"Nexus. La saga de Androma", de Alsberg y Cummings

viernes, 13 de diciembre de 2019 · 21:46
CIUDAD DE MÉXICO (apro).- Editorial Océano de México publica en su serie “Gran Travesía” la intrigante novela de ciencia ficción Nexus. La saga de Androma, continuación de Zénit, y escrita este año por Sasha Alsberg y Lindsay Cummings, con traducción al español de Sonia Verjovsky. Androma Racella es conocida en la galaxia Mirabel como La Baronesa Sangrienta; sin embargo, ahora se encuentra despojada de su nave y con su tripulación cautiva. La suerte ha cambiado y de capitana y protectora, es ahora una fugitiva que lo ha perdido todo. La reina Nor es quien gobierna la mayoría de los asentamientos en la galaxia Mirabel, gracias a una neurotoxina que controla la voluntad de los demás al ser ingerida. Nor no se detendrá hasta ver muerta a Androma, pues es una verdadera amenaza para su reinado… Sasha Alsberg es la conocida booktuber del canal Abookutopia y Zénit fue su debut como escritora. Cuando Sasha no está escribiendo ni obsesionada con Escocia, graba videos para su canal y estudia historia en la universidad (@sashaalsberg). Lindsay Cummings es autora del díptico literario The Murder Complex y de la trilogía The Balance Keepers. Vive en el norte de Texas, donde se dedica a la escritura a tiempo completo (@authorlindsayc). Capítulo 1: “Dex” La verdad es que Dextro Arez jamás había creído que los Astrodioses fueran seres tangibles. Los sentías en el alma, una presencia reconfortante en el corazón, una idea que te llenaba la mente como si te la hubieran soldado con hierro y fuego. Siempre cercanos y, a la vez, tan lejanos como las estrellas del cielo nocturno. Dex tenía el cuerpo tatuado con las blancas constelaciones de los Astrodioses: era un santuario viviente consagrado a su poder y su fuerza. En el brazo izquierdo, tenía las figuras retorcidas y entrelazadas que simbolizaban a los Astrodioses gemelos de la vida y la luz. Y en la parte posterior del hombro derecho, extendiéndose hacia su cuello, la constelación angular que marcaba al Astrodiós de la esperanza. Pero esta noche, cuando Dex se desplomó en su silla, las líneas gruesas y rígidas del Astrodiós de la muerte lo observaron desde la mano izquierda. El tatuaje se extendió como un ojo entrecerrado cuando Dex apretó el puño. Apartó la mirada y tragó saliva. Sentía como si la muerte estuviera realmente ahí, una bestia que respiraba en su cuello mientras él llevaba la mirada hacia la figura pálida e inmóvil de Androma. Andi llevaba casi una semana inconsciente. Dex sabía que, al menos en parte, era debido a los analgésicos que le habían administrado para la herida en el pecho, un regalo de despedida del traidor Valen Cortas, quien le había clavado la espada después de apuñalar a su propio padre durante el ataque de la reina Nor al planeta natal de Andi, Arcardius. Pero también se preguntaba si la mente de Andi no estaba lista todavía para devolverla a este mundo, aterrada por lo que había ocurrido en esos momentos previos a que Valen intentara matarla. Y si eso fuera cierto, ¿cuánto tiempo pasaría antes de que volviera con ellos? Despierta, suplicó en silencio mientras la observaba. No podemos hacer esto sin ti, Andi. Aunque Dex no estaba del todo seguro qué pudiera ser esto. El destino de toda la galaxia había cambiado, y las esperanzas y los sueños de tantos se habían desvanecido en las sombras en el momento en que Nor Solis había tomado el control. Todos habían dado por hecho que el Cataclismo había destruido para siempre la amenaza de Xen Ptera, que la batalla final había vaciado los recursos del planeta y quebrantado la voluntad de su pueblo y su reina. Nadie había imaginado que la reina Nor volvería a levantarse algún día, o que de alguna manera tendría la capacidad de poner a Mirabel bajo su dominio. Sólo había una persona que podría tener el poder de liberar a la galaxia del gobierno de Nor, y era completamente inconsciente de que ahora estaban en sus manos las vidas de millones de personas. Despierta, Andi, pensó él de nuevo. Se veía tan frágil mientras yacía en la suave y blanca cama de hospital, perdida entre sueños. Dex se estremeció al imaginar lo que tal vez estaba viendo allí. Pesadillas. Nunca sueños, ya no. Las luces ásperas de la sala médica se reflejaron contra las placas de plata implantadas en los pómulos de Andi mientras Dex se recostaba y estiraba sus músculos adoloridos. Apenas se había movido de este lugar desde que huyeron de Arcardius, decidido a estar a su lado cuando por fin despertara. Decidido a ser quien le contara todo lo que había sucedido… a pesar de que aún no lograba encontrar las palabras para ello. Dex cerró los ojos, recordando aquella funesta noche. Rememoraba las palabras desesperadas de Cyprian Cortas, antiguo General de Arcardius, mientras agonizaba en esta misma sala médica. El destino de la galaxia está en juego. Los líderes están muertos, y estoy seguro de que sus sucesores pronto lo estarán también… Androma será la única arcardiana en esta nave una vez que yo muera. Si sobrevive… Androma Racella será la legítima General de Arcardius. La General de Arcardius. La líder del planeta que alguna vez la quiso muerta. Astrodioses, cómo detestaría ella esa idea. Dex suspiró con pesadumbre y acercó su silla a Andi. Vacilante, rozó una mano contra la de ella. El calor de su piel era un bálsamo, esa pequeña señal de vida era lo único que hacía que el nudo de tensión dentro de él se aflojara un poco. Estudió el grueso vendaje blanco en su pecho, justo bajo su clavícula. Debajo se escondían los puntos oscuros que lograban mantener unida su piel. Que curaban la carne desgarrada por el cuchillo de Valen. Dex había visto e infligido muchas heridas, algunas mucho más terribles que ésta. Pero ver a Andi en ese estado le traía una oleada de recuerdos que hacían que su cabeza perdiera el control. Valen Cortas estaba parado frente a Andi en el baile de Ucatoria. Caían gotas de sangre del cuchillo que acababa de hundir en su pecho. Andi cayó de rodillas, buscó la empuñadura con manos temblorosas y la arrancó. Luego se balanceó, y el cuchillo cayó al suelo mientras ella se desplomaba, rodeada de un creciente charco de su propia sangre. Llegó demasiado tarde. Por un breve instante, Dex pensó que estaba muerta. A su alrededor, todo el salón se estaba volviendo más callado, los gritos se iban apagando. Unos cuantos disparos aquí. Unos cuantos allá. El golpe de un cuerpo contra el suelo. El clic de otra bala plateada que se deslizaba dentro de la cámara de un rifle. Dex llegó al escenario. Los líderes de los sistemas estaban acurrucados en sus sillas, y los cuerpos de los Patrulleros estaban esparcidos en el suelo a su alrededor. Pero él sólo tenía ojos para Andi. --Aguanta —le dijo Dex a Andi. Le encontró la garganta con los dedos. Un diminuto latido de corazón palpitaba bajo su piel—. Tú sólo aguanta. Dex parpadeó ante el repentino gemido de Andi. Se dio cuenta de que le había estado apretando la mano demasiado fuerte. Le había enterrado las uñas, roídas por mordérselas durante las últimas noches de insomnio, en la palma de la mano. La soltó de inmediato, pero se inclinó hacia delante, sin poder apartar la mirada de su rostro. --¿Andi? Sus párpados revolotearon. Por un momento, Dex temió que estuviera muriendo. Que las puntadas se hubieran infectado o que la sangre que Lon había donado en los pocos momentos preciosos después de su fuga se hubiera mezclado mal con la de ella, donante universal o no. Tal vez hasta el Astrodiós de la muerte, todavía presente de manera tan inquietante en esta habitación, se estaba riendo mientras levantaba su guadaña en la sombra y se preparaba para llevar a Andi al otro lado. Pero entonces sus ojos se abrieron. Grises como un mar tormentoso. Dex dejó escapar un suspiro sibilante que ni siquiera se había dado cuenta de que había estado conteniendo. --Hey --dijo, sintiendo que la tensión se desbordaba y desaparecía en un instante--. ¿Cómo te sientes? --¿Dex? --por un momento, Andi simplemente miró a su alrededor, como si tratara de darle sentido a su entorno. Parecía tranquila, sólo una persona que despertaba de un sueño reparador. Luego sus ojos se movieron lentamente para fijarse en los de Dex, y pareció invadirla la confusión mientras arrugaba la frente. --¿Qué… pasó? --preguntó. Tenía la voz ronca por falta de uso, un susurro que trataba de liberarse para volverse algo más. --Estás viva --dijo Dex, sin poder evitar que una sonrisa de alivio se extendiera por su rostro--. Estás a salvo. --¿A salvo? --preguntó Andi. Intentó sentarse y gimió, y una de sus manos subió hacia las vendas blancas que cubrían la herida de cuchillo en su pecho. Era lo más despierta que había estado en días. Dex respiró hondo y alcanzó su mano, aún sin saber cómo explicarle todo. La habían herido gravemente, pero no era una niña. Ni su corazón ni su alma eran débiles. Podría enfrentar esto, aunque casi llegara a romperla. --Hubo un ataque contra Arcardius --dijo Dex--. Durante Ucatoria. ¿Lo recuerdas? Los ojos de Andi se endurecieron. --Nor Solis… ella llegó, y… --las palabras de Dex se fueron apagando. ¿Cómo podía explicarle lo que había pasado? ¿Cómo podía decirle que todas las personas que llenaban el salón de baile y que él había creído muertas, de pronto se habían levantado y le habían jurado lealtad a la misma mujer que los había atacado? ¿La misma mujer que todos habían temido, odiado, durante casi diez años? Lo peor de todo, ¿cómo podía decirle a Andi que su tripulación estaba entre los muertos resucitados que se habían unido al lado de Nor? […] BAG --FIN DE NOTA--

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