La opresión a los indómitos yaquis en "Laberinto Yo’eme"

domingo, 29 de diciembre de 2019 · 05:01

La defensa de su territorio ha sido una constante en la lucha de los yaquis, etnia a la cual el expanista Guillermo Padrés Elías les negó el derecho a existir como tribu durante su periodo gubernamental de 2009 a 2015 en Sonora. Las cosas han empeorado para ellos y es así como el valenciano Sergi Pedro Ros documenta varias de sus duras batallas contra la explotación del hombre blanco en Laberinto yo’eme, cinta que estalla como un grito justiciero en medio del desierto.   

CIUDAD DE MÉXICO (Proceso).- Los yaquis siempre han defendido su cultura y su existencia milenaria. Siguen en lucha, ya que el gobierno de Sonora construyó el acueducto Independencia, que desde 2013 desvía “ilegalmente al año” 75 millones de metros cúbicos de agua del río Yaqui a la ciudad de Hermosillo.

La etnia es acosada por megaproyectos impulsados por empresas en alianza con el gobierno y el crimen organizado. Además, han inundado su territorio con metanfetamina y los yaquis padecen una pobreza extrema.

Todos estos problemas los exponen indígenas de la misma tribu –asentada originalmente a lo largo del río Yaqui– en el documental Laberinto Yo’eme, de Sergi Pedro Ros, quien en entrevista señala:

“Me parece una valentía inconmensurable que el pueblo yaqui se muestre con esa honestidad frente a la cámara. Eso lo valoro muchísimo. Deseo que el largometraje agite conciencias, genere el malestar por su situación y empecemos a hablar de temas que son urgentes de atender.”

Laberinto Yo’eme –Mejor Ópera Prima en la 14 edición del Festival Internacional de Cine Documental de la Ciudad de México DOCSMX, efectuado del 10 al 19 de octubre pasado– se proyectó para los yaquis el 13 de este mes en Loma de Guamúchil; el 14, en Vicam, y el 15, en Potam.

Pedro Ros nació en Valencia, España; estudió historia en la Universidad de Valencia e hizo su maestría en cine documental en el Centro Universitario de Estudio Cinematográficos (CUEC), ahora Escuela Nacional de Artes Cinematográficas, de la UNAM. Hace alrededor de seis años conoció a unos danzantes yaquis y al hacerse amigos, le comentaron su adicción con las metanfetaminas y su situación:

“En ese momento no sabía mucho de la comunidad yaqui. Sus conflictos me generaron angustia y empecé a investigar. Me di cuenta que su disyuntiva era política y muy grave: el despojo del agua de su río. Luego noté que han vivido en la opresión y agresiones constantes en los últimos siglos. Concretamente en estos 150 años recientes han vivido una historia de desalojo constante, de intentos de exterminio, genocidio y deportaciones; toda una serie de hechos que han mermado mucho a la población. Los yaquis siempre han resistido estos embates.”

Enfatiza el también productor del largometraje:

“Toda su historia la relacioné con el despojo del agua del río Yaqui y la introducción reciente de drogas, metanfetaminas en particular, y los ataques a la comunidad del crimen organizado. Reparé en que posiblemente estábamos ante un intento de extermino, con herramientas más modernas y más sofisticadas. Incluso uno de los personajes platica en la película que antes el gobierno mexicano mandaba al Ejército a exterminar al pueblo, y ahora lo hace a través del crimen organizado y las metanfetaminas.

“Ellos también relacionan estas nuevas herramientas como arma de exterminio, cosa que sucede en muchas partes de México. Es una historia que lamentablemente, aunque hayamos tomado la particularidad de los yaquis, podemos verlo en muchas comunidades indígenas de la nación.”

La ley del hombre blanco

En el documental se lee al inicio:

Antes de que existiera el tiempo, hubo un pueblo guerrero con fuertes tradiciones y arraigo a la naturaleza que decidió asentarse a orillas del río Yaqui, en el noroeste de México: los Yo’emes. Tras su primer encuentro con los forasteros, ocurrido hace ya siglos, afrontan continuos intentos de exterminio por parte del hombre blanco: el Yori.

Pedro Ros ha trabajado Laberinto Yo’eme durante cinco años, “de noche y día”. Realza que “un documental de este carácter se cuece a fuego lento y requiere de mucha reflexión, de arduo trabajo colectivo, no sólo con el equipo de la película, sino con los mismos yaquis”.

–¿Fue complicado entrar a su territorio y filmarlos?

–Para que me permitieran compartir sus testimonios, siempre les dije de manera clara, directa, sencilla y honesta qué tipo de película íbamos a realizar, y que necesitamos de su colaboración. Pedimos muchos permisos, hubo que cumplir muchísimos protocolos. Aparte de establecer la relación con el pueblo, de presentarle respetos, también decidíamos con ellos cuál era la forma de presentarse frente a cámara, porque cada quien ha pasado por una serie de situaciones (las cuales se exponen en la cinta), y la mayoría no son fáciles de contar o tratar de manera cinematográfica. Muchos han sufrido la cárcel y el exilio o viven en la atadura de las drogas, en fin. Hubo otras zonas donde no se nos permitió la entrada y nosotros entendimos, porque al final ellos tienen la última palabra.

–En el filme los yaquis relatan que reclaman los despojos del gobierno y los ataca con el crimen organizado, ¿qué opina?

–Es un conflicto muy enredado y había una complejidad narrativa muy fuerte a la hora de abordar los dos tópicos y de relacionarlos, porque no es fácil por la situación que están atravesando. Lo que sucede es que a las oligarquías blancas de este país no les gusta en absoluto que existan pueblos indígenas que sean dueños y depositarios de su territorio, a quienes se les debe de consultar si se construye un acueducto o una mina a cielo abierto, o cualquier otro megaproyecto en el territorio.

“Dichas oligarquías están acostumbradas a elaborar lo que se les pegue la gana y no están acostumbradas a consultar a nadie, mucho menos a gente indígena, en dónde puede o no invertir su dinero y en qué superficie puede o no extraer mineral, extraer agua o cualquier otro tipo de materia prima. Aquí es: ‘Te quito el líquido vital y al mismo tiempo introduzco un veneno y al crimen organizado’ para que genere violencia en la comunidad y desestabilice a una sociedad que estaba en paz. Tiene que ver con un intento de exterminio, porque en cuanto los yaquis no existan, los oligarcas podrán abrir todas las minas a cielo abierto que quieran y usar el agua para lo que les dé la gana”.

El filme muestra cómo los yaquis se organizan con las pocas armas que poseen, para defenderse. Ros complementa:

“Es una comunidad muy valiente que ha vivido básicamente en la autodefensa desde que surgió. Todos los personajes de la cinta hablan con una madurez política. Al final, lo único que demandan es seguir existiendo y que el río corra para tomar agua, y la violencia baje en el área”.

Traición a “Tata” Lázaro

El 22 de octubre de 1940 fue publicado en el Diario Oficial de la Federación el Decreto del presidente Lázaro Cárdenas del 30 de septiembre de 1940 que restituye y titula el territorio a la tribu yaqui, otorgándoles el derecho a 50% del agua existente en el caudal de dicho río.

(https://www.scielo.org.mx/scielo.php?script=sci_arttext&pid=S0187-01732014000200008)

Tantas fueron las horas de grabación, que a Pedro Ros le llevó dos años editar la película con Roberto Bolado, Andrés García y Víctor Romero. La fotografía estuvo a cargo de César Gutiérrez Miranda. Igual producen el proyecto Pablo Aldrete, Antonio Alfaro, César Alberto García, Juan García Calvo, Gabriela Gavica, Carlos Hernández y Jaime Romandía, con apoyo del Foprocine-Imcine.

“Hay muchísimos personajes, de tal manera que como espectador llegas a confundir los rostros. Se plantea una voz colectiva de autoridades del pueblo, mujeres que informan que les falta agua y niños que juegan a bailar la Danza del Venado. No hay nombres, para que ninguno fuera más importante que otro porque así es como ellos se conducen”, narra el realizador, quien confiesa:

“Confiamos en la película para poder cambiar realidades y mentalidades para poder resolver ciertos problemas, y estamos ante un momento histórico, ya que México cuenta con un gobierno que pretende platicar con los indígenas mirándolos a la cara y no tratándolos como: ‘¡Pobrecitos, necesitan dádivas a cambio de votos!’. Por eso es importante Laberinto Yo’eme, para que dejen de hostigar y agredir a los yaquis.”    Este texto se publicó el 22 de diciembre de 2019 en la edición 2251 de la revista Proceso

Comentarios