'Harriet”
CIUDAD DE MÉXICO (apro).– “Dios no escucha a los negros”, dice el nefasto Gideon Brodess (Joe Alwyn) a su esclava Minty o Aminta (Cynthia Erivo), luego de que el padre de ésta, el señor Brodess, le negara la libertad que legalmente le correspondía. Pero una mezcla de magia, destino y voluntad harían que Gideon se tragara sus palabras.
En un acto de valentía, Minty abandona a su marido y a su familia, pues ha decidido que prefiere arriesgarse a morir que seguir viviendo en la esclavitud. Y con su intuición, un poco de ayuda de amigos y con Dios de su lado, escapa de la plantación y llega a Filadelfia, en donde tiene la oportunidad de iniciar una nueva vida bajo un nuevo nombre. Ya no será Arminta Ross (su nombre de esclava), sino Harriet Tubman.
La cinta dirigida por Kasi Lemmons es una historia poderosa, conmovedora; un hermoso homenaje a la mujer que luchó porque los afroamericanos tuviera un lugar mejor.
El peso de Harriet recae en las proezas histriónicas de Erivo –cuyo trabajo le valió la nominación al Óscar como Mejor actriz–, pero también sobre los propios actos legendarios de Harriet, quien una vez a salvo decide regresarse por su familia y por los esclavos a los que pueda ayudar a escapar.
Las actuaciones en general son buenas, así como los demás elementos que componen la cinta; sin embargo, no llegan a ser tan sobresalientes como el trabajo de Erivo, de ahí que la cinta sólo haya tenido una nominación en los Óscar.
La historia de Harriet que vemos en pantalla es, por supuesto, de valentía absoluta, de fuerza de voluntad, la cual está cargada de misticismo e incluso hasta de magia: Y es que para Harriet Dios está de su lado, y tal vez por ello constantemente tiene premoniciones que la guían en su accionar.
Es este misticismo y esta conexión divina el motor que permite a la gente armarse de valor para escapar de las plantaciones. La gente la conoce como Moisés, en alusión al personaje bíblico que ayudó a liberar al pueblo de Israel de Egipto. Así pues, Harriet es más que una heroína.