Podrían perderse más de siete millones de empleos por el covid-19

jueves, 9 de abril de 2020 · 08:14
CIUDAD DE MÉXICO (proceso).- “Hola, hoy perdí mi trabajo, me gustaría ofrecer mis servicios como diseñadora… estaré muy feliz de colaborar en lo que sea”. “Mis papás también perdieron su trabajo, por si alguien se le ofrece, mi mamá cocina muy rico (…) y mi papá maneja un taxi, es el mejor en lo que hace, por si necesitan de sus servicios”. Ambos mensajes fueron subidos a Twitter­ el martes de la semana pasada por una chica que ahí firma como Hada Azulita. Un día antes, una mujer de nombre Rosario se quejó porque sus patrones la despidieron después de haber laborado 30 años como trabajadora del hogar. Como ella, miles de mujeres han sido enviadas a su casa con una mano atrás y otra adelante, mientras pasa la crisis. Según estimaciones de la oficina que la Organización Internacional del Trabajo (OIT)  tiene en México, nuestro país podría perder entre 1 millón 700 mil y 7 millones 400 mil puestos de trabajo debido al coronavirus. Cabe especular que esas cifras sean conservadoras, sobre todo si se comparan con las de otras naciones, como Estados Unidos, donde el cálculo más alarmante apunta hacia un número aproximado de 47 millones de personas desocupadas. Si el mercado laboral mexicano se comportara de manera similar, nuestras cifras podrían rozar los 18 millones de plazas laborales perdidas. Hay, sin embargo, diferencias importantes con el país vecino. En México la inmensa masa de trabajadores laboramos en empresas medianas y pequeñas, que serán las más vulnerables frente a la crisis. Si estas unidades económicas se ven obligadas a cerrar sus actividades, la fila de desempleados, durante lo que resta de la primavera y el verano, se volverá incontable. La segunda diferencia radica en que antes de esta crisis seis de cada 10 empleos eran informales, es decir que no cuentan prácticamente con ningún derecho exigible ante los patrones o el Estado. Mientras en Estados Unidos las personas pueden acceder al seguro de desempleo para sortear la tragedia, en México no existe una red ni remotamente similar para esta circunstancia. En efecto, más de la mitad de nuestra población vive al día y sin trabajo es prácticamente imposible sobrevivir. Ciertamente el aguijón del desempleo no golpeará de igual manera a todos los sectores de la economía. Peores números se observarán en aquellas actividades afectadas por las restricciones que la epidemia está imponiendo sobre la movilidad de las personas y las mercancías. La industria mexicana del turismo, por ejemplo, advierte que en breve habrá perdido 1 millón de empleos. Las restricciones a los viajes hacen que las líneas aéreas, los hoteles, los restaurantes y el resto de los servicios vinculados a tal sector estén entrando en quiebra súbita. El turismo representa la tercera fuente de ingresos con que cuenta la economía mexicana, después de las remesas y la manufactura de exportación. Se trata de un sector que anualmente aporta alrededor de 30 mil millones de dólares. La falla en este motor traerá problemas grandes en las regiones que viven del turismo, como las penínsulas de Yucatán y Baja California, así como los estados de Oaxaca, Guerrero, Veracruz, Jalisco o la Ciudad de México. Cabe temer también por el mal funcionamiento de los otros dos motores. Si la economía estadunidense se deteriora, y ahí 47 millones de personas pierden su empleo, hemos de prever que las remesas enviadas a las familias mexicanas desde el otro lado de la frontera se reduzcan considerablemente. Las familias más dependientes de tales ingresos sufrirían severamente. La manufactura de exportación, que en su mayoría está ligada al mercado estadunidense, tampoco saldrá bien librada de esta crisis. Sobre todo aquella dedicada a los sectores automotriz y de la aeronáutica. En estos rubros de la economía mexicana laboran más de 1 millón de personas que de la noche a la mañana podrían enfrentar reducciones drásticas a su salario o, de plano, la suspensión o la pérdida de la plaza laboral. Con la misma lógica anterior habría de temerse por la zona fronteriza, en Tijuana, Juárez, Reynosa, Matamoros o Monterrey. Igual riesgo se asoma en la región del Bajío, particularmente en Guanajuato, Jalisco y Querétaro, así como en los estados de México y Puebla. Dicho en términos de economista, los trabajos ligados a los factores móviles de la producción son los que se verán más afectados por la crisis económica que apenas comienza. Si los negocios tienen como vocación la movilidad de personas o de bienes manufacturados, el riesgo de desempleo se multiplica peligrosamente. Según diversas estimaciones, la recesión por venir hará que el país pierda entre cuatro y ocho puntos de su PIB anual. Es decir que el país estaría extraviando entre 450 mil y 900 mil millones de pesos en sólo tres meses. El capital va a sufrir con esta circunstancia, pero sobre todo padecerá el trabajo. Frente a esta realidad hay dos opciones para la futura recuperación: no hacer nada –que es lo mismo que seguir haciendo lo que se hacía antes de la crisis– o echar a andar un plan de inversión, de proporciones nunca vistas en México, para apoyar a la inmensa masa de personas desempleadas. No sólo se trata de paliar la tormenta con transferencias en dinero para las personas que menos tienen, sino de inyectar recursos en cantidades similares a las anunciadas en otros países para rescatar a aquellas unidades económicas que, hasta hace un par de semanas, empleaban a la gran mayoría de mexicanos. Esto implicaría virar el rumbo que se venía siguiendo antes del coronavirus. Hacer más de lo mismo significará, a partir de ahora, no hacer nada. Este domingo se presenta el paquete económico del gobierno para enfrentar la emergencia. Éste debería ser sensible a la coyuntura y a las particularidades sectoriales y regionales de la crisis mexicana. Este análisis se se publicó el 5 de abril en la edición 2266 de la revista Proceso, en circulación Te recomendamos: El Covid-19 es un virus clasista

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