Marco Antonio Campos: por una renovación en la poesía

lunes, 2 de diciembre de 2019 · 22:53
CIUDAD DE MÉXICO (apro).- Incansable promotor cultural, quien en los años ochenta del siglo pasado, como director de Literatura de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), reunía en un camión a escritores y periodistas para llevarlos a todas las universidades del país, el editor, cuentista, cronista, ensayista y sobre todo poeta y traductor de poetas, Marco Antonio Campos, propone una renovación de la poesía: “¿Cuál es el camino de la poesía? Siempre existirá hasta el fin del mundo, pero urge una renovación, ya no hay los grandes, los Neruda, los Huidobro, ya se fueron. Y se fueron Bonifaz, Gelman, Sabines. No ha habido una sustitución. Esto le llega a mi generación cuando no estaba preparada para sustituir a los grandes y nos toca ese tiempo que no estamos en condición de superar”. Nacido en esta ciudad el 23 de febrero de 1949, Campos recibió este domingo, en la Sala Manuel M. Ponce del Palacio de Bellas Artes, un homenaje por sus 70 años, con las intervenciones de los también poetas Evodio Escalante, Eduardo Vázquez Martín y Víctor Manuel Mendiola, moderados por Mariana Bernárdez. Galardonado con el Premio Xavier Villaurrutia 1992, por ‘Antología Personal’; Medalla Presidencial Pablo Neruda del Gobierno de Chile en 2004; Premio Casa de América 2005, por ‘Viernes de Jerusalén’; y Premio del tren Antonio Machado 2008, por ‘Aquellas Cartas’, entre otros premios, recibió el homenaje de ayer por ser “un pilar fundamental de las letras nacionales”. A través de su cuenta en Twitter, la Dirección de Literatura del Instituto Nacional de Bellas Artes (INBA) informó que en el acto la subdirectora Laura Ramírez destacó que al escritor se debe “el habernos acercado durante mucho tiempo a los poetas del mundo Latino”. En la víspera del homenaje en Bellas Artes, el también colaborador del semanario Proceso desde sus arranques, explica que escribió ahí un artículo sobre los cambios que ha tenido la poesía: “Dije que hacía ya más de un siglo del verso libre y era muy difícil regresar al metro con rima, pues se habían dado muchísimas variaciones, y que desde los ochenta Octavio Paz había decretado la muerte de las vanguardias”. --Parece haber una cierta recuperación de lo tradicional, cierta vuelta a la rima y al metro. --En cierto modo lo hicieron los grandes poetas del siglo XX mexicano, por ejemplo, Rubén Bonifaz. Buscar lo nuevo en las posibilidades de la poesía o poemas que sonaran modernos, como en Carlos Pellicer. Bueno, Borges al final acabó escribiendo con rima y metro. Cómo enfrenta este homenaje a la hora de cumplir siete décadas de vida, Campos lo resuelve con una frase: “Es muy difícil recibir los elogios a pie firme…”. El sentimiento en la obra Vía telefónica, desde su departamento en Guadalupe Inn, el autor de obras como ‘Muertos y disfraces’, ‘La desaparición de Fabricio Montesco’, ‘No pasará el invierno’ y ‘Juegos de manos: antología de la poesía hispanoamericana de la mitad del siglo XX’, entre muchas otras, reflexiona sobre el significado del acto en la Sala Ponce de Bellas Artes: “Más que en las artes --porque el reconocimiento es del Instituto Nacional de Bellas Artes--, me enorgullezco de lo que he caminado en la literatura: He leído, he viajado, he tenido amigos, eso ha sido mi vida. Uno no puede opinar sobre lo que escribe, siempre es prescindible el juicio del propio autor. Pero lo que sí me deja satisfecho es la labor de traductor de poesía, unos 30 libros… más de los 25 que en total he hecho en poesía, ensayo, cuento, crónica. La traducción de los poetas, más que todo eso. “Estoy seguro de que mis traducciones son una obra, lo otro no lo sé. Para escribir uno siempre tiene grandes modelos, sabe que Goethe es su modelo, pero que no va a ser Goethe. En cambio, uno traduce a los autores que le son afines, se es un traductor lúdico y no profesional. Estuve en Arlés, Francia, en el Colegio de Traductores Literarios. Había gente con más de cien libros traducidos, trabajaban a destajo, tenían la prisa de traducir. Uno tiene modelos de traductores, como Paz, pero el mejor para mí es Eduardo Lizalde con ‘Baja traición’”. --Y de sus traducciones, ¿qué autor u obra prefiere? --‘Pequeños poemas en prosa’, de Charles Baudelaire. Está escrito con la prosa de un clásico, me daba temas. Era como Borges, que al leer sus poemas siempre te da ideas para tus propios escritos, aunque estuviera hablando de cosas distintas. Le daba un giro. Escribiendo para Proceso leía los ensayos de Borges. Menciona además ‘La temporada en el infierno’ de Arthur Rimbaud, ‘La alegría’ de Giuseppe Ungaretti, y las obras del austriaco Georg Trakl y Cesare Pavese. Dice: “Los mejores traductores de poesía son los poetas, y no siempre el gran poeta es el que traduce al gran poeta. Lo mejor de Alfonso Reyes no era su poesía, pero su traducción de los diez cantos de ‘La Ilíada’ es inmejorable”. Señala que hay “hazañas de la traducción”, y que las dos hazañas de la traducción mexicana son esa de Reyes y la muy reciente del ‘Hamlet’, de Tomás Segovia, donde traduce “Ser o no ser. De eso se trata” (y no “ser o no ser, esa es la cuestión”, como tradicionalmente se ha hecho). Entonces empiezan a aparecer los nombres de sus poetas preferidos: Entre los mexicanos, López Velarde, Pellicer, Sabines, Paz, Bonifaz, Lizalde. “Siempre me gustaron los poetas más terrestres…”. Y de los universales, “Borges, Valéry, Elliot y Paz, en ese orden”. Cuando se le pregunta cómo se define como escritor, acota: “Uno que ejerció diversos géneros, diría que fui ante todo poeta y ensayista. Quisiera ser recordado, al menos, por uno solo de los poemas que escribí”. --¿Cómo cuál? --Por ejemplo, que alguien recordara “Viernes de Jerusalén”. Es donde más he podido unir la biografía personal con la situación política en el Medio Oriente, con el catolicismo en el que yo crecí y del que me alejé, y porque es a su vez una metáfora de la Vía Dolorosa. Es como una caminata que hago al Santo Sepulcro, donde se cree que Jesús fue crucificado… --¿La vida como martirio? --No martirio, pero el escritor en general escribe en momentos que son más dolorosos o tristes, más como poeta. Aunque después corrijas, quieres siempre dejar la emoción esencial, esa primera impresión. Cada palabra debe estar muy meditada. Debe haber una matemática de la emoción en el poema. Y el poema o el arte sin emoción en general, es una contradicción. No es algo abstracto o intangible, tengo animadversión al lenguaje por el lenguaje, a los divertimentos o a un juego, es un error decir que eso es poesía. --Borges, Paz… poetas de construcciones elaboradas. --Sí, pero la parte intelectual es lo que menos me interesa. “Nocturno de San Ildefonso” es perfecto. Borges también es desgarrado y confesional, siempre hay como una confesión de lo que pudo ser, como en “El poema de los dones”, donde habla de su ceguera. Y recita aquellos versos de otro poema: … siempre está a mi lado La sombra de haber sido un desdichado. “Neruda --sigue-- hablaba de la poesía de la impureza, poetas que están apegados a la tierra, con sangre, con aullidos…”. Y concluye: “De joven mis modelos fueron Neruda y Vallejo”.

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