Días de guardar: 7 artistas en cuarentena

sábado, 11 de abril de 2020 · 10:51
CIUDAD DE MÉXICO (Proceso).– ¿Acaso hay algo peor para un artista –quien ama la libertad y el contacto con el público– que el verse obligado a confinarse de la gente contra su voluntad en una pandemia como la del covid-19? He aquí algunos pensamientos enviados a Proceso: “La canción Voy a lavarme las manos”, estrenada vía internet por el compositor Guillermo Briseño en su encierro, y el poema “Canción de amor y de esperanza” que mandó desde su Mérida blanca y querida el vate yucateco Luis Pérez Sabido. Se integran los testimonios de la cantautora jarocha Roxana Río, el trovador rupestre veracruzano Rafael Catana, la bailarina y coreógrafa Mary O’Reilly, así como los de la actriz Sophie Alexander-Katz y el actor Fernando Bonilla.
Rafael Catana, cantautor
El proceso de cuarentena es complejo porque te enfrenta a ti mismo como ser creativo. Te tienes que adaptar, sobre todo en la vida familiar. El 2020 es un año de proceso para encontrar la vida de otras formas; hay tiempo para la creatividad y pensar en otros creadores que están a la deriva. Aparece el pensamiento creativo, ¡a trabajar! Poema de Pérez Sabido (Director del Centro Regional de Investigación, Documentación y Difusión Musicales “Gerónimo Baqueiro Fóster” y autor del Diccionario de la canción popular de Yucatán.) Escribe una canción en esta noche/ con gran inspiración, con optimismo, con frases despojadas de egoísmo,/ con un  profundo amor y sin reproche. Escribe una canción en la que muestres/ tu más sincero amor por esta vida, que habremos de cambiarla en gran medida/ por la noble actitud que hoy le demuestres. Escribe una canción con sentimiento,/ con todo el gran amor que tu alma alienta, para cantarla juntos al momento/ que regrese la luz tras la tormenta.
Roxana Río, cantautora
Han pasado pocos días. ¡Lo llevo bien! Extraño las mañanas en Viveros de Coyoacán, donde suelo ir a ejercitarme y a meditar, creo esa es la peor parte, el no poder estar en la naturaleza. De ahí en fuera, yo suelo pasar muchas horas en casa ensayando, estudiando mis lecciones de guitarra y hasta hace una semana quejándome de que no tenía tiempo de escribir ni de leer. Pues bien, ahora lo estoy haciendo. Tengo mi guitarra y es una excelente compañera. Vivo en un departamento con mi pequeña familia y mis cuatro perrhijos, a los cuales hay que sacar en la mañana y en la noche. Tenemos un balcón, que, si está claro, se ven los volcanes. He tenido que usar una planta de sábila como crema de manos pues de tanto lavarlas se me han irritado, así que aprendiendo y experimentando de esta vida. Soy muy optimista y sé que muy pronto vendrá la cura para erradicar esta enfermedad. Los mejores científicos del mundo trabajan en ello. Mientras, hay que aprender la lección. Son días de reflexión y de mucha atención a nuestra salud física y mental. Intento vibrar alto, pues hay alturas que el mal no alcanza.
María O’Reilly
(Bailarina del Taller Coreográfico de la UNAM. Directora de Tangueros) Podemos decir que la danza es un discurso a dos voces; una interior, íntima y personal que es sólo para nosotros, y otra, comunicadora y extrovertida, dirigida al espectador. Estamos en días en que debido a la expansión del covid-19 se han cancelado todos los eventos culturales como presentaciones, talleres, clases y, por supuesto, también las milongas. Una de las recomendaciones de conservar “sana” distancia es completamente antagónica a la forma de bailar el tango en una milonga. Pareciera que hasta que pase todo esto estamos destinados a danzar solos en casa. Por otro lado, el discurso al exterior, al alumno y al espectador, al verse cancelado, conlleva una enorme preocupación para los artistas que se quedan sin su fuente de trabajo. La situación se torna difícil emocional y económicamente. Existe una gran incertidumbre y preocupación en cuanto a la reprogramación de las actividades artísticas que, si bien nutren el alma, también proveen el sustento para los profesionales del ramo. Gracias a las redes sociales tenemos acceso a clases o talleres de danza en línea, el aislamiento se ha hecho más llevadero; sin embargo, esto no resuelve la cuestión económica ni suple el calor de la convivencia inminente de los compañeros de grupo, de clase y de baile. El alcance geográfico, social y económico que está teniendo la pandemia es algo que no esperábamos. Se ha tornado en un momento de forzosa reflexión, desaceleración y ponderación de prioridades, de hermandad con los pares, de cautela y de solidaridad. Espero que pase pronto, que los estragos económicos puedan ser subsanados, y que la vida cultural de nuestro país retome su rumbo, con fuerza y con vigor.
Sophie Alexander-Katz, actriz
Desde el confinamiento les leo y no dejo de pensar que más allá de que es real que hay un virus nuevo no mortal (o no en la mayoría de los casos), pero sí altamente contagioso, y que las decisiones que tomó China tan radicales eran necesarias... Lo que ha pasado después con ello, alerta dejando ver a los diferentes gobiernos/gobernantes en paños menores. Estamos en un planeta sobrepoblado, demandante de recursos, consumista, y que va a una velocidad tal que no deja tiempo a sentipensar. (Pensar en general y sentipensar pa’dentro.) Los países/zonas que están en encierro son en su gran mayoría las cabezas capitalistas de este planeta, los que han marcado el paso y ritmo del mundo hoy. Ahora lo que tantos “auxilios” de índole humanitario no han logrado (tantas luchas de la gente en un mundo ultra desigual) lo está logrando un micro-organismo. Decisiones tan radicales como confinamiento total, parálisis de la economía cotidiana salvo para lo más básico, o sea un cierre de fronteras para que no se propague o se propague más lentamente (y esta última más allá de ser una herramienta fabulosa para gente en campaña como Trump), la realidad es que al ser altamente contagioso, si se les llegara a ir de las manos no hay sistema de salud en ningún país del mundo que aguante el impacto. Impacto irreversible. Y, por consiguiente, no hay sistema económico en ningún país que lo aguante. Deja ver, una vez más, dónde han estado las prioridades de los poderes, y queda claro que no ha sido en la tarea primordial de un sistema de salud ultra sólido. Si salimos de ésta, que seguro sí (espero sí, confío que sí), confieso, me da una cierta emoción, esperanza de ver cómo regresemos l@s human@s después de que millones nos encerramos y nos vimos, sin querer, pa’dentro. Y que millones vimos a los “tomadores de decisiones” inevitablemente, así, medio desvestidos, unos más que otros. Incluso pienso, que al regreso a nuestra “normalidad”, si nada aparentemente cambió, si seguimos siendo/pensando consumistas, nada pa’dentro, todo rápido, todo en un tuit, dinero, dinero, dinero... Aun así confío en que la huella, la marca de esta vivencia colectiva global no se nos borrará. Historia... indeleble. Historia al fin… Décimas de Briseño ¿Es este un virus virtual?/ ¿Es un virus inventado? ¿Es veneno inoculado?/ ¿Es el pus del capital? ¿Proviene de un animal/ vendido en el mercado chino? ¿Es el producto más fino/ de la industria de la muerte? ¿Es la epidemia más fuerte/ o es un castigo divino?   ¿Es un virus extranjero?/ ¿Es un invento racista? ¿Es tema exhibicionista/ con un fin electorero? ¿Es sabotaje certero/ a las clases populares? ¿Es terror en los hangares/ y también en los aviones? ¿Terror en embarcaciones?/ ¿Terror en los celulares?   ¿Es odio a los inmigrantes?/ ¿Es temor al nuevo día? ¿Es terror a la poesía/ y temor a los cantantes? ¿Es miedo que viene de antes/ a la alquimia y a la ciencia? ¿Es voluntad de espantar,/ de oprimir y dominar?   Conteste con una cruz/ frente a la pregunta dada, si le parece adecuada;/ si no, apague la luz y sueñe que son tabús,/ prejuicios de mexicanos para silenciar los pianos./ Por mi parte, me retiro: Encerraré mi suspiro./ Voy a lavarme las manos.  
Fernando Bonilla, actor
Después de varios meses de ensayos, el 6 de marzo de 2020 se levantó el telón de Entre Pancho Villa y una mujer desnuda, montaje en el que tengo la dicha de interpretar al Centauro del Norte. Durante nuestro primer fin de semana en cartelera las noticias del coronavirus se incrementaban, pero aún no dominaban las primeras planas nacionales; evidentemente mi estreno acaparaba el mayor número de mis pensamientos, dejando reflexiones ocasionales para el extraño virus. Con Villa tuvimos un arranque por demás exitoso, cuatro funciones agotadas y una conexión contundente con el público. Carcajadas, aplausos y la sala llena, nos auguraban una larga y próspera temporada… El abrupto freno nos llegó después del domingo 15. Dimos ocho funciones, después de casi cinco meses de ensayos. Y debo decir que las últimas cuatro fueron especiales. Raras. El saber que tal vez eran las últimas me permitió redimensionar el placer y el privilegio intrínsecos de la experiencia teatral. El teatro es un arte presencial, si no, no es teatro. Y esa condición de humanidad infranqueable lo ha convertido en un refugio preciado en esta época subyugada por el imperio audiovisual. Nuestra cotidianidad, cada vez más, nos orilla a pasar la vida observando una pantalla; el teatro es nuestra tabla de náufragos en el océano digital. No sabemos qué mundo nos aguardará después del covid-19, pero tras semanas de encierro, urgidos y necesitados de comunión, volveremos con avidez a los teatros. Si la medicina salva vidas, el arte hace que valga la pena vivirlas.
Este texto se publicó el 5 de abril en la edición 2266 de la revista Proceso.
 

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