Un infierno, si se apaga la lucha contra el calentamiento global

sábado, 1 de febrero de 2020 · 10:43
En un contexto en el que las acciones de los principales gobiernos del mundo han sido insuficientes para revertir los efectos del cambio climático, la Organización Meteorológica Mundial advierte: “El año 2020 comienza igual que terminó 2019, con fenómenos meteorológicos y climáticos de efectos devastadores”. Según estudios de diversas dependencias de gobierno y de investigación, 2019 es el segundo año más caluroso (detrás de 2016) desde que se tiene registro. De seguir la tendencia, el futuro es desalentador.   Ginebra (Proceso).– 2019 ha sido el segundo año más caluroso de la historia después de 2016, revela un informe de la Organización Meteorológica Mundial (OMM) en el que documenta que desde 1980 cada década ha sido más cálida que la anterior. Lo peor es que advierte que dicha tendencia al alza continuará debido a los niveles “sin precedente” de gases de efecto invernadero que atrapan el calor en la atmósfera. De acuerdo con un análisis realizado por la OMM sobre los principales conjuntos de datos internacionales, las temperaturas medias de los últimos periodos quinquenal (2015-2019) y decenal (2010-2019) “fueron las más elevadas de las que se tiene constancia”.  La temperatura mundial anual de 2019 es una media calculada a partir de los cinco conjuntos de datos empleados en el análisis y su valor está 1.1 grados centígrados por encima de la media del periodo 1850-1900, intervalo considerado representativo de las condiciones preindustriales.  2016 sigue siendo el más cálido del que se tienen datos a consecuencia de la combinación de un episodio de El Niño de gran intensidad –que ejerce un efecto de calentamiento– y el cambio climático a largo plazo. “El contenido de calor de los océanos ha alcanzado niveles récord. Si se mantiene la tendencia actual en cuanto a emisiones de dióxido de carbono, todo apunta a que hacia finales de siglo el aumento de la temperatura será de tres a cinco grados centígrados”, advierte el secretario general de la OMM, Petteri Taalas. 
Está que arde 
El año y la década que acaban de terminar se caracterizaron por la disminución de los hielos, un nivel del mar sin precedente, la acidificación de los océanos, el incremento de su contenido de calor y los fenómenos meteorológicos extremos.  La combinación de todos esos factores ha tenido graves consecuencias para la salud y bienestar de las personas, así como para el medio ambiente, registra el documento presentado por la OMM en el vigesimoquinto periodo de sesiones de la Conferencia de las Partes (COP 25) en la Convención Marco de la ONU sobre el Cambio Climático que se realizó en Madrid, en diciembre último.  Pese a los informes como el de la OMM, de las advertencias científicas y de los llamados urgentes, la COP 25 fue un fracaso.  “La comunidad internacional ha perdido una oportunidad importante de mostrar una mayor ambición en mitigación, adaptación y finanzas para afrontar la crisis climática”, lamentó al cierre el secretario general de la ONU, António Guterres. Sin embargo, dijo estar más “decidido que nunca” a trabajar para que 2020 “sea el año en el que todos los países se comprometan a hacer lo que la ciencia nos está diciendo” que debemos hacer, es decir, que es “necesario” ser neutrales en materia de las emisiones de carbono para 2050 y “no ir más allá de los 1.5 grados centígrados de aumento de la temperatura del planeta”. No obstante, y pese a las buenas intenciones de Guterres, el titular de la OMM asegura que “el año 2020 empieza igual que terminó 2019, con fenómenos meteorológicos y climáticos de efectos devastadores”.  En Australia, 2019 fue el año más cálido y seco del que se tienen datos, un escenario propicio para los gigantescos incendios que asolaron el país con consecuencias catastróficas para las personas y sus bienes, así como para la fauna y flora silvestres, ecosistemas y medioambiente, expone el experto de origen finlandés. “Desafortunadamente, las previsiones indican que en 2020 y en las próximas décadas se producirán gran cantidad de fenómenos meteorológicos extremos, exacerbados por niveles récord de gases de efecto invernadero”, agrega. Sumado a ello, la OMM señala que más de 90% del exceso de calor se almacena en los océanos del mundo y, por lo tanto, el contenido de calor del océano también es una buena manera de cuantificar la tasa de calentamiento global. Según un nuevo estudio elaborado con los datos de los Centros Nacionales para la Información Ambiental de la Administración Nacional del Océano y de la Atmósfera de Estados Unidos (NOAA) y del Instituto de Física Atmosférica, publicado recientemente, el calor de los océanos alcanzó un nivel sin precedentes en 2019.  Si se tienen en cuenta las mediciones oceánicas realizadas con instrumentos modernos, los últimos cinco años han sido los más cálidos jamás observados en los océanos. Además, la última década también ha sido la más cálida de la que se tiene constancia.
Plantar no basta
En la sesión anual del Foro Económico Mundial (WEF), en la estación alpina de Davos, resonaron las palabras de la joven activista sueca Greta Thunberg. Ante los asistentes, líderes empresariales, de negocios y políticos del mundo, incluyendo al presidente de Estados Unidos, Donald Trump, habló claro y fuerte:  “Nuestra casa sigue en llamas. Su inacción está alimentando las llamas por hora. Les estamos pidiendo que actúen como si amaran a sus hijos por encima de todo.” La joven pidió a los líderes mundiales que dejen de hablar de cosas irreales como alcanzar cero emisiones netas o hacer trampa para conseguir la neutralidad del carbono.  “No les estamos diciendo que compensen sus emisiones simplemente pagándole a otra persona para plantar árboles en lugares como África, mientras que al mismo tiempo los bosques como el Amazonas están siendo sacrificados a una tasa infinitamente más alta”, dijo en clara referencia a Trump, quien prometió unirse a la iniciativa del foro para plantar tres mil millones de árboles.  “Plantar árboles es bueno, por supuesto, pero no está lo suficientemente cerca de lo que se necesita y no puede reemplazar la mitigación real y la reconstrucción de la naturaleza.” La joven activista sueca aclara que no se necesita una economía baja en carbono ni reducir las emisiones, “sino más bien nuestras emisiones tienen que detenerse si queremos tener la oportunidad de mantenernos por debajo del objetivo de 1.5 grados”. 
Informe clave
La OMM usa conjuntos de datos de la NOAA, del Instituto Goddard de Investigaciones Espaciales de la NASA, del Centro Hadley de la Oficina Meteorológica del Reino Unido y de la Unidad de Investigación Climática de la Universidad de East Anglia del Reino Unido. También utiliza conjuntos de datos del Centro Europeo de Previsiones Meteorológicas a Plazo Medio y de su Servicio de Cambio Climático del programa Copernicus, así como del Servicio Meteorológico de Japón.  Este método combina millones de observaciones meteorológicas y marinas –incluidas las satelitales– con los resultados de modelos, a fin de producir un reanálisis completo de la atmósfera. De ese modo se pueden calcular temperaturas en cualquier momento y lugar del mundo, incluso en zonas con escasez de datos, como las regiones polares. El margen de variación entre los cinco conjuntos de datos es de 0.15 grados centígrados, y tanto el valor más bajo (1.05 grados) como el más alto (1.20 grados) superan en más de un grado el valor de referencia de la era preindustrial. En 2018 el Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático (IPCC) publicó lo que se ha descrito como el informe más importante que se haya elaborado en los 30 años de historia de dicho grupo y “una llamada de atención enérgica para que haga reaccionar a la gente”. El informe sobre Calentamiento Global hace hincapié en el hecho de que limitar el calentamiento a un valor de 1.5 grados requeriría de transiciones sin precedente en todos los aspectos de la sociedad e insiste en los enormes beneficios para la salud, los ecosistemas y en el desarrollo de una economía sostenible frente a un aumento de dos grados o más. Noventa y un autores y revisores de 40 países colaboraron en su elaboración y en él se incluyen más de 6 mil referencias científicas. Fue redactado conjuntamente por los tres Grupos de Trabajo del IPCC: el I, que evalúa las bases físicas del cambio climático; el II, que aborda los impactos, la adaptación y la vulnerabilidad, y el III, que se ocupa de la mitigación del cambio climático.
Imperativo moral
La OMM es uno de los copatrocinadores del IPCC, ganador del Premio Nobel de la Paz, encargado de elaborar la declaración que adoptaron los gobiernos en el Acuerdo de París para combatir el cambio climático.  El acuerdo establece el objetivo a largo plazo de mantener el aumento de la temperatura media global por debajo de los dos grados sobre los valores preindustriales y pide un esfuerzo para limitarlo a 1.5 grados. Se trata de un acuerdo que fue adoptado en 2016 con gran optimismo, pero hasta la fecha no ha sido implementado a cabalidad por ninguno de los Estados y del cual anunció su retiro Trump tan pronto como entró a la Casa Blanca. El informe explica técnicamente que es posible limitar el calentamiento a 1.5 grados centígrados, pero implicaría reducir hasta 45% las emisiones de dióxido de carbono en 2030 respecto de los niveles de 2010 y alcanzar una emisión cero en 2050.  De no tomar tales acciones, advierte, al ritmo actual de emisiones se alcanzará un aumento de 1.5 grados entre 2030 y 2052 y en 2100 el calentamiento puede situarse entre tres y cuatro grados. En este contexto la Organización Mundial de la Salud (OMS) recuerda que 7 millones de personas mueren al año por la contaminación del aire con los mismos gases que causan el cambio climático.  Además, en 2018 la cantidad de personas de más 65 años expuestas a olas de calor aumentó en 220 millones con respecto de la media del periodo entre 1986 y 2005.  Estos son sólo dos aspectos de cómo este fenómeno afecta la salud. Sin embargo, solamente uno de cada cinco países tiene estrategias de salud en materia de cambio climático. “Es un imperativo moral que los países dispongan de los recursos necesarios para luchar contra el cambio climático y salvaguardar la salud actual y futura”, afirmó el titular de la OMS, Tedros Adhanom Ghebreyesus en el marco de la COP 25. Y tal como les recordó Thunberg a los asistentes en la cita de Davos, todas las fórmulas para limitar el calentamiento global a 1.5 grados pasan por la remoción del dióxido de carbono en un orden de 100 a 1000 gigatones a lo largo del siglo XXI.  Impedir una dependencia futura a gran escala de este tipo de procedimientos sólo podrá conseguirse si las emisiones de CO2 comienzan a disminuir de manera global y significativa “antes” de 2030. Las medidas para eliminar el CO2 actual y potencial incluyen la forestación y la reforestación, la restauración de tierras de cultivo, así como la extracción, la captura directa y el almacenamiento del carbono del suelo y del aire. La mayoría de estas medidas podrían tener un gran impacto en los cultivos, la energía, el agua o en los nutrientes si se utilizan a gran escala.  Argumenta que la forestación y la bioenergía pueden competir con otros usos del suelo y pueden afectar de manera importante a la agricultura y a los sistemas alimentarios, a la biodiversidad y a las funciones y servicios propios de cada ecosistema.  Este texto se publicó el 26 de enero de 2020 en la edición 2256 de la revista Proceso

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