La reforma del Poder Judicial de la Federación en ciernes

jueves, 13 de febrero de 2020 · 09:30
CIUDAD DE MÉXICO (apro).- A finales de octubre pasado compartí ciertas ocurrencias en este espacio sobre lo que en mi opinión contribuiría a una reforma judicial con y para la gente. Obvio, nadie tenía porque leerme y menos hacerme caso. Como sea, a partir de ayer es posible compartir impresiones, puntos de vista y algunas críticas sobre la reforma que se ha presentado en público. Lo positivo de seguro se podrá leer en otro lado. Cabe aclarar que como esta columna la escribo Desde Plutón, nunca me enteré de los espacios abiertos en los cuales desde el Poder Judicial federal se invitó a las voces comunes, las de las personas que todos los días demandan justicia y garantía de sus derechos, a expresar sus pareceres sobre lo que necesitan. Mi culpa. Para nada quiero imaginar que esta trascendental reforma es solo de origen cupular, como si a quienes sirve el Poder Judicial federal no pudieran sumar nada. Dicho eso, el análisis a profundidad de esta reforma y los espacios de discusiones públicas que seguramente se organizarán en sede legislativa, darán una generosa cantidad de oportunidades para compartir comentarios y participar del debate. Mientras tanto, por ahora se pueden adelantar algunas reacciones de puro reflejo. Para que la carrera judicial funcione tiene que asegurarle real independencia a las personas que le apuestan a ella sus vidas profesionales. Dotarles de autonomía frente a todo mundo, en primer lugar respecto de las personas titulares de los lugares en los que laboran. Eso pudiera ser bien complicado de entender, y más, de compartir. La costumbre es que la gente de sus equipos atienda sus designios. Pero algo que parece menos polémico es que si se va a apostar por este sistema de profesionalización, no pueden permitirse huecos en los que algunas personas que trabajen para el Poder Judicial federal se encuentren exentas de concursos de oposición. Entre mayores sean las responsabilidades y mayores la cercanía y confianza depositadas en las personas que conformen los equipos judiciales, crece la exigencia de que esas mismas personas no le deban nada a sus titulares. Por lo que concierne a la formación judicial y al perfil de sus integrantes, no sobra reiterar que dado que el Poder Judicial federal debe ser garante ejemplar de la regularidad constitucional, resulta vital que se prepare a sus cuadros con una mentalidad acorde a la función y a los retos de nuestros tiempos. Es así que se necesita formar a defensoras y defensores de derechos humanos. No hay opción.
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  En otro tema, me provoca enorme desconfianza la posibilidad de darle soporte constitucional a la creación de órganos judiciales ad hoc. La prohibición de tribunales especiales debe continuar vigente y sin alteraciones, así que cualquier mecanismo para designar órganos jurisdiccionales para que conozcan de asuntos vinculados con hechos que constituyan violaciones graves de derechos humanos o que tengan impacto social de especial relevancia, no termina por convencerme. Aclaro, si la constitución de esos órganos se improvisa y cambia de caso en caso. Y también aclaro que similar desconfianza me generaría que para suplir ausencias en juzgados federales se permitiera que desde la Corte se enviara a su personal. Por último, para que no todo se perciba como crítica mordaz, saludo que cambien las cosas por lo que ve al reconocimiento de un sistema de precedentes judiciales. E igual gusto me da la idea de que el envío de mensajes de inconstitucionalidad a la sede legislativa se agilice. En términos de nuestra Constitución vigente, si una instancia con competencia para determinar una violación a derechos humanos decide que algo contraviene preceptos constitucionales, se debería de activar de inmediato la obligación constitucional de prevenir tal violación y no repetirla más. Por ello, facilitar la declaratoria general de inconstitucionalidad me parece positivo. En fin, cuando mejoren las cosas, Desde Plutón, ya tendré tiempo de revisar los detalles, esos lugares donde se esconden diablos. No me hace falta invitación y no necesito reflectores. Esa es una ventaja del privilegio de escribir para Proceso.

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