Voces de la pandemia | ¡Está cañón!

lunes, 25 de mayo de 2020 · 10:04
Una enfermera que atiende a pacientes en México reafirma su vocación de salvar vidas durante la pandemia a pesar de su bajo salario y el precario equipo con el que cuenta. CIUDAD DE MÉXICO (proceso).- Atender pacientes de covid-19 ha sido lo más pesado, laborioso y estresante que he vivido en mis 13 años de carrera. Jamás lo imaginé. Con el equipo de protección no ves bien, te pones de malas, sudas, duele la cabeza, pero ni modo, hay que hacerlo por el paciente, hacer lo que necesite para sobrevivir. A veces bromeo con unas compañeras: “¿Por qué no estudiamos para maestro u otra cosa? ¡Esto está cañón!”. Pero el amor a la profesión me hace ir a trabajar, y ya lo que tenga que pasar. Cada día al levantarme lo primero que pienso es: “Dios conmigo, yo con él y ¿quién contra mí?”. De camino al hospital, en los 10 minutos que hago –porque ahorita no hay tráfico–, pienso en que ojalá se haya recuperado aunque sea uno de los pacientes que dejé ayer, que el que estaba más grave esté mejor. A veces dejamos una cama vacía y al otro día ya está ocupada. Hace 11 años, con la influenza, fueron menos los muertos, era más rápida la recuperación de los pacientes, no era necesario usar tanta protección como hoy. En lo que llevamos de la pandemia han muerto muchas compañeras. La semana pasada falleció la jefa de piso, Miriam Parra. Para mí fue un shock. Nos dijeron que no estaba tan grave. Trabajamos juntas antes de que la diagnosticaran positiva. Me entró miedo. Pensé: “¿Quién será el siguiente?, ¿qué hizo mal ella para contagiarse?”. Fue un desgaste emocional muy fuerte. Me dio el bajón. Mis hermanas me dijeron que ya no fuera a trabajar, que pidiera incapacidad. Sí lo pensé, pero sólo me tomé un día que me debían y regresé a trabajar. Hace unos días atendí a un paciente de 25 años que estuvo internado mes y medio. Tenía muchos tatuajes y fumaba mota. Cuando entró me dijo que no creía en Dios. Como estuvo intubado, casi no podía hablar, pero al salir recuperado me dijo que ahora sí creía y que cambiaría su vida. Le dije que aprovechara esa segunda oportunidad de vida y le pedí: “Ahora, que tu voz se alce para que digas que no los estamos matando, que no crean eso de los videos”. Me puse a llorar con él. Ver que una persona que llegó agonizando se recupera y se reintegra a su vida es lo que me mueve. Hay muchos pacientes desesperados, se quieren salir, les afecta mucho el aislamiento. Yo trato de tranquilizarlos, les ayudo a hacer videollamadas con su familia o les leo las cartas que les mandan. Les digo que los esperan en casa, que le echen ganas, que sí van a salir. Cada noche, cuando acuesto a mis dos hijos, me piden que me cuide mucho y me proteja bien con lo que me dan en el trabajo para no enfermarme. Pero el equipo que nos dan es muy básico: dos batas desechables, dos pares de guantes que nos quedan grandes y que para maniobrar no son muy útiles. Las botas escasearon y nos dieron gorros pero no cubren todo el zapato, los goggles se rompen de enmedio o tienen orificios. No nos dan overoles porque dicen que no los necesitamos, y los que llegan por donativo los traen los administrativos, aunque ellos no se meten con los pacientes. Ellos traen mejor protección que nosotros. Lo que hacemos es cubrirnos con plástico para emplayar el uniforme que queda descubierto. Todos hemos gastado más de 2 mil pesos de nuestra bolsa para comprar equipo. Me afecta bastante, porque sigo ganando lo mismo. Pero, si no trabajo yo, ¿quién? Debo pagar la mensualidad de mi carro y mantener a mis hijos. Mejor me cubro bien y me encomiendo a Dios. Ya van casi dos meses y aun estoy aquí, vivita y coleando. ¿Que si volvería a escoger esta profesión? Sí, me gusta lo que hago. Antes de esto, jamás me había quejado, todo ha sido bueno. Lo que me ha enseñado esta carrera es mucho. No lo cambiaría por nada, aunque viniera otra pandemia. ¡Ya no me asusta nada! l _______________________ *Enfermera especialista en cuidados intensivos en el Hospital General Regional 1 Carlos MacGregor Sánchez Navarro del IMSS. Este texto se publicó el 24 de mayo en el número 2273 del semanario Proceso, en circulación   Te recomendamos: Voces de la pandemia | El virus del odio y la discriminación

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