'Cuando murió el rock”: Armando Molina (1946-2019)

miércoles, 27 de noviembre de 2019 · 20:11
CIUDAD DE MÉXICO (apro).- La primera vez que nos encontramos fue a comienzos de los 70 en un parque de la colonia Campestre Churubusco, Coyoacán, al amanecer, tras una tocada de su grupo de rock La Máquina del Sonido, que el propio bajista, cantante y compositor Armando Molina Solís dirigía. El pasado viernes 22 falleció Armando Molina en Hermosillo, Sonora. Como homenaje reproduzco aquí la charla completa de un viejo casetito que, luego de las votaciones presidenciales fraudulentas de 2016 en México, ambos grabamos en torno al elenco musical del Festival de Rock y Ruedas de Avándaro, Estado de México, que él organizó en 1971. Para aquellos quienes no lo sepan, ese festival marcó la prohibición del rock nacional durante una década, y fue el comienzo de su agonía para finales del siglo XX.   Recordar es rolar Armando Molina rememora frente a su piano de la colonia Educación: “Aquel festival empezó con la idea de ellos: Luis de Llano, Eduardo López Negrete y Justino Compeán. Me hablaron para organizar una noche mexicana con dos grupos, concretamente: La Revolución de Emiliano Zapata, de Guadalajara, y Javier Bátiz, de Tijuana. Mi grupo La Máquina del Sonido había tronado. Yo anduve rolando por Brasil y Argentina en el 70 con el pianista Lalo Toral, de Los Locos, y que ahora está con el Tri, pero manejaba al Ritual, Peace and Love de Tijuana, Epílogo y Bandido, con Kiko. “Se lo planteé así a La Revolución y a Javier Bátiz: ‘Va a haber una noche mexicana, queremos que vayan. Aquí hay un cheque para que se lo repartan, pero el cuate (Bátiz) dijo que no, quería toda la lana para él; eran 40 mil pesos. Incluso llegué a devolverles el dinero a los organizadores y me dijeron: ‘No, no es para tanto; si la Revolución tiene comprometida la fecha y Bátiz no quiere, lleva de los tuyos, Peace and Love y Ritual’. “Mis otros grupos inmediatamente también me pidieron que los llevara, como El Epílogo y Bandido que acababa de integrarse. Consulté a los organizadores; se negaron, porque iba a salir muy caro, y les respondí: ‘No, por los mismos 40 mil van los cuatro’, y ellos: ‘¡A todo dar!, así hay más chorcha y más animación, comenzaremos más temprano la noche mexicana”. La tocada en Avándaro iba a ser al día anterior de la carrera de autos deportivos, refiere Molina: “Pero luego otros conjuntos como Tinta Blanca, Los Yaki con Mayita Campos, Los Tequila y los Dug Dugs me pidieron su inclusión” –¿Y Ela Laboriel? –Trabajaba con nosotros en Telesistema Mexicano, hoy Televisa. Éramos del equipo de Luis de Llano y Carlos Alazraki, Jaime Almeyda, Enrique y Michelle Strauss, así como Eduardo Davis y Roberto Naranjo, quienes ya fallecieron. Con esos ocho grupos vuelvo a otra junta y me dijeron: ‘Estás loco, Molina, no hay dinero’, y yo les contesté que por la misma lana irían ‘tochos’. Luis de Llano me pidió: ‘A ver, repíteme la lista’; vio quiénes estaban puestos y dijo: ‘No, pues vamos mejor a hacer un festival’, y los demás pusieron el grito en el cielo: ‘¿Y la carrera?’. “Luis, muy hábilmente, propuso que fuera un Festival de Rock y Ruedas y así se llamó. Las disqueras se acercaron a mí de última hora. Jorge Alberto Riancho, también que en paz descanse, de la Capitol, quería que incluyera a El Amor, de Monterrey, y el señor Enrique de Noriega, de Polydor, a La Tribu también de Monterrey, que a la mera hora no fue; pero nos mandaron a La División del Norte, de Reynosa.” Molina invitó a Love Army, “que era de lo mejor que había, pero no llegaron; se quedaron bloqueados en la carretera, y a Three Souls in my Mind, con ‘El Oso’ Milchorena y Ernesto de León, que eran de mi banda de La Máquina del Sonido y acababan de integrar Three Souls in My Mind, y ya ves, les tocó un amanecer padre. A la postre, Alex Lora se convirtió en el icono del rock mexicano cuando ahí en Avándaro comenzaba y supuestamente era el más malo.” Insiste Molina: “Sociológicamente, se da en Avándaro 1971 el fenómeno de la convivencia de paz y amor. Sí, hubo mucha experimentación en cuanto a probar la mariguana, los hongos, el peyote, el LSD, las drogas de ese tiempo, y la juventud fue a Avándaro a liberarse una o dos noches por ese lastre que arrastraba de las masacres de Tlatelolco 68 y donde hubiera reuniones juveniles podía haber desorden. Avándaro demostró lo contrario”. Con un muy deficiente sonido y escasa tecnología, aunque muchas ganas, sacaron adelante el festival. “Hubo saldo blanco con alguno que otro intoxicado, como en cualquier fiesta, y ya. Sin embargo, la prensa amarillista se encargó de desvirtuar esta imagen de paz, concordia y amistad, diciendo que se trató de un exceso de droga, amor libre y muchos encuerados. De ahí se agarraron para satanizar el rock, al grado de que prohibieron toda manifestación; porque el gobierno vio que los chavos, aunque se portaron bien, dijo: ‘¡Ah, caray, eran 250 mil cuates!’, todos cantando ‘¡Tenemos el poder!’, de Peace and Love, y ‘Mari mariguana’, o ‘Libertad ahora’, de Bandido”. Luego del reventón musical, llovió el escándalo e incluso Carlos Monsiváis lo condenó desde su cómodo chalet estudiantil en Londres: los asistentes fueron “una multitud de solitarios”, según ‘Diorama de la cultura’ de Excélsior. Molina programó a 15 bandas, que en total fueron 12 (pero una no llegó) y en el curso del 11 de septiembre de 1971 actuaron otros conjuntos “sin broncas, muertos ni heridos”.   Javier Bátiz, reprobado –Hace unos meses comentabas que para que tu libro ‘Avándaro a 35 años’ quedara completo, necesitabas los testimonios de Justino Compeán y Luis Echeverría, los únicos que te falta de entrevistar. –Sí, pues de Hank González no pudimos actualizar un testimonio tras mucho tiempo. De Echeverría sería interesante ver qué opina, luego de haber tenido a su comando (al grupo represivo) Los Halcones; oír qué piensa de que en Avándaro, con una reunión juvenil tan grande, no hubo problemas. “Y Justino Compeán, quien precisamente hoy asume la presidencia de la Federación Mexicana de Futbol (FMF); habrá que felicitarlo a don Justino por ser una persona emprendedora, capaz y entusiasta, aunque alejada de la música. Fue un garbanzo de a libra en ese festival, porque de aquellos que organizamos el ‘Avandarazo’ prácticamente quienes hemos vivido en la música y del espectáculo sólo somos el productor Luis de Llano y yo.” Cuando se solicitó esta entrevista a Armando Molina, le preguntamos si finalmente había platicado con Compeán, de quien se decía había sufrido persecución gubernamental tras el festival, por lo que se vio obligado “a desaparecer”. El músico dijo: “Cualquier recuerdo de Compeán en Avándaro 1971 lo tengo como medio nublado… Creo que Justino fue satanizado y se tuvo que ir del país. Corrió la amenaza de que nos iban a meter al bote por organizar el toquín. Yo había tratado de hablar con él, pues no lo veía desde hacía 35 años, imagínate. Justino dice que sí huyó del país, porque curiosamente, tras tanto tiempo sin verlo, la otra tarde estaba oyendo la estación 730 en radio y escuché que lo entrevistaban en un restorán argentino de la colonia Condesa, el Quilmes, y seguro era martes, pues ahí se reúnen cada semana los cronistas deportivos de antaño con exjugadores, como el gaucho Lavolpe y Toño Roca, para comer pizzas o carne asada y espagueti, hablan de fut. No lo pensé dos veces y me lancé para verlo y charlar con él allá”. –¿Conversaron en torno de lo que sucedió luego de Avándaro? –¡Antes y durante, claro! Estaba con un montón de reporteros de “la vieja guardia”, pero eso sí, elegantemente vestidos, con corbata de moño y mancuernas doradas. Ahí se unió a nuestro cotorreo Fernando Mora ‘Morita’ fumando puro. El señor Mora escribía en La Prensa; pero cuando Justino se puso a hablar del Festival de Rock y Ruedas Avándaro 1971, haz de cuenta que les hablaba a las paredes; ninguno de ellos le agarró la onda… Creo que Justino comentó que sí había tenido que huir del país; ¿a dónde? No lo sé. También dijo que trabajaba en Ericsson y que incluso en 1971 acudió a solicitar apoyos económicos para la tocada al todavía presidente Vicente Fox, que entonces era gerente de la Coca-Cola o algo así. –¿Hubo persecución del gobierno de Echeverría a los organizadores? –A mí no me tocó; pero el otro día lo vi a Compeán, como te digo, y Justino mencionó que a él sí. Por eso sería interesante ver si le afectó o lo acosaron a raíz del festival, tal vez porque él y otros como organizadores fueron quienes tramitaron el permiso que, a lo mejor, ni hubo para hacer el festival; Hank González se llevó a la tumba el secreto, pues al parecer había permiso para una noche mexicana, no para un festivalote. Y como la cosa estaba muy avanzada, prefirieron no suspenderlo porque hubiera sido peor y sí se habría armado un tremendo alboroto”. –Javier Bátiz relata que fue un error cuando Peace and Love cantó su rocanrol “Mari mariguana, fuma mariguana”, pues se cortó la transmisión radiofónica y el gobierno prohibió las tocadas de rock mexicano. –Ricardo Ochoa, el cantante de Peace and Love, y luego guitarrista de Kenny & Los Eléctricos, por ahí echó un “Chingue a su madre el que no cante”, se cortó la emisión de radio, y Bátiz lo oyó porque venía con su banda en camino a Avándaro. Él, a fuerza quería tocar y ya de plano no me cobraba. Lo que deseaba es estar en el escenario, aunque no le pagara, gratis. Porque yo cuando vi que se quería agandallar los 40 mil varos del festival, le cerré las puertas, y como todo mundo anhelaba tocar, él me suplicó que le permitiera subir con su banda Love Army por una feriecita, pero lo rechacé: no era justo que en plena época de paz y amor no evolucionara. “Para mí Bátiz fue el gran ausente, ya que desde Tijuana trajo el sonido negro, las bases del soul y del blues a la ciudad de México” –No ir a Avándaro lo frustró y presume que él enseñó al violinista Carlos Santana cómo sonar la guitarra bluesera, en Tijuana. –No, ¿qué?, ¡para nada!, Santana vivía aquí y tocaba en el Dino’s de las calles Artículo 123 y Revillagigedo, por el cine Orfeón. Carlos era de Autlán, Jalisco, y como allá no había jales, dormía en el suelo. Se hartó y se fue a Tijuana. Un día entró a un antro de luz negra, vio tocar a Bátiz, le gustó su estilo y fue varias noches, platicaron; pero de ahí a que le enseñara… Santana tuvo la visión de mezclar rock con lo tropical y empezó con cosas de Tito Puente y Willie Bobo, como el “Oye cómo va” y “Caminos del va”: guajiras, guaguancós y rock, lo hizo excelente. Nosotros no la hicimos ni la hacemos porque nos quedamos en un país que ahora (2006) va a tener dos presidentes y dos públicos, dos estilos de rock, ¡Calderón, pa’ los fresas, y López Obrador, pa’ la banda! ¿Cómo la ves?...   A favor de AMLO Armando Molina estudió licenciatura en comunicación en la Universidad Iberoamericana cuando vivía en la colonia Campestre Churubusco, edificio que se cayó con el temblor de 1985. Obtuvo una especialización en publicidad y periodismo; sin embargo, lo que más ha producido son programas de televisión. Sus dos hijos se habían ido a vivir a Hermosillo, Sonora en 2006. “También he realizado dos películas en Estados Unidos para el público latino, ‘Pesadilla en Las Vegas’ y ‘Los taqueros’. He dirigido radio y traído bastantes artistas a México. Nací en 1946 y, además, el 13 de noviembre, igual que don Andrés Manuel López Obrador, soy orgullosamente perredista”. –¿Qué sucedió con tu libro ‘Avándaro a 35 años?’ –Pues ya tengo la idea de otro sobre mis vivencias en el rock, pero primero debo promover editor para el de Avándaro, pues sería la llave para abrir una puerta del periodismo que comencé en 1966 como redactor en México Canta, luego jefe de redacción y director. De 1972 a 1973 dirigí Pop, de Armando Blanco Labra, la más popular de las revistas de onda. Junto a la puerta abierta de su casa en la colonia Educación lucen dos carteles del Festival de Rock y Ruedas Avándaro 1971, uno con la llamada ‘Encuerada de Avándaro’ mostrando los senos en concierto; y el oficial, de un chavo caminando por una carretera psicodélica con su guitarra a cuestas. Armando Molina se pone al piano e interpreta en góspel la balada ‘Love Me Tender’, que lanzara a Elvis Presley por las pantallas gigantes del mundo. “Yo escribí un libro que es un testimonio real y honesto de lo que sucedió en el Festival de Avándaro hace 35 años. Calculábamos que irían unos 30 o 50 mil chavos, cuando mucho… Con mis cien cuartillas redactadas acudí a Editorial Diana y a Grijalbo Mondadori, no lo aceptaron y me desinflé, me vino una peritonitis aguda y estuve siete meses fuera de circulación. Luego me fui a dirigir un canal de tele en Valle de Bravo. ¡Curiosamente el destino me volvió a mandar allá, hasta que otra vez recaí y me operaron de una hernia por tanto cargar instrumentos toda mi vida! No tener en el mercado el libro es frustrante, y como tampoco termino mi disco, anduve con mis dos hijos al lado o bajo el brazo, mi disco y mi libro, peregrinando”. –¿Interés por la política? –Como compositor, me preocupa mucho la política. Tengo un tema en el disco anterior que se llama “Dorian Grey”, es sobre el 2 de octubre del 68, y en este último que grabé otro, “La traición”, la narración del caso Colosio y un rock más, “El complot”, acerca de los asesinatos del cardenal Posadas, de José Francisco Ruiz Massieu y también de Colosio. Porque, ¿qué pasa? Que si no tengo manera de difundir mi obra, sólo yo sé que tengo los temas. Y este problema es duro aquí, pues faltan lugares de expresión, comenzando por la tele, que está tendenciosamente manejada política y musicalmente con artistas totalmente de plástico, cerradas las puertas al verdadero talento, y esto es ya desesperante. “A causa de Avándaro de ahí se agarraron y, en lugar de que el rock floreciera en salones de baile, se cae y se va a lo que Parménides García Saldaña bautizó como ‘el hoyo fonqui’. En esos espacios sórdidos de la periferia sobrevivió Alex Lora y Three Souls. Él se enfrentó a todo público y ha recibido su recompensa de la banda por andar en la clandestinidad. Ahora, musicalmente, el rock murió. Porque aquellos grandes grupos, como Bandido, Tinta Blanca, La Tribu, Love Army, Máquina del Sonido, Dug Dugs, etcétera, desaparecen, y los que permanecieron ya no son como en aquella época. Los Dugs de Durango eran sensacionales en la ‘Pista de Hielo Insurgentes’, increíbles, y ahora navegan sin pena ni gloria. Yo en La Máquina del Sonido intento no sonar monótono, sigo componiendo para algún día tener aquel grado de calidad, pues antes los grupos sí que ensayábamos; ahora, los músicos quieren que la gloria les caiga del cielo. No practican, no les gusta crear, sino sólo preguntan cuánto dinero hay y cuánto tiempo hay que tocar. Es la nueva generación, buena, mala o malísima, pero así es el patín retro”.   Los fresas del PAN El libro de Molina, ‘Avándaro 35 años después’, expone “lo que se dijo y lo que no se había dicho”. Trae detalles de la organización “y cosas que la gente no sabe, pues no existe bibliografía al respecto”. Cita: “Nada más conozco el libro ‘Nosotros’, de Humberto Ruvalcaba, representante de la Tinta Blanca, y otro librito que sacamos en Ediciones Latinoamericanas, los que hacíamos la revista México Canta, de René Claire, hace muchos años y párale. Lo mismo sucedió con cosas fílmicas, porque en aquel tiempo Avándaro se grabó en formato de dos pulgadas, que además de ser obsoleto, nadie tenía máquinas así en casa. Ni el mismo Luis de Llano tuvo acceso a ese material. Lo que había era fílmico, de súper ocho y 16 milímetros; es lo que han sacado Notimex, Alfredo Gurrola o Sergio García y por ahí otros, como el que hizo Arturo Lara de Avándaro, que es el más completo; pero según cuenta Luis de Llano, cuando llegó a Telesistema Mexicano le preguntaron: ‘A ver, hicieron un degenere, drogas y encueradas, presta el material’, y nunca lo volvió a ver. No se inventaban todavía los casets, las grabaciones eran todas de carrete. “Yo llevé mi libro con mucho entusiasmo a una persona que conocía en Editorial Diana, Fausto Rosales, y me dieron allí un dictamen precioso, que era una gran obra, pero, lástima… no calculaban que venderían más de cinco mil ejemplares, ‘¡Fuera!’, y me dio mucho dolor Lo mismo con su hermano, Ariel Rosales, en Grijalbo/Mondadori, ni siquiera porque tocamos en 1962 con un grupo que se llamaba Twistnics se animó. La verdad, me apachurré un resto. El año pasado (2005) la cosa se puso buena, pues hubo gente que puso un sitio en la red con lo de ‘El nuevo Avandarazo’ que iba a haber y nunca tuvo patrocinios ni dinero. Entonces, le estoy añadiendo un epílogo o colofón a mi texto, donde de plano digo que desde mi punto de vista otro Avándaro es irrepetible.” –¿Por qué? –En aquel tiempo se dio por las circunstancias, porque la juventud quiso decir o demostrar que ‘¡Ah!, ¿sí?, nos matan pero tenemos nuestro festival’; ese fue un incentivo extra, además de oír música, pues nunca habíamos visto grupos extranjeros, salvo Eric Burdon, en el Metropólitan, Los Doors en el Fórum de Los Hermanos Castro, muy elitista; los Union Gap y The Byrds, en el después llamado “Festival del Naranjazo” del estadio de la Ciudad de los Deportes, o a Canned Heat, grupo de buen blues y boogie, donde tocaba la bataca nacional Fito de la Parra. Yo les abrí con la Máquina en el 69 en el Hotel Aristos y en la Alameda, cuando los trajo Mario Olmos, y luego en CU también le abrimos a Tower of Power de California en el Maxim’s, que hoy es el salón rumbero La Maraka. “Sabíamos que había acontecido un fenómeno como el de un grandioso Woodstock y todos los grupos mexicanos en 1971 convocaban a 3 mil o 9 mil gentes por semana: cabían 3 mil en el salón Chicago, 3 mil en el Salón Maya, 3 mil en el Mandril, mil en la Avenida 8. siempre. Entonces pensamos que sería buena onda un festival con esas 12 mil gentes y otros 12 mil más, tal vez, porque era al aire libre en prados de Avándaro”. –¿Con Calderón habrá más represión al buen rock? –Como te digo, creo que el rock no existe y ya no puede asustar a nadie porque la gente se educó. La empresa Ocesa tuvo una labor muy importante, pues trajo en su momento a artistas que estaban y están en la cumbre: Guns’N Roses, Madonna, Rolling Stones, U2, Robbie Williams… ya hay un punto de comparación. Desgraciadamente, los que ya vieron el showsote de Kiss o una de las tres visitas de Los Rolling Stones con una producción escalofriante, no van a ver a Las Víctimas del Doctor Cerebro o, difícilmente, querrán asistir a una tocada de Alex Lora y el Tri. Sólo un menso que haya ido con Britney o Madonna se mete a ver a Kenny o a Julieta Venegas, quien es puro pop. Después de que vimos interpretar a fabulosas voces nuestras como Marisela o la ‘Baby’ Bátiz en Avándaro, pues ahora no sabes si reír o llorar cuando asistes a una tocada de la pobre Julieta… “¡Es verdad! Quienes fueron a ver a Rod Stewart, Billy Joel o Pink Floyd, ¿qué me tienen que ver a mí con La Máquina del Sonido o qué le escuchan a Chac Mool o al Iconoclasta? Los que sobreviven son los que tienen influencias, como lo cantó Lora en aquel tiempo con Abuso de autoridad: ‘Ya sólo va a tocar el hijo de Díaz Ordaz’. Hoy sólo podrá tocar el hijo de Paty Chapoy en el Grupo Motel o cosas así, un Alex Sintek que es ‘Chiquilladas’ en escena, con un teclado. “El rock se va con Felipe Calderón a un pop muy light, ya no hay lo grueso de antes con versos filosóficos de Peace and Love, como: ‘Oye Cristo, no regreses, no te vayan a rapar./ Es la era de Acuario y nadie te comprenderá… Sindicatos y patrones me han bajado la moral,/ si me dejo, los calzones también me van a bajar…’ Kiko Bandido con ‘Libertad ahora’, o como te decía, Sentimiento Latino: ‘¡Tenemos el poder!’, Había rolones de El Ritual, un ‘Bajo el sol y frente a Dios’, ‘Satanás’, ‘Prostituta’… Eran temáticas realmente interesantes tanto esotéricas como urbanas. El rock urbano tiene más de dos décadas y no avanza. Los grupos que tocan en la periferia que creció con la explosión demográfica exagerada después de Avándaro, no entran al meritito corazón de México. “Mira, a fines de los sesenta, el rock lo tocábamos de CU y las casas del Pedregal a Lindavista, hasta el otro lado al norte en Satélite y párale, se acababa Insurgentes: era la Roma, la Nápoles, la Narvarte, la Del Valle, la Condesa y, de repente, chin, el rock se expande. Comienza el rock en el hoyo fonqui, surge Ciudad Neza, Tlane (pantla), Ecatepec, Naucalpan, Villa de las Flores, Coacalco, todo este cinturón del área conurbada y el rock citadino huye allí, encabezado por Lora y El Tri, la banda Bostik, El Haragán, Lira and Roll, Mara, Vago, Charly Montana o Tex Tex, quienes es rarísimo que se presenten en el DF; dudo que a lo mucho hayan tocado en el Hard Rock Café. Y viceversa: algunos muy buenos del DF, como Real de 14, Santa Sabina, Kerygma, Coda, Ritmo Peligroso ni Kenny, no iban para allá ni los conocen.” Refuerza Armando Molina: “Es como todo, se da hoy mismo en la política. Los del PRD no vamos a ir a donde esté el PAN y éstos tampoco van a poder transitar donde está el PRD. Ya se vio en el informe presidencial y se va a ver cuando se nombre presidente el 15 0 16 y tengamos dos presidentes como en las épocas de Venustiano Carranza”. –Es grave lo que dices, pero ¿el rock ha muerto? –El rock, para mí, está muerto porque sus bases, los que defendíamos las bases ya somos muy pocos. Si acaso Lora, Bátiz y yo con La Máquina somos los únicos necios que seguimos, porque Dug Dugs trae ya bases de psicodelia y Beatles. Yo voy al country, el blues, fundamentos del soul, es lo verdadero, lo real. Pero los chavos de ahora crecieron al cobijo de Soda Stéreo, Enanitos Verdes, Hombres G y a la fecha ‘consumen’ Pericos, Babasónicos, Rabanes, Aterciopelados, Luzbel, La Ley, Héroes del Silencio, Ángeles del Infierno. “Soy un tipo informado, tengo que estar en boga porque deseo dejar de herencia una buena música a nuestros hijos y nietos, que tenga fundamento, sin tonterías, porque hay conjuntos que empiezan con fuerza y acá, hasta groseros, acabando con: ‘¡Da-da-dá, quiero Pepsi!’ Si esos son los gruesotes, ¡cómo serán los fresas! Hoy el pop es lo preponderante sobre el rock y sus orígenes, pues lo que los chavos llaman rock es mezcolanza, fusiones, onda ecléctica, cumbia y rumba flamenca al compás de cuatro cuartos o norteña; lo mismo Carlos Vives con ballenato con rock o Café Quijano, o Juanes, propuestas nuevas, pero muy alejadas de las raíces del rock. “Nosotros intentamos un homenaje el 14 de septiembre por Avándaro 1971 en La Victoria, en la colonia Roma; pero los estrellas entre comillas de Avándaro ya no tenemos convocatoria con el público. Fuimos una generación que no dejamos hits ni éxitos en el radio como Los Teen Tops o Los Locos del Ritmo. Entonces, si no va Alex Lora con El Tri, va a pasar sin pena ni gloria; pero si está podremos echar un buen palomazo. Estamos esperando que ‘su domadora’ Chela Lora nos dé una fecha, que podría ser el 21 o 28 de septiembre; ellos mismos, Alex y Chela, dicen que ahí se conocieron, en pleno toquín de Avándaro. En el bar La Resaca lo hicimos, pero no hay documento, pues ni Chela ni Alex quisieron que se grabara. ¡Mala idea! Tendríamos un testimonio muy interesante, como si no hubiera ya suficiente piratería. Se pusieron sus moños. Es tonto, ya murieron varios que allí andaban esa noche, como Óscar Vallejo, del grupo El Amor. Hubiera sido bonito testimonio, y así vamos a ir faltando. Habría que rescatar esos documentos a la posteridad”. –¿Qué deja la generación Avándaro a 35 años de distancia? –El demostrar al sistema y a la sociedad que sí se pudo. Que sí se puede convivir en paz y amor, en armonía, al conjuro de la magia de la música de rock. Sin importar clases sociales ni ideologías, se puede estar fraternizando con el pretexto de escuchar buena música. La generación de Avándaro fue hermandad Si yo tenía frío, te quitabas el saco y me lo dabas. No tenías que comer; toma tú, ahí te va una lana, una torta… “Yo entrevisté hace dos años, cuando dirigía el canal de Valle de Bravo, a don Juan Montes de Oca, presidente municipal durante esos días del festival. Lo tengo en mi libro, y dos cosas me llamaron la atención. Una, dice que cuando comenzaron a llegar los chavos al festival, le hablaron a la presidencia: ‘¡Oiga, don Juanito, fíjese que está llegando un ejército aquí, todos son greñudos, barbudos!’. Y él preguntó: ‘Pero y qué, ¿traen armas?’ ‘No, señor, sus sleeping bags nomás’. ‘¿Ni palos, algún garrote?’. ‘Pues no, don Juan, nada de nada, están desarmados, pero medio locos, por eso venimos a preguntarle: ¿Qué hacemos, les cerramos el mercado?’. ‘¡No, ustedes están más locos!, dejen abierto el tianguis porque si no, sí que pueden meterme en problemas’. Y me dijo que el reporte fue que no se robaron ni un casco de Coca Cola siquiera; se portaron excelente. Los que tenían sed tocaban en su casa después, los mismos colonos de ahí salían y les daban agua. “Y la otra anécdota: me dice don Juan que a los seis, ocho meses, le fueron a avisar a la presidencia. ‘Oiga, don Juanito, allá en el área donde se reunieron estos cuates, están creciendo unas plantas muy raras, ¿qué hacemos con ellas?’. Lo que respondió, me imagino, fue una parodia rocanrolera de la baladita “Mi árbol y yo”, al estilo serio de Alberto Cortez: Mi madre y yo la plantamos y después nos la fumamos…”

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