De arrecifes sonoros…

viernes, 19 de junio de 2020 · 22:38
CIUDAD DE MÉXICO (apro).- Recientemente esta columna propuso un florilegio de obras de la literatura musical de nuestra patria, seleccionando a 40 compositores cuya producción, a la manera de pintores del viento o de escultores de lo invisible, debe conocerse mejor y ser, por supuesto, más disfrutada. En la propuesta referida, ocupó el lugar trigésimo octavo –la selección abarcó cuatro siglos y fue cronológica, de ahí el numeral– un eminente músico nacido en 1962 en la Ciudad de México, a quien le solicitamos una entrevista exclusiva. Su nombre: Leonardo Coral. Y la composición que lo representó: El jardín de las delicias (un concierto para flauta y orquesta sinfónica). De temperamento afable y modales atentos, el maestro Coral puede enorgullecerse de ser progenitor de un centenar y medio de obras para una dotación instrumental fuera de lo ordinario, amén de haberse constituido como experto en el manejo de los colores auditivos y de saber labrar líneas melódicas que atrapan al escucha, disparando su imaginación y emociones. Naturalmente, los premios y los reconocimientos no escasean en su curriculum vitae, y la lista de instrumentistas, orquestas y agrupaciones que tocan su música es cuantiosa. Con agradecimientos implícitos para su persona, la charla ha debido realizarse con la “sana distancia” de por medio y con el “semáforo rojo” de la prevención sanitaria causada por el covid-19. [embed]https://www.proceso.com.mx/623626/musica-en-cuarentena[/embed] –Siempre es interesante enterarse de las pulsiones que orillan a un ser humano a elegir una profesión tan llena de obstáculos como es la del compositor. Háblenos de las suyas y de los escollos que ha debido superar… –Considero que el fenómeno musical es un ritual que ha existido desde siempre y me gusta formar parte de esa magia ancestral. La música ha conformado mi existencia. Agarré el piano en la adolescencia y tenía facilidad para crear ideas musicales. Decidí ser compositor, para lo cual debí adquirir el oficio y enfrentarme a muchos impedimentos. Federico Ibarra fue mi maestro en la Escuela Nacional de Música de la UNAM y me imprimió una férrea disciplina de trabajo. Hay que ordenarse y eso lleva tiempo, requiere mucho esfuerzo. También hay que hacerse un lugar en la sociedad y hay que sobrevivir. La lucha por la vida es complicada. Durante muchos años fui profesor de piano a domicilio, dando clases hasta los domingos en diversas zonas de la ciudad y sin auto. Una vez fui asaltado y me quitaron todas las partituras que, finalmente, me regresaron de manera surrealista. Pasan años de incertidumbres para que el entorno lo ubique a uno como compositor. Hay que picar piedra. En un principio, yo mismo tocaba mis obras, junto con amigos, pero poco a poco fui extendiendo mis dotaciones. Después, mucho después, llegan encargos y premios que son estimulantes. “Conocí a mi esposa, la excelente pianista Tere Frenk, cuando estrenó una obra mía en el Palacio de Bellas Artes. El trabajo docente siempre es importante para la supervivencia, además de que da grandes satisfacciones. En 2000 comencé a dar clases en mi alma mater universitaria y desde 1999 soy maestro en la escuela Ollin Yoliztli”. –Si tuviera que definir las influencias musicales que han conformado su lenguaje, ¿cuáles diría que son las más persistentes? –El impresionismo ha sido una fuerte influencia. El primer compositor que adoré fue Debussy. Mas tengo influencias disímbolas: Bach, Chopin, Scriabin, Bartók, Ravel, Schoenberg, Stravinsky, Ginastera, Revueltas, Ponce, Ibarra, Lutoslawsky y ciertos aspectos de música popular. Mi mundo musical es ecléctico, me desenvuelvo bien en la tonalidad y en la atonalidad. Pongo por ejemplo dos de mis obras: la Sonata para piano No. 4 que es tonal y el Concierto para piano y ensamble de cámara1, que es serial dodecafónico. Y también tengo obras que son más bien modales. En mi música coexisten dos mundos: uno rítmico, enérgico y con motivos compactos y cortantes, y otro melódico, tranquilo y expresivo. –¿Qué es lo que más lo gratifica, sentarse a componer en la abstracción del mundo terrenal, o escuchar su obra en medio de un público que la está conociendo por primera vez y que va a aplaudirla sin reticencias? –Las dos perspectivas me encantan. Me gusta presentar mis obras en público, pero también disfruto sentarme a componer y experimentar la abstracción introspectiva de la creación musical en soledad. A veces no estoy tan solo en este proceso. Cuando estaba componiendo la Cantata Un Sueño de Sor Juana, la monja jerónima me visitaba a través de su inmensa y maravillosa poesía. Cuando compuse El jardín de las delicias tuve la visión de un jardín extraño y fabuloso con gente bailando. Me dije: “mm, qué interesante, esto es El jardín de las delicias de El Bosco. Quiero hacer un Concierto para flauta y orquesta con esta visión”. Quiero señalar que no me las “trueno”. Son procesos de la imaginación y de la percepción que inciden en la creación. –Se ha disertado mucho sobre los elementos que conciertan el quehacer del creador musical, siendo éstos además de la sólida preparación teórica, la inspiración y el trabajo disciplinado. ¿Por cuál de ellos fluye más su acontecer? –Pienso que los tres aspectos son parte de lo mismo. Sin disciplina y técnica no se hace nada, pero tampoco sin inspiración. Inspiración y disciplina se nutren y complementan en un complejo sistema de vasos comunicantes que en cada creador funciona de manera diferente. En mí, la inspiración intuitiva es muy fuerte, tiendo a soñar, pero estoy consciente que para hacer realidad ciertos sueños se requiere mucho trabajo y estrategia. No basta con querer hacer algo, hay que saber cómo hacerlo y esforzarse para construirlo. Destruir es muy fácil, construir es lo difícil, y la actividad de un compositor es eminentemente constructiva, es la de un arquitecto sonoro. [embed]https://www.proceso.com.mx/633230/cultura-estro-armonico-samuel-maynez-champion-musicos-los-primeros-en-caer[/embed] –Repasando su catálogo salta a la vista la deuda que su música tiene con la pintura y la literatura, ¿quisiera ilustrarnos al respecto? –Tengo una estirpe pictórica. Jamás he pintado pero mi padre era Flaviano Coral (1928-2018), miembro del Salón de la Plástica Mexicana. En su juventud estudió en La Esmeralda y después trabajó como único ayudante de David Alfaro Siqueiros en tres murales: Asociación Nacional de Actores, Centro Médico Nacional, Castillo de Chapultepec. Posteriormente mi padre desarrolló un estilo pictórico propio lleno de color vibrante. Me crié entre cuadros y pintores. Yo me “descarrié” con la música, pero mi mente es como una especie de collage de diversas estéticas plásticas. En cuanto a la literatura, mi padre me motivó desde muy pequeño a leer. Cuando tenía 10 años me llevó Crimen y castigo de Dostoyevski. Me dijo: “Mira, léelo, es un gran libro”. En efecto, no pude abandonar esa portentosa obra hasta terminarla. El drama humano que Dostoyevski plantea tan magistralmente me conmovió hasta lo más hondo. Me ha pasado lo mismo con otros grandes libros: El ensayo sobre la ceguera de Saramago o Como un hilito de sangre de Eusebio Ruvalcaba. –¿Cómo considera que será el futuro inmediato de la música de concierto después de haber atravesado esta pandemia planetaria que la ha cimbrado? –Pienso que paulatinamente las cosas irán reacomodándose. Va a tomar tiempo, pero la comparo con la pandemia terrible de gripe de 1918 que mató a más de 50 millones de personas en el mundo. Pasaron dos años para que la gente adquiriera inmunidad ante el virus y los conciertos no se acabaron. Esta pandemia de covid-19 es espantosa, pero está lejos de ser tan terrible como la de 1918. Y ya se ha codificado el genoma del coronavirus. El problema es crear vacunas seguras. Por lo pronto, la realidad virtual a través de internet se ha convertido en el medio de difusión. Confío en que saldremos de ésta y que próximamente volveremos a disfrutar los conciertos en vivo. [embed]https://www.proceso.com.mx/631207/la-musica-en-cuarentena-yv[/embed] –¿Alguna reflexión final? –La música no es un escape de la vida, al contrario, es un inmenso umbral hacia ella. Con esta hermosa aseveración concluye el diálogo virtual y se vislumbra, por inmersión espontánea, una senda marina donde mora la obra del maestro Coral. Conmoviendo oleajes, sacudiendo emociones y hermanando mensajes emerge, resuena y le infunde sentido al título de esta nota… __________________________ 1 Se sugiere la escucha de las obras propuestas. Disponibles pulsando los códigos QR o en la página: proceso.com.mx

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