Manuel Azaña y los 80 años del exilio español

sábado, 21 de diciembre de 2019 · 12:12
Creada en 1994 para reivindicar la obra y vida de quien fue presidente de la Segunda República de España, la Asociación Manuel Azaña es presidida por el escritor y periodista Isabelo Herreros. Para el exprofesor de la Universidad Complutense de Madrid, el pensamiento y la acción política de Azaña siguen vigentes, en tanto que la secularización propuesta por él aún está pendiente, pues la Iglesia mantiene un poder incluso superior al que tuvo antes de la Guerra Civil. CIUDAD DE MÉXICO (Proceso).- A 80 años del término de la Guerra Civil Española y la llegada a nuestro país de los exiliados republicanos, la derecha heredera de Francisco Franco se niega a condenar la dictadura impuesta por casi 40 años e incluso a reconocer la verdadera historia: Que más que una lucha intestina, fue una invasión de los países del eje profascista. Así lo explica en entrevista con Proceso, de visita en México, el escritor y periodista, exprofesor en la Universidad Complutense de Madrid, Isabelo Herreros, presidente de la Asociación Manuel Azaña, creada en 1994 para reivindicar la obra y vida de quien fue presidente de la Segunda República y –a decir suyo– el principal estadista de aquellos años. Cuando se fundó la institución, dice, la información acerca de la República y de Manuel Azaña era muy maniquea. No se tenía suficiente bibliografía sobre él e incluso la figura del presidente era denostada tanto por la derecha como por la izquierda. Asume entonces como propósito reivindicar al personaje y esa parte de la historia, desde los ámbitos cultural, académico y político, a través de diversas actividades. Se le pregunta por qué la izquierda lo denostaba si se podría pensar en la coincidencia de causas. Dice que, en los años de la transición, los partidos Comunista y Socialista tuvieron visiones contradictorias: por un lado eran muy revolucionarios, pero por otro no tenían conocimiento de la realidad internacional. Nacido en la villa de Miguel de Cervantes, en Alcalá de Henares el 10 de enero de 1880, Azaña gobernaba cuando estalló la Guerra Civil el 18 de julio de 1936, apoyado por el Frente Popular. Y opina que los partidos actuales en nada se parecen a la izquierda revolucionaria de entonces. El Socialista ha adoptado medidas neoliberales y el Comunista posiciones “bastante pragmáticas”. Azaña ganó las elecciones de manera limpia y quería hacer una transformación radical, con base en una revolución en la enseñanza, la política social, educativa y cultural, por lo cual representaba un peligro para los privilegios, principalmente de la Iglesia católica; y es que emprendió una secularización con el fin de someterla a las leyes y limitar su injerencia en la educación. “De manera que la figura de Azaña fue muy combatida y fueron feroces. Incluso el bienio que hubo de gobierno de derecha durante la República, lo encarcelaron, con acusaciones falsas.” Según el sitio de internet de la asociación, se le acusó de estar involucrado en los sucesos revolucionarios de Asturias y Cataluña, de 1934. Durante el franquismo, sigue el escritor, se le acusaba de todo “incluso de si era homosexual o si estaba en la masonería”. El organismo busca demostrar que el pensamiento y la acción política del presidente están vigentes y que en España aún está por hacerse la transformación y la secularización propuestas por él, pues la Iglesia mantiene un poder incluso superior al que tuvo. Cita, como ejemplo, la existencia de sectas como los Legionarios de Cristo y el Opus Dei, ambos con presencia también en México. Y enfatiza que su poder es superior al de la época franquista, porque ahí se permitían nombrar obispos y controlarlos. Ahora no, y la Iglesia está metida en la salud, a través de la Federación de Hospitales Católicos, la educación, y además el Estado les asigna recursos con el pretexto de que hay una necesidad. Herreros considera que la política social en general ha tenido un empobrecimiento “tremendo”. En cambio, en la República partía de los principios de equidad y justicia social que no se ven ahora. La juventud no tiene porvenir, emigra, se marcha de España, en fin. La España de hoy está integrada a la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN). Y miembros de su ejército siguen siendo abiertamente profranquistas. De ahí la pretensión de llevar los restos del falangista a la catedral de Almudena, hasta que el pasado 24 de octubre fueron exhumados del Valle de los Caídos y trasladados al cementerio de Mingorrubio. Le parecía un contrasentido que habiendo sido construido por presos políticos y estando enterradas más de 30 mil personas, en su mayoría republicanos, llevados “sin consentimiento de sus familias”, estuviese ahí Franco. Califica asimismo de “burla” que el sitio se mantenga con dinero público, cuidado por una comunidad de frailes benedictinos, “cuya única función es mantener la memoria del dictador”.

Una invasión

Autor de Mitología de la cruzada de Franco, y prologuista de los libros De la cárcel al poder. Discursos de Manuel Azaña en Política y Azaña imprescindible. Sus grandes discursos, Herreros se acercó al pensamiento del presidente al incorporarse al que fuera su partido Izquierda Republicana. Al preguntarle si en el marco del aniversario ochenta de la República y el exilio hubo algún pronunciamiento de la derecha, responde que no quieren tocar el tema. En el partido de “extrema derecha Vox”, hay dirigentes que todavía pertenecen a una línea familiar del dictador. Y el Partido Popular fue fundado por un ministro del general Franco, Manuel Fraga, así que “no hay manera de sacarles una condena de la dictadura a sus dirigentes”. Lo peor, agrega, es que constantemente arremeten contra los republicanos porque no quieren reconocer la verdadera historia, la de que no hubo una guerra civil: “Lo que hubo en España fue una guerra de invasión, en la que participaron tropas regulares de tres países del llamado Eje profascista o prohitleriano: Alemania con la aviación, con la Legión Cóndor, que destruyen la ciudad de Guernica. Italia, que participa nada menos que con 150 mil soldados desplegados desde el primer momento hasta el final, ¡fue una barbaridad! Y luego varios miles de tropas regulares de Portugal que también era un país fascista en aquella época. Más los mercenarios marroquíes que eran miles y miles.” Resume que la República contaba sólo con sus efectivos y un grupo de voluntarios que no pasó nunca de 25 mil o 30 mil personas de las Brigadas Internacionales de diversos países que en 1938 el gobierno republicano decidió retirar. Franco no retiró las tropas extranjeras y contó con el apoyó de la Iglesia. Luego vinieron “los cuarenta años de dictadura inmisericorde”, con encarcelamientos, torturas, ejecuciones: “El franquismo acaba en 1975, y lo último que hace Franco es firmar cinco sentencias de muerte, que se ejecutan.” Es parte de lo que la derecha no quiere asumir, dice, ni tampoco la izquierda porque, al final, no quieren que se sepa cómo se repartieron “el botín” que se expropió, pues la República era una España con su burguesía, sus clases proletarias, medias, con gente que tiene sus bienes, fábricas, propiedades y se les expropian, de eso no se ha dado cuenta”.

Ley de la Memoria

En diciembre de 2007 fue aprobada la Ley de la Memoria Histórica para reconocer a las víctimas de la Guerra Civil y la dictadura, pero no contempla la apertura de fosas comunes. Además, agrega Herreros, el gobierno carece de políticas de investigación, por lo cual la ley se queda pobre: No hay disposiciones que la hagan ejecutable, queda a voluntad de un ayuntamiento. Y para abrir las fosas se requiere de permisos de los dueños de las fincas o propiedades privadas. El trabajo lo han hecho asociaciones memorialistas: “Y no es porque no lo hagan bien, pero es privatizar la labor del Estado, de la política de las fuerzas comunes. Estamos hablando de delitos, tiene que hacerse un levantamiento con presencia judicial. Todo debería ser financiado por el Estado (pero se le había otorgado presupuesto cero), no basta una disposición legal y ejecutiva. Entonces resulta una broma cruel. Es como si ahora mismo, en un atentado muere una persona y el Estado le dice a la familia: ‘toma tres mil pesos y arréglate, llévate el cadáver y todo eso’. ¿Pues qué broma es ésta? Parece que hay un compromiso del presidente Pedro Sánchez de hacer una reforma a fondo de esa ley.” –¿Ningún presidente español ha pedido alguna disculpa pública por los republicanos muertos? –Ni el presidente ni la jefatura del Estado, porque ahora mismo hay un rey que tampoco ha pedido disculpas, y para el exilio lo mismo. Y es terrible lo ocurrido para la gente que se quedó en España, pero también la que tuvo que marchar sin poder volver, morir en el exilio y tratar de rehacer sus vidas. Y con un colectivo cuyo destino fue todavía más terrible: el de los españoles internados en campos nazis. Unos diez mil, y de esos diez mil hay unos siete mil que fueron asesinados por los nazis. Al menos medio millón de españoles cruzaron la frontera con Francia y en su mayoría fueron internados en campos de a cielo abierto. Pero otros sufrieron los horrores de los nazis. Y fue Francia, quien “en los años cuarenta, una vez terminada la Segunda Guerra Mundial, creó un ministerio de antiguos deportados y se encargó de comunicar, intentar localizar a las familias e intentó comunicárselo oficialmente al Estado español, para efectos de registro civil, pero éste no hizo nada”. Se le comenta que en México siempre se conmemora al exilio como una gran aportación intelectual al desarrollo del país, y se le cuestiona si se reconoce así allá. Lamenta que hay un desconocimiento, “incluso en ámbitos académicos porque hay mucha pereza a profundizar en los datos”. Y basta ver las listas de pasajeros que llegaron en los barcos Ipanema, Mexique, Sinaia, y ver sus profesiones y estados civiles para descifrar quiénes salieron, aunque incluso la izquierda española acusó que no se fueron “más que los señoritos, o sea los intelectuales”, cuando hubo también muchos trabajadores manuales que debieron exiliarse sólo por haber estado afiliados a un sindicato. Recuerda también que cuando el exilio llegó a México, acogido por la “política valiente” del general Lázaro Cárdenas, hubo muchos sectores de la sociedad hostiles, entre ellos el Partido Acción Nacional, y una comunidad profranquista. “Pero la política del general Cárdenas respecto a la República y los exiliados fue decidida y valerosa, probablemente es una de las páginas de ética y dignidad política más importantes que se han escrito en la historia.” Cuando se le interroga si España está conmemorando igual el aniversario del exilio, el escritor reflexiona unos segundos y comenta que se estaría “casi en el terreno del humor”, pues cuando Pedro Sánchez llegó al gobierno se creó, en el Ministerio de Justicia, una Dirección General de la Memoria, pero no se le otorgó presupuesto y el puesto está vacante, y “todo ha quedado ahí en un logotipo”. Ya en el ámbito académico y de las asociaciones sí se han hecho congresos, con sus propios medios, porque “sí es una conmemoración importante”.

Azaña

  El tema de la República y el exilio son inherentes a México porque los refugiados se incorporaron a la vida académica, artística, cultural, laboral y cotidiana. Algunos eligieron volver a España en su oportunidad. Otros optaron por la nacionalidad mexicana y murieron aquí. Pero además se le brindó refugió al presidente Manuel Azaña, perseguido por la falange, en una extensión de la embajada mexicana en Vichy, Francia, instalada en el Hôtel du Midi, en Montauban, en donde murió acompañado por el embajador Luis I. Rodríguez y otros diplomáticos mexicanos. El historiador jalisciense José María Murià afirma por ello que murió en territorio mexicano. Y ha narrado que su féretro fue cubierto por la bandera de México ante la negativa de las autoridades francesas a que se le colocara la republicana. Un tema que está desarrollado en el número especial sobre el exilio que Proceso está por publicar. Ciertamente, reconoce Herreros, Azaña murió en el Hôtel du Midi, protegido por México, aunque considera el tema de la bandera como discutible, pues dice que se basa en las memorias del embajador Rodríguez, quizá “bien intencionadas, pero exageradas”, lo que no desmerece la ayuda que México brindó en todo momento a la República. Rodríguez era muy joven y no tenía la madurez política de diplomáticos como Gilberto Bosques, y “es curioso porque Bosques y otros mantienen su presencia vinculada a las conmemoraciones republicanas y de Rodríguez no se sabe qué pasa con él”. Se ha dicho que cuando Azaña estaba moribundo, su esposa Dolores pidió la presencia de un religioso para que le diera la extremaunción. Herreros califica de falsa esta versión y señala que en los años ochenta ella desmintió en un programa de televisión el hecho. Lo que realmente sucedió es que la Gestapo y la policía española detuvieron a su hermano Cipriano Rivas Cherif, amigo de toda la vida de Azaña, en Pyla-sir-Mer. “Les entra la desesperación de que lo van a matar en España, y dentro de las gestiones que hace la señora Azaña habla con el obispo Pierre-Marie Théas y otros religiosos que se movían por ahí. Él visita a Azaña cuando todavía está con lucidez, no le pide nada porque él se habría negado enérgicamente.” Cree que quizá ya después de muerto pudo chantajear a la viuda, de si le permitía darle la extremaunción, él podría ayudarle con ciertas gestiones. Y como “son momentos dramáticos, donde la mujer asiste por un lado a la agonía y muerte de su marido y por el otro a la tragedia de su hermano detenido y seguramente destinado a ser fusilado, que el obispo aprovecha una situación terrible, pero ya Azaña está muerto cuando él entra a la habitación, no sé qué validez pueda tener esto en el ámbito religioso”. Herreros recuerda que en el círculo más cercano de Azaña había personajes como el escritor mexicano Martín Luis Guzmán, y sus colegas hispanos Ramón del Valle-Inclán y Enrique Diez-Canedo, con quienes se reunía en tertulias. Estaba también el regiomontano Alfonso Reyes, que vivió muchos años en la península y participó en el Ateneo de Madrid, y quien posteriormente creó la Casa de España para acoger a los intelectuales refugiados, base para la fundación de El Colegio de México. Recuerda por igual a Santos Martínez Saura, exiliado que pronto se convirtió en un empresario cinematográfico. Fundó el Cine Magerit en avenida Juárez (luego fue el Variedades, cuyo edificio de bella fachada está hoy en el absoluto abandono). Tenía cines por toda la República y mantuvo hasta el final su lealtad a Manuel Azaña. A los exiliados que vieron la oportunidad de volver a España se les prohibió hacer política. Martínez Saura estaba en desacuerdo con la forma en que se hizo la transición, “olvidando toda la memoria republicana y sin legalizar los partidos republicanos, tenemos su archivo, que entre otras cosas, tiene manuscritos de Azaña, una correspondencia con muchas personalidades de México y también del exilio”. El presidente de la asociación destaca que Azaña tuvo una formación de estadista desde muy joven, fue un gran escritor, ganador del Premio Nacional de Literatura en su país y un gran conocedor de la historia. Sin embargo, lamenta, hasta hoy sólo el presidente José Luis Rodríguez Zapatero había visitado su tumba en Montauban. “Pero ya había dejado el cargo. Pedro Sánchez fue también a poner una corona de flores. Visitaron igualmente la tumba de Antonio Machado, en fin, está mucho mejor que lo anterior pero no llega ni mucho menos el reconocimiento de ese hecho concreto que fue la protección de México.” –¿La asociación ha tenido en algún momento la intención de que los restos de Manuel Azaña regresen a España? –No. En primer lugar por la voluntad del propio Azaña, quien dejó dicho “donde caiga que me dejen y den mi cuerpo a la tierra”. Segundo, la voluntad de la familia, que es propietaria de la sepultura. Y por una cuestión de índole histórica y política: “En España no recibiría los honores que recibe todos los años en Francia, incluso tenemos muchas experiencias en este ámbito de la extrema derecha de profanar monumentos. Entonces, de ninguna manera.” Les interesa que se recuerde que los hechos ocurrieron así, y que se le enterró fuera de su patria. Evoca un “divertido” ensayo escrito por el propio Azaña en los años veinte del siglo pasado, titulado Quintana en la infausta remoción de sus huesos: “Quintana era un poeta del siglo XIX, al que le trasladan muchos años después, al Panteón de Hombres Ilustres y entonces Azaña se ríe de esa pasión de los españoles por andar con los cadáveres de allá para acá, ese trasiego, ironiza mucho. Dice que ‘algunos se revolcarían en las cenizas de Cervantes si pudieran’, y dice: Es mejor “morirse de puntillas, sin que nadie se entere, en lugar desconocido, para que no le vayan cien años después a cribarle a uno las cenizas cuando menos lo espera”. Este texto se publicó el 15 de diciembre de 2019 en la edición 2250 de la revista Proceso

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