica que el 12 de septiembre será inaugurada en este recinto una exposición para conmemorar los 75 años de la segunda conferencia de Quebec. Diversos objetos de dicha reunión y de aquella de 1943 serán expuestos. Varios de ellos fueron utilizados por Winston Churchill y Franklin D. Roosevelt. También la familia de Émile Couture prestará otros, como es el caso de las credenciales que empleó el joven sargento para tener acceso a los escenarios de las reuniones. “Vamos a subrayar igualmente el papel que desempeñó William Mackenzie King, primer ministro de Canadá en esos años, como anfitrión”, agrega Hamel. Los canadienses continúan recordando, décadas después, los esfuerzos de su país en el conflicto bélico más sangriento de todos los tiempos. El silencio del sargento Couture también contribuyó en esta causa.

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