¿'Misoginia” de López-Gatell?

jueves, 11 de junio de 2020 · 12:58
CIUDAD DE MÉXICO (apro). - Con el hashtag #AplanaTuMisoginia, el PAN lanzó una campaña contra el vocero gubernamental Hugo López-Gatell. Es lamentable la manera en que ciertas figuras políticas, en este caso panistas, están cayendo en lo que previno el director de la OMS que justamente no había que hacer: “No se puede utilizar el covid-19 para ganar puntos políticos, no hay necesidad. Hay muchas otras formas de probarse a sí mismos; este virus no es el que debe ser utilizado para eso. Es como jugar con fuego. La unidad nacional es esencial si nos importa la gente. Por favor, trabajemos más allá de partidos políticos, ideologías, creencias, cualquier diferencia que tengamos, tenemos que comportarnos.” A mí me asombra que en este momento crítico un elemento de la discusión pública sea si López-Gatell es misógino. La misoginia es, según el Diccionario de la Real Academia, “aversión u odio a las mujeres”. He visto completa la intervención de la senadora Alejandra Reynoso (PAN) y la respuesta que le da el subsecretario. La senadora panista lo acusa de mentir, de querer engañar, de manipular cifras, de generar confusión, le dice que “su omisión está costando vidas”, le pregunta si “no le da vergüenza que seamos el país con menos pruebas” y termina su intervención sentenciando: “de las decisiones de usted dependen vidas y por complacer al presidente está traicionando la salud de todo el país”. ¡Gulp! López-Gatell hace algo mucho menos agresivo y más fino: le responde con ironía. Cachetada con guante blanco. Y entonces la delicada damisela Reynoso protesta “¡Misoginia!” y su caballero andante, Marko Cortés, sale a respaldarla y a exigir una disculpa pública. Me queda clarísimo que, así como la senadora fue agresiva y grosera, también creo que López-Gatell le respondió de una forma muy diferente a como lo hizo con los demás senadores. Pero no por misoginia. La misoginia es un rasgo de carácter incrustado en la forma de ser una persona. Existen respuestas altaneras o machistas, sin que la persona que las hace sea misógina. Simplemente son la reacción de alguien a quien le colman la paciencia en un momento determinado. Calificar a López-Gatell de misógino es igual que calificar a la senadora Reynosa de sensata: un despropósito total. Si algo ha mostrado el vocero de Salud todos los días desde que empezó a dar el informe del covid a las 19:00 horas es su actitud respetuosa, incluso cuidadosa, con las periodistas. Un misógino ya hubiera, en todas estas semanas, mostrado su calaña. Su uso de “lenguaje incluyente”, que a muchas personas les incomoda, no es propio de un misógino, como tampoco lo es su talante democrático y nada machista: ha reafirmado el derecho de los adversarios a expresar posiciones contrarias y ha evitado entrar en pleitos. Y el pasado lunes 1 de junio le ofreció una disculpa pública a la senadora. Ahora bien, es cierto que López-Gatell respondió de manera diferenciada a los cuestionamientos que le hicieron los otros senadores. Pero, ¿esa respuesta diferenciada es una forma de “violencia política contra las mujeres”? No lo creo. La senadora Reynoso encauzó su odio político hacia AMLO en el subsecretario y él le respondió de manera condescendiente. Dicen que en la guerra y en el amor todo se vale, ¿no? Y en la guerra política del PAN contra el gobierno, la senadora Reynoso embistió verbalmente al funcionario y luego se puso en plan de “yo, pobrecita mujer ofendida”. La política es un campo donde se sale a pelear y hay golpes de todo tipo, golpes limpios y golpes bajos, golpes torpes y golpes inteligentes. Cuando he presenciado algunos debates políticos en parlamentos de otros países me ha impactado ver los agarrones brutales que se dan, y luego, como si nada. A mí me gustaría ver otro tipo de debate entre nuestra clase política y los funcionarios, pero tal vez es una ingenuidad mía esperar un verdadero diálogo. Coincido con Marcia Tiburi, filósofa feminista brasileña, que dice: “es preciso intentar intensamente el diálogo, tan olvidado, y que tanta falta nos hace. El diálogo es una práctica a pequeña escala que podría inspirar prácticas mayores”. Pero en este incidente no sólo no hubo diálogo, sino que además hubo doble rasero. Si las mujeres aspiramos a un trato igualitario, ¿se vale medir los golpes verbales que reciben las mujeres políticas con una vara distinta de la que mide los golpes verbales que reciben los hombres? La actitud de mujeres que exigen paridad para entrar al campo de batalla de la política y que, pese a que ellas mismas dan patadas, luego protestan cuando algo las ofende, no abona a un trato igualitario. Al contrario, moviliza arraigadas creencias culturales acerca de la condición “especial” de las mujeres, a las que hay que tratar de manera cuidadosa y no tocar ni con el pétalo de una rosa. Esto refuerza el mensaje conservador de que mejor que se dediquen a otra cosa, donde puedan estar “protegidas”. Lo que hace López-Gatell todos los días con las y los periodistas, y con las personas que lo vemos en la televisión, es un admirable ejemplo de pedagogía pública. ¡Qué pena que la senadora Reynoso usó la comparecencia del vocero de Salud para mostrar su enojo y desaprovechó la oportunidad para aprender algo de ese paciente y docto maestro! Este análisis forma parte del número 2275 de la edición impresa de Proceso, publicado el 7 de junio de 2020 y cuya versión digitalizada puedes adquirir aquí

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