Murió Marcos Mundstock, de Les Luthiers

miércoles, 22 de abril de 2020 · 18:45
CIUDAD DE MÉXICO (apro).- El actor Marcos Mundstock Finkelstein, figura clave del conjunto musico-humorista Les Luthiers, falleció este miércoles a los 77 años, confirmaron oficialmente sus compañeros al diario argentino Clarín. “Después de más de un año de lidiar con un problema de salud que se tornó irreversible, Marcos, nuestro compañero y amigo, finalmente partió. De ahora en más, cada uno de nosotros deberá empezar a transitar el doloroso camino de aprender a convivir con su ausencia”, fue el mensaje que escribieron en redes sociales: En Clarín, Luis Vinker recordó: “Un tipo verdaderamente genial, una expresión de la cultura suprema. Un artista que, al estilo de otros grandes humoristas, rara vez reía (o sonreía) pero en cada una de sus palabras –exquisitas, de prolija dicción, dada su formación de locutor de Les Luthiers– daba lugar a la reflexión. Y a la risa plena. Al placer.” En la edición conmemorativa “Les Luthiers de la L a la S” (Ediciones B, 2007. 308 páginas), por el 40 aniversario de Les Luthiers, libro escrito por el colombiano Daniel Samper Pizano (Bogotá, 1945), leemos: “Marcos Mundstock Finkelstein, casado con Laura –médica cardióloga-- y padre de Lucía, nació el 25 de mayo de 1942 en Santa Fe y desde los seis años anida en Buenos Aires. Pesa 70 kilos y mide 1.74 centímetros. De chico fue hincha del Boca; sus compañeros, con escaso respeto, lo motejan Pelado.” En su autobiografía, Mundstock declaró: “Quise ser abogado, ingeniero, aviador, vaquero, benefactor de la humanidad, tenor de ópera, Tarzán, amante latino, futbolista y otras cosas más. Después le hice la corte a la ingeniería, novié con la redacción publicitaria, estuve casado con la radio y tuve algunas escapadas con el teatro. Vivo con Les Luthiers desde su prehistoria.”
Orfebre de la risa
Mundstock era hijo de inmigrantes judíos asquenazíes procedentes de Rava-Ruska, ciudad de la región de Galitzia, en Europa Oriental (hoy Ucrania). La ciudad formó parte de Polonia luego de la primera guerra mundial, por lo que los padres de Mundstock emigraron a Argentina con pasaporte polaco. “Mi papá, que era relojero, y me llegó a enseñar algo de su oficio, vino a la Argentina solo, en 1930 (aquí tenía una hermana), y se instaló en la ciudad de Rosario. Mi mamá había llegado con su familia un año antes y vivía en Santa Fe. Alguien que los conocía los contactó. Más adelante se casaron y se fueron a vivir a Rosario, donde nació mi hermana. Luego se trasladaron a la ciudad de Santa Fe, donde nací yo, en 1942. Siete años más tarde nos mudamos a Buenos Aires. Mi familia hablaba en yiddish. Yo lo hablo bien, aunque nunca llegué a hablar tan fluidamente como ellos.” El luthier cinematográfico –a decir de Daniel Samper Pizano-- es Marcos Mundstock, quien de agosto de 2003 a febrero de 2005 participó en cuatro películas y encarnó cuatro personajes muy diferentes: En “No sos vos, soy yo”, del argentino Juan Taratuto, hace de psicoanalista; en “Roma”, de Adolfo Aristarain, es un viejo librero; en “Cama adentro” (que en España se llamó “Señora Beba”, como si fuera un anuncio de whisky), cumple el papel del efímero marido de Norma Aleandro. Su actuación más exitosa fue en un episodio de la serie humorística policial “Mosca & Smith”, de la TV argentina, donde encarnó a Lierko Grunbaum, asesino global de incierta nacionalidad. Para Mundstock, las mejores obras de les Luthiers son: “Las majas del bergantín”, “Cantata del Adelantado”, “El sendero de Warren Sánchez” y “Concherto Grosso Alla Rústica”. Su función inolvidable: “Las de 1988 en Montevideo, en las que estando en el teatro, tuve que ser reemplazado por mi suplente”. Personaje lutheriano favorito (excluyendo a Johann Sebastian Mastropiero): José Duval, el viejito de “La hora de la nostalgia”. El papel o trabajo escénico más difícil: “Las pocas notas de teclado que debía tocar en ‘Mi bebé es un tesoro’.” Declaró al miembro de la Academia Colombiana de la Lengua, abogado, periodista y guionista de televisión, Samper Pizano: “Soy más bien un orfebre, alguien que se extrema al máximo en pulir los pequeños detalles. Trabajo solo y en casa. Hacer textos para ser escuchados tiene su clave: Deben llevar el remate en la última palabra del párrafo. La gente quiere chistes que la hagan reír y hay que darle gusto. También creo que el chiste suele ser una obra abierta, siempre modificable, y corrijo en forma permanente y sobre la marcha. Mis notas son un crucigrama. “Mis contribuciones musicales son mínimas, sobre todo en comparación con las de mis compañeros. La vedad que yo soy un lastre en este sentido. Hasta la trompetita que tengo que tocar me cuesta muchísimo.” --¿Ha sido difícil escribir los textos a obras musicales de tan marcado humor? --Hay varias fórmulas que aplico. Una de ellas es que el texto no compita con la obra que presenta. Muchas veces ni siquiera tiene que ver con ella. Por ejemplo, en ‘En encuentro en el restaurante’ el presentador no encuentra la hoja que debe leer y se pone a improvisar, recorre todos los lugares comunes de las biografías que no dicen nada. En este texto ni siquiera se sugiere el tema de la obra que vendrá enseguida. --¿Ha escrito textos distintos a los que presenta en cada obra de Les Luthiers? --Uff…, sí…, tengo dos o tres cuentos terminados y muchos apuntes. Pero me cuesta trabajo dedicarme a eso. Algún día los publicaré, no pierdo la esperanza. Por ahí me han propuesto publicar un cuento que tengo y se llama ‘Cuento tornasolado’; es una historia que empieza en castellano con los anglicismos usuales y se va convirtiendo al inglés en forma –quiero ilusionarme-- imperceptible para el lector. A continuación, fragmento de los inicios del grupo como I Musicisti, en el primer capítulo del volumen de Samper, “DOnde [sic] se relata cómo nació y las tribulaciones que ha atravesado el conjunto a lo largo de la historia”.
Inicios y México 1968
Acababa de terminar la función número 57 de la temporada con el mismo éxito de las anteriores: lleno absoluto en la sala del Centro de Experimentación Audiovisual del Instituto Di Tella. El espectáculo “I Musicisti y las óperas históricas (IMYLOH)” seguía siendo el suceso de las últimas semanas en los círculos del Buenos Aires culto e intelectual. Mientras los 244 espectadores se retiraban a tomar café y comentar entre carcajadas “Il figlio del pirata” en los establecimientos de la calle Florida, nadie reía en el vestuario del Instituto. Por el contrario, el ambiente entre los diez músicos era de alta tensión. Algunos de ellos se quejaban de que el trabajo estaba inequitativamente distribuido en el grupo, al paso que los ingresos se repartían entre todos con avara igualdad. Los inconformes representaban al sector que componía y creaba la mayoría de las obras y había fabricado más de la mitad de los extraños instrumentos que interpretaban en escena. El pequeño grupo proponía un sistema de puntaje que premiara a quienes más aportaban. Antes de salir a escena habían explotado gritos y susurros, a cual más insultante. Al final, la iniciativa se sometió a votación y fue derrotada. Gerardo Masana, fundador, director y principal animador del incipiente pero exitoso conjunto entendió que, tres años después de que el asunto comenzara como un pasatiempo de camaradas, había llegado el momento del divorcio. --Si esa esa es la decisión final –dijo Masana, poniéndose de pie--, yo me retiro del grupo. Unos instantes de silencio y expectativa siguieron a las palabras de Masana. Entonces se escucharon voces conciliadoras que pretendían hacerle reconsiderar su determinación. Pero Masana ratificó que era una decisión irreversible. Se retiraría y se llevaría consigo sus instrumentos. Casi en un solo movimiento se incorporaron otros músicos. --Yo me voy con Gerardo –dijo Marcos Mundstock, el locutor y presentador de los espectáculos. --Y yo –agregó Daniel Rabinovich, administrador, cantante e intérprete de varios instrumentos. Con su típica timidez se sumó a los anteriores, casi sin decir palabra, Jorge Maronna, que, con 19 años, era el más joven del grupo. Acababa de consumarse el rompimiento que venía incubándose de tiempo atrás en el seno de I Musicisti… El grupo se partía por culpa de sus tensiones internas. --Se le subieron los mangos a la cabeza –les recriminó en la puerta Schussheim. Raninovich reaccionó en caliente e intentó responderle con un puñetazo, pero los demás lo contuvieron. --No es cierto –le contestó Mundstock--. Simplemente, queremos trabajar de otra manera. Era la noche del 4 de septiembre de 1967. Al día siguiente se reunieron Jorge Schussheim, Carlos Núñez Cortés, Raúl Puig, Daniel Durán y Horacio López; acordaron que la temporada se suspendería, pero que I Musicisti seguiría adelante. Prepararían un nuevo programa en el Nuevo Teatro Apolo. Así fue. Durante un año –1968-- el conjunto siguió funcionando. En 1968 participó en las Olimpíadas Culturales de México, donde fueron expulsados a baculazos en dos municipales ocasiones por una cantata en elogio de las píldoras anticonceptivas. Pero poco después I Musicisti se extinguió. Cinco años más tarde, Schussheim intentó resucitar al grupo con un espectáculo llamado “I Musicisti ataca de nuevo”, y fracasó.
Se trata de una agrupación
También se reunieron por su lado los amotinados. Masana, de 20 años; Mundstock, de 24; Rabinovich, de 23; y Marona estaban decididos a formar un nuevo grupo y volver a la palestra. Adoptaron el nombre de Les Luthiers y el 20 de septiembre de 1967 enviaron un boletín de prensa en el que daban a conocer y solicitaban comedida y agradecidamente a los medios de comunicación, “en caso de considerarse oportuno y de interés suficiente, la difusión de su nueva etapa y de los planes previstos en ella”. Los primeros párrafos del boletín de prensa informaban quiénes diablos eran ellos, de qué se ocupaban y quiénes formaban ese extraño grupo: “Acaba de construirse en Buenos Aires el conjunto de instrumentos informales Les Luthiers. Se trata de una agrupación de música-humor formada por cuatro integrantes de I Musicisti: Jorge Maronna, Daniel Rabinovich, Gerardo Masana y Marcos Mundstock, siendo estos dos últimos los creadores de “¿Música? Sí, claro [Biografía musical de Johann Sebastian Masana, en Artes y Ciencias] y de “IMYLOH”… “Les Luthiers tocan instrumentos inventados y construidos por sus propios integrantes, quienes los han bautizado ya con los difundidos nombres de ‘bass-pipe’ a vara, yerbomatófono, máquina de tocar, ‘gom-horn’, contracchitarrone da gamba, cello legüero, latín (lata-violín), órgano sécatif y otros en proceso de diseño y construcción en su taller de San Telmo”. Ver el reclamo de Marcos Mundstock a la RAE en Clarín.

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