El exinfante de marina estadunidense Paul Whelan lleva 500 días en una cárcel rusa acusado de espionaje. De acuerdo con las autoridades locales, fue capturado cuando en sus manos tenía una memoria electrónica con información considerada secreto de Estado. Las relaciones diplomáticas entre Washington y Moscú corren el riesgo de tensarse en tres semanas si al detenido se le encuentra culpable, algo que casi se da por descontado. En este poco claro caso hay un testigo clave... cuyo paradero se desconoce.
MOSCÚ (Proceso).– El caso Whelan es uno de esos asuntos internacionales peliculescos que ponen en riesgo las relaciones diplomáticas entre Estados Unidos y Rusia. El estadunidense, exinfante de marina de 49 años fue detenido el 28 de diciembre de 2018, acusado de espionaje.
En tres semanas la justicia rusa decidirá la suerte de este hombre que asegura ser turista y está recluido en la prisión moscovita de Lefortovo. El jueves 14 las autoridades le negaron a Whelan la posibilidad de enfrentar su proceso en libertad.
Excombatiente en Irak, Whelan fue capturado cuando tenía en sus manos una memoria flash con “secretos de Estado”. Según el acusado, no sabe el origen de dicha información y asegura que en el dispositivo sólo había fotografías de sus anteriores viajes a Rusia.
De acuerdo con información de la familia del exmilitar y de las propias autoridades rusas, Whelan fue aprehendido en el céntrico hotel moscovita Metropol, y aunque llegó con pasaporte estadunidense, también posee las nacionalidades británica, irlandesa y canadiense.
Información presentada ante el tribunal que lo juzga expone que el detenido había hecho varios viajes a Rusia desde 2007, en los cuales tuvo tiempo para hacer amigos en este país, quienes en 2016 pudieron leer en sus redes sociales su mensaje de euforia por la victoria presidencial de Donald Trump: “¡Adelante, presidente Trump!”.
El amigo fantasma
El juicio se realizará a puerta cerrada y en él se determinará si Whelan cayó en manos de la justicia por una misión malograda o por la traición de un falso amigo.
El Servicio Federal de Seguridad (FSB) asegura que el estadunidense fue capturado cuando realizaba una operación de espionaje, delito castigado con hasta 20 años de cárcel.
Durante la detención, las autoridades locales confiscaron documentos con información que resultó ser secreto de Estado, explicó su abogado, Vladimir Zherebenkov, al portal de noticias Sputnik.
Según la versión de la defensa, Whelan era un visitante frecuente de Rusia y le pidió a una persona no identificada que le enviara un correo electrónico sobre los anteriores viajes que hizo por el país. Como Whelan no pudo descargar las imágenes, le pidió a dicho amigo que las pusiera en una unidad de memoria portátil.
“Esperaba ver en la memoria USB información personal, como fotos o videos sobre los viajes anteriores por Rusia”, explica Zherebenkov, “pero no sabemos cómo esos materiales que contienen secretos de Estado terminaron allí”.
El abogado asegura que su cliente fue detenido antes de que pudiera abrir los archivos. Y no sabe qué le sucedió a la persona que, según los informes, le dio a Whelan la memoria flash.
David Whelan, gemelo del acusado, asegura que el hombre que desencadenó el arresto es un ruso llamado Ilya Yatsenko. “Se conocen desde hace unos 10 años y en un viaje previo en 2018 Paul visitó a su familia. No se trata de alguien que piensas que te vaya a meter en problemas”, explica a Proceso este abogado residente en Canadá.
Según él, Yatsenko y Paul Whelan habían estado juntos en Serguéi Posad, una ciudad al noreste de Moscú con un bello monasterio. “Mi hermano pensó que en la memoria USB había fotos de ese viaje, pero en el momento que te dan una memoria no puedes saber lo que contiene”.
Hasta ahora ha sido imposible conocer quién puso información clasificada en esa memoria y Yatsenko no aparece.
“Hemos compartido sus contactos con los medios, no sabemos nada de él, sólo que era un empleado del FSB –el servicio secreto sucesor de la KGB soviética–”, asegura David, quien cree que Yatsenko traicionó a su hermano para lograr un ascenso en la agencia de espionaje.
“La acusación tiene un testigo y estoy seguro de que es él. Tengo la seguridad de que mi hermano me dirá que él lo vendió.”
Sin embargo, hay varios temas que no juegan en favor de Paul Whelan: perteneció a la Infantería de Marina de Estados Unidos y tuvo que dejar la institución por mala conducta; niega los cargos e insiste en que llegó a Rusia para asistir a la boda de un amigo. No obstante, ese amigo y su esposa no pueden declarar en su favor.
“Ambos viven en Estados Unidos –él es estadunidense y ella, rusa–; no van a tomar un avión para declarar y menos con la actual pandemia de coronavirus”, se resigna David.
De hecho, los tres testigos de la defensa en el juicio de Paul no se presentaron a una audiencia en la corte debido al brote de coronavirus. “Esperábamos que estuvieran aquí, pero nadie vino. Uno me explicó que había estado en contacto (con una persona infectada con el coronavirus) y actualmente está en cuarentena”. Los demás no quieren venir porque están en aislamiento, dijo Zherebenkov en el arranque del juicio.
Esperanza
Si bien es cierto que aún no se ha informado para qué país se le acusa espiar, la familia de Whelan tiene la esperanza de que el gobierno ruso busque intercambiarlo con el de Estados Unidos.
El pasado 13 de enero, en una conferencia de prensa, la vocera de la Cancillería rusa, María Zajárova, dijo que está totalmente descartada la posibilidad de intercambiar a Paul Whelan por ciudadanos rusos detenidos en el extranjero.
En la familia Whelan son ligeramente más optimistas. “Los rusos han dado alguna señal, quieren hacer intercambios, pero dan mensajes contradictorios”, dice David.
“En julio del año pasado el ministro de Exteriores, Serguei Lavrov, y el viceministro de Exteriores, Serguei Riabkov, sugirieron que estaban interesados en intercambiarlo por las propiedades confiscadas a la embajada rusa en Maryland en 2016”, expone convencido de que “no se puede decir que no tenemos ninguna esperanza.”
La cancillería rusa confirmó en enero pasado que Whelan había sido formalmente acusado de espionaje. “Eso de que su detención podría estar vinculada al deseo de canjear a Whelan por alguno de nuestros ciudadanos es algo que no corresponde en nada con la realidad, nunca hacemos esas cosas, fue detenido in fraganti”, aclaró Lavrov el 16 de enero.
Pero Anatoly Antonov, embajador ruso en Estados Unidos, publicó el viernes 8 una carta abierta en Facebook, pidiendo la liberación de los rusos en las cárceles estadunidenses debido al riesgo de la covid-19.
Según el diario The Detroit News, legisladores de Michigan creen que Whelan será condenado automáticamente bajo el sistema judicial ruso. Consideran que ese veredicto permitiría a los diplomáticos del gobierno de Trump comenzar discusiones sobre el posible intercambio por algún ciudadano ruso condenado en una prisión estadunidense.
El caso Whelan ha vuelto a colocar a Rusia en el foco de las acusaciones de tener una justicia arbitraria. Lavrov se defiende criticando ante los medios rusos que haya más información sobre el exinfante de marina que sobre el paradero de Serguéi y Yulia Skripal, los dos rusos que lograron sobrevivir a un atentado con veneno en Gran Bretaña en marzo de 2018.
Posible represalia
Whelan suma 500 días en la cárcel, durante ese tiempo ha tenido asistencia consular de las embajadas de los países de los que tiene pasaporte. A los pocos días de entrar a prisión los empleados del consulado irlandés le entregaron artículos de aseo enviados por la embajada británica. “En Moscú hemos tenido una ayuda excepcional”, confirma David Whelan. No obstante, desde marzo todo se ha vuelto más complicado a causa del confinamiento decretado en la capital rusa.
En la familia del acusado esperan un veredicto de culpable en tres semanas. Será el momento de esperar algún acuerdo, que puede llegar o no. La defensa, mientras, evita la controversia: “Aquí no hay, en lo absoluto, ninguna motivación política”.
De acuerdo con varios medios estadunidenses, la detención y encarcelamiento de Whelan podría ser una respuesta de Moscú por el caso de la ciudadana rusa María Bútina, quien en 2019 salió de una prisión estadunidense después de estar año y medio encarcelada y declararse culpable de conspirar como agente extranjera no registrada. El presidente ruso, Vladimir Putin, siempre sostuvo que las acusaciones eran injustificadas y que ella no cumplía ninguna misión gubernamental. Es lo mismo que Washington dice sobre Whelan.
Pero en Rusia se ve de manera distinta. Alexandr Mijáilov, un general retirado del FSB, en declaraciones a la agencia de noticias RIA Novosti, señaló que la detención de Whelan en Moscú “realmente fue algo gordo”.
“La mayoría de los individuos que el FSB detiene por espionaje son ciudadanos de terceros países o de Rusia, no de Estados Unidos, como en esta ocasión. Si nuestra contrainteligencia no tuviera pruebas contundentes de que el detenido es culpable, no habrían divulgado esa información”, opina Mijáilov.
En 2018, Rusia detuvo a 600 personas pasando información a servicios de espionaje extranjeros, pero sólo uno tenía pasaporte estadunidense: Paul Whelan.
Reportaje publicado el 31 de mayo en la edición 2274 de la revista Proceso.