Política exterior: problemas no resueltos y ausencias notorias

sábado, 7 de diciembre de 2019 · 09:53
CIUDAD DE MÉXICO (Proceso).- En política exterior el primer año del gobierno de López Obrador tiene dos rasgos sobresalientes: la renuencia a tener presencia fuera del país y la decisión de ser amigable con el gobierno de Trump. El resultado ha sido ambivalente. Ha bajado el tono de hostilidad de Trump hacia México pero están sin resolver los puntos principales de la agenda. La decisión de no viajar al exterior ha subrayado la prioridad de los problemas internos, pero ha eliminado la presencia de México en foros de indudable utilidad para ejercer contrapeso a la vulnerabilidad frente a Estados Unidos. No recuerdo presidente de México que haya llevado a mítines populares el mensaje de buscar la conciliación con el gobierno del país del norte. Lo normal entre los dirigentes políticos era buscar el aplauso fácil que surge espontáneamente cuando se agita el nacionalismo frente a Estados Unidos. AMLO ha escogido una ruta novedosa; pide que alcen la mano para apoyar la amistad con Trump. Se distingue con ello no sólo de sus antecesores, sino de la mayoría de los líderes de izquierda en América Latina. En su vocabulario no tiene lugar el “imperialismo yanqui”, clara distancia con movimientos como el chavismo, de cuya cercanía se le acusaba tan insistentemente. Ahora bien, buscar la simpatía con Trump no ha sido suficiente para que se destraben los puntos difíciles de la relación México-Estados Unidos. En primer lugar, la ratificación del T-MEC. El asunto se encuentra ahora en la cancha del Partido Demócrata. No coincido con la opinión según la cual retienen la aprobación como parte de la disputa electoral. La clientela de dicho partido comprende a importantes sindicatos en Estados Unidos que tradicionalmente han sido críticos del libre comercio con México. El tema de la ventaja que dan los bajos salarios en nuestro país no es un señalamiento trivial; es el punto débil de un acuerdo entre países con niveles de desarrollo muy distintos. Exigir mayores compromisos a México, como ocurrió cuando llegó Clinton al poder, no sería algo inesperado. Por lo pronto, todo se encuentra en espera, retrasando la señal que tanto anhelan inversionistas mexicanos que tienen dudas sobre el futuro de la economía mexicana sin la certidumbre del T-MEC. El segundo punto que se encuentra en momentos difíciles en materia de política exterior es el asunto de la migración centroamericana en tránsito por México para ingresar a Estados Unidos. El fenómeno no es nuevo, ha estado presente con altibajos, parecidos a los que se presentaron este año, desde finales del siglo pasado. Lo que cambió fue el discurso y las acciones de Trump, inspirado por sus principales asesores, partidarios del supremacismo blanco y decididos a convertir a los solicitantes de asilo o refugio en una “amenaza” a la seguridad nacional de Estados Unidos. Con el inicio de la lucha electoral para la reelección de Trump, esa aproximación ha cobrado fuerza. [caption id="attachment_608903" align="alignnone" width="660"] Cartón de Rocha[/caption] No cabe recordar aquí la presión ejercida por los dirigentes estadunidenses para convertir a México en un “tercer país seguro”. Se ha evitado aceptarlo formalmente aunque, de facto, se han asumido compromisos que simplemente no son sostenibles. Tanto en la frontera norte como en la sur hay situaciones de extrema fragilidad, en las que ocurren violaciones de derechos humanos, actos de violencia, albergues saturados y fuera de control, acciones de la recién creada Guardia Nacional para la que no se tiene ni la preparación ni las líneas de mando adecuadas. Crisis de mayor envergadura pueden surgir en cualquier momento. El tercer elemento en política exterior sin resolver es el de las relaciones en materia de seguridad con Estados Unidos. Hay enorme opacidad e incertidumbre sobre cuáles son los acuerdos existentes para la cooperación en ese campo. La Iniciativa Mérida ha dejado de ser un referente, aunque algunas partidas para ejercerla están todavía presentes en el Congreso de Estados Unidos. Las agencias estadunidenses en materia de inteligencia y seguridad operan en México, como siempre, sin que haya certeza sobre cuáles son sus contrapartes y qué tipo de coordinación existe con ellas. Se habló alguna vez, durante el gobierno de Peña Nieto, de una “ventanilla única” para asuntos de seguridad, que estaría ubicada en la Secretaría de Gobernación. Todo hace pensar que ya no existe ahí, pero no sabemos si se fue a la Secretaría de Seguridad Pública, Defensa, Marina o Relaciones Exteriores, aún menos sobre la coordinación que para esos fines existe entre dichas secretarías. Al momento de cerrar este artículo se ha abierto un caso muy difícil, creado por declaraciones de Trump según las cuales lleva tres meses trabajando para incorporar a los cárteles de la droga mexicanos en la lista de organizaciones terroristas extranjeras. Dado el momento político en que se dio esa información, se puede considerar un acto de campaña. Se conoce el regocijo del electorado de Trump si se golpea a México. Sin embargo, de concretarse dicha designación, estamos en el inicio de una etapa de tensiones y malentendidos en la que pueden tener lugar confrontaciones diplomáticas muy serias. En otro orden, a pesar del acotamiento de la acción internacional, resultado de la decisión presidencial de no hacer visitas de Estado ni acudir a foros multilaterales, el gobierno de López Obrador ha sido actor significativo en problemas que han tenido lugar en América Latina y en la Organización de Estados Americanos (OEA). En esta última organización, México ha sido un contrapeso al bloque integrado por los gobiernos de Brasil, Colombia, el representante de Guaidó y Estados Unidos. El papel de la OEA en el golpe de Estado en Bolivia deberá ser esclarecido, la representante mexicana ha desempeñado para ello un papel clave. Finalmente, el otorgamiento de asilo a Evo Morales se inscribe bien en la tradición de asilo político a líderes del epectro más liberal y progresista de la región latinoamericana. Los escenarios hacia el futuro en materia de política exterior no son alentadores. La situación es enormemente incierta en los países vecinos hacia el norte y hacia el sur. Trump podría ser reelecto y en el conjunto de América Latina se atraviesan momentos de gran inestabilidad económica y política. Internamente se advierte un decidido activismo por parte de Marcelo Ebrard quien reacciona, atinadamente, a retos y provocaciones provenientes del exterior. Buen instinto político pero que, definitivamente, no remedia la ausencia de una visión estratégica en el gobierno de AMLO para mejorar la inserción de México en el mundo. Este análisis se publicó el 1 de diciembre de 2019 en la edición 2248 de la revista Proceso

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