Chávez Teixeiro y el canto por la mujer

sábado, 22 de febrero de 2020 · 10:25
Con una larga historia de letras contra cualquier injusticia desde el 68, a los casi 84 años el “rolero callejero” viene desde Inglaterra –donde radica– a interpretar las piezas del álbum Ya no quedan muchos leones con el rockero Guillermo Briseño. Habla de su formación machista, de las cantautoras destacadas y del actual movimiento de las mujeres. CIUDAD DE MÉXICO (Proceso).- Su voz grave evoca el ronroneante rugido de un felino cuyas historias han sido punta de lanza en las luchas del pueblo explotado, una denuncia de los abusos a la mujer y un regurgitar contra las injusticias del sistema capitalista, desde los albores del movimiento estudiantil del 68. Es el “rolero callejero” León Chávez Teixeiro, pintor, fotógrafo y activista nacido en la colonia Guerrero un 11 de abril hace 83 años. Como todos los inviernos abandona su guarida en Bath, Inglaterra, donde migró con su esposa escocesa Felicity Laughton hacia 1995 y torna a México cada invierno; en éste, invitado por el pianista y compositor Guillermo Briseño para tocar en vivo juntos los ocho temas del plato láser Ya no quedan muchos leones (Producciones PGP, www.pyp.com.mx). “Creo como otros compas míos que México no vive la 4ª transformación, sino la 5ª, porque a AMLO le falta la de Lázaro Cárdenas”, recibe a Proceso con una sonrisa en la Romero de Terreros, Coyoacán: “Si no te ríes, te mueres. La lucha tiene que ser con risas, alegría y baile. Si no, no sirve. Leí que Erich Fromm dijo que el amor es dar; pero no dar objetos ni regalitos, sino precisamente tu afecto, tu solidaridad, tu ternura, tu comprensión. Y tu crítica, para cuestionar hacia dónde ir.” https://www.proceso.com.mx/618925/teixeiro-y-briseno-corazones-unidos-en-la-fonoteca-nacional
Enseñando a papá
En la biografía de Jorge Gasca Salas El cantor con el sol en el sombrero. León Chávez Teixeiro, canto épico y revolución (Ed. Itaca, 2018. 442 p.), menciona que estudió en la Prevocacional 3 del Poli, “nocturna dominada por una banda de cabrones que agredían a las pocas mujeres que había”. –¿Tuvo que ver ese acoso a las chicas en su toma de conciencia sobre el machismo y la situación femenina que usted refleja en sus cuadros pictóricos como Mujer violada, de 1985, o la canción “La mujer (Se va la vida, compañera)”, grabada en 1981? –Yo vengo de una generación muy vieja y fuimos educados en un mundo súper machista. A mí me espantaban incluso algunos machos de mi barrio (en la Plutarco Elías Calles, por la orilla de Popotla, Tlatilco, etcétera); porque yo tuve tres hermanas [Arcelia, Carmela y Martha], entonces eran constantemente acosadas y con piropos supuestamente lindos. “El comentario constante entre hombres era a cuántas mujeres había violado o con cuántas se había acostado, siempre hablando mal de la mujer, que son estúpidas, traidoras… Parece exagerado, pero la pandilla hablaba de eso o de futbol o de borrachera del sábado y de las mujeres, de una manera bastante insultante. Tuve una relación cercana con mis hermanas; bueno, tuve un hermano nueve años más grande que yo, Rafael; luego ellas tres, y yo fui el último. Había ese machismo que a mí me sonaba mal, pero evidentemente yo también me desarrollé en esa educación tremendamente machista y sí, había cosas que me parecían excesos contra las chicas.”  En la Prevocacional 3 (“que era muy aguerrida”), afuera del Plan Sexenal, rememora, “unos gandallas molestaban a las tres estudiantes, una de ellas muy atractiva y a otra por gordita”: “Las agredían, y formamos un grupo para defendernos de estos tipos, y aunque suene muy romántico, nos acercamos a esas muchachas, nos hicimos sus amigos y evitamos que las agredieran; era también como defender a mis hermanas o mis tías. Estaba gacho eso que sucedía en la Prevo 3, ¿no?” Reconoce el aprendizaje de las mujeres con las que ha convivido. “Me han enseñado. Me han tratado de curar; muchas veces no lo lograron y mejor me dijeron ‘a’i te ves’. Pero no es fácil [curar] y siempre te enseñan miles de cosas. Te educan. Por ejemplo, yo viví con Manola Salas Pampín en una comuna (mamá de mi hija Mara), una mujer muy fuerte y fui cuestionado. Antes, con Margarita Barroso, también me enseñó mucho; bueno, desde mi madre [Andrea Tejeiro Jiménez, nacida en Orizaba] quien me enseñó a cocinar y cantaba conmigo; pero cuando viví con Márgara, más sobre cómo comportarme con ella y en la casa. “Y luego María Novaro [cineasta con la que procreó a su hijo Santiago, nacido en 1975], del movimiento feminista (que a mí me parece más interesante y más radical en el sentido correcto de la palabra, para comprender las raíces del problema); fui tremendamente cuestionado por ella en términos amorosos y serios durante todo aquel proceso; cuestionado del machismo que muchas veces estás tan estúpido que obviamente no lo ves ni te das cuenta.” Considera que las canciones que escribió para ellas fueron hechas de una manera honesta, “un intento de autocuestionamiento de decirles, decirme a mí mismo y a quien me escuchaba que así yo lo viví, así lo sentía, así lo veía”. Ejemplifica con “Me sentí muy hombre”, con la letra: Te ofrecí espejitos de mi corazón,/ como a La Malinche le habló con promesas el conquistador…/ Ya no están mis botas de macho tiradas en tu habitación./  Tuviste razón, tuviste razón. O “La vieja gorda y callada”, en torno al “hijo de un acaudalado chacal” que asesina a una tendera de restorán por no servirle ron (“la acribilla peor que a un perro y tú no matarías a un perro”).
Tiempos oscuros
–¿Qué reflexiones le surgen de las muchachas quienes tomaron la Facultad de Filosofía y Letras de la UNAM? –Mira, yo la verdad estoy lejos…  Al final de casi una hora de plática con el reportero, se decide: “Es importantísimo que haya este movimiento. Y sobre el asunto de la violencia que se traen en la universidad, no tengo idea quiénes son ellas, se habla de un juego de izquierda y derechas; pero de que la lucha es necesaria y justa, claro que sí, nos tiene que educar a los hombres otra vez. Y supongo que también a las mujeres; es una relación porque debemos aprender a convivir de una nueva manera humanista o revolucionaria. El movimiento de las mujeres representa una vanguardia en el mundo y no sólo en el rollo #MeToo de Hollywood, la lucha de las chilenas se ha hecho mundial y no sólo por sus derechos sino en la crítica anticapitalista internacional.”  Igual la Madre Tierra al límite de extinción ecológica por la explotación de recursos y la ambición capitalista. Agrega sin afán farolero: “Perfecto que luchen, compañeras, bienvenidas… Cúrenme, confróntenme.” –¿Cómo recuerda a Amparo Ochoa, El jilguero sinaloense? –La conocí en CLETA [Centro Libre de Experimentación Teatral y Artística]. Muy amable, muy amistosa. Te la encontrabas en las huelgas y en los barrios, ya eran muy reconocidos su carisma y capacidad de canto cuando nos vimos, alguna vez cantamos en el barrio de Huayamilpas en los Pedregales de Coyoacán que fue una lucha, pero no por el registro individual de cada terreno para vivir, sino que se trataba de que fuera colectivo. Fuimos muy cercanos y adoro a su hija María Inés [La rumorosa], quien canta y conocí desde chiquita, la he seguido de cerca.  Amparo fue quien popularizó la composición de León “La mujer…”, si bien previamente había sido grabada por Gabino Palomares. –¿Emilia Almazán? –La quiero mucho, es muy muy buena amiga de mi esposa Felicity, pues daban clases de inglés en la academia británica Edron aquí. Mi compañero de guitarra Álvaro Guzmán y yo nos enamoramos de su gran música, una verdadera cantora de blues; pero de blues chilango, extraordinaria, con rolas increíbles [entona “Tarantulona”, “Dónde hablo”].   “Es perfeccionista, vi cómo grabó con Álvaro un casét que sería muy bueno se trabajara y se editara hoy; pero no sé si Emilia lo quiera porque es muy reservada y se aisló del mundo de los músicos. Sesiones con Emilia es un disco clásico, único, que grabó con Roberto González y Jaime López [1980].”       –¿Judith Reyes? –La conocí también en CLETA, hubo buena amistad y luego nos vimos en las asambleas de la LIMAR [Liga Independiente de Músicos y Artistas Revolucionarios, entre 1978 y 1980] en el Campamento 2 de Octubre, donde ella vivía. Cantamos en la UNAM, pero hubo incomprensión de su valía por ciertos músicos y estudiantes de nueva generación, pues Judith era muy contestaria, rebelde, revolucionaria. Inteligente, guapa y de fuerte presencia, poseía una dignidad absoluta. Muy solidaria, una persona fuera de serie. –¿Hebe Rosell? –Gabino Palomares le recomendó a una periodista argentina de apellido Seltzer que me entrevistara y me dijo que buscara a Guillermo Briseño. Me dio su teléfono, llegué a verlo, así conocí a Hebe y fue también una relación muy fuerte, de las más estrechas y de acuerdos comunes en la LIMAR. Si la primera guitarra era la que tocaban en su casa el padre de Chávez Teixeiro [Alfredo Prócoro Chávez González] y su hermano, leer a Bertolt Brecht fue “súper útil” y se le grabó una frase: “¿En los tiempos oscuros, ¿se cantará también? También se cantará sobre los tiempos oscuros”. El primer disco de León también debe mucho a la pareja amorosa de Briseño y Hebe. “Este disco Ya no quedan muchos leones significa una vuelta al pasado para recuperarlo, hace 42 años conocí a Briseño y con él, Hebe y otros más grabé mi primer álbum, Canciones (ver https://youtu.be/dT6-JzQBwgw)”.Memo Briseño y él se presentarán el 20 de febrero en Fonoteca Nacional, el 22 en Puebla, el 27 en el Multiforo Alicia de la CDMX y el 28 en el Centro José Martí de Ciudad Neza. En marzo, León y su hijo Bruno Chávez Laughton actuarán con Los prófugos del manicomio en España e Italia, proyectando el documental Se va la vida, compañera, de Josué Vergara y Mariana Rivera. León Chávez Teixeiro (quien tomara más de mil fotos del movimiento del 68 que aparecen en El grito de Leobardo López y comenzara su carrera pictórica realizando dibujos para publicitarios como aquel de “¿Bueno, bueno? ¡Bueno, el pescado!”) prepara además una exposición de su obra plástica e imágenes gráficas en el Centro Vlady para 2021. Lanza su grito de guerra: “¡Hasta donde el tiempo aguante!”.    Este texto se publicó el 16 de febrero de 2020 en la edición 2259 de la revista Proceso

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