'Gato encerrado. Libro pop-up”, de José Gordon

jueves, 20 de febrero de 2020 · 15:44
CIUDAD DE MÉXICO (apro).- Aprender ciencia y literatura de manera entretenida para niños, adolescentes y adultos es lo que ofrece el nuevo volumen educativo de José Gordon, con mágicas ilustraciones e ingeniería en papel de Sebastián Ilabaca, Gato encerrado. Un libro pop-up, excelente alternativa para quienes abusamos del celular y los chateos cotidianos (http://sextopiso.mx). La coedición es de UNAM, IPN, Editorial Independiente Sexto Piso, Daniel Katz Foundation, Hueders e Instituto de Cultura de Aguascalientes, tratándose de un libro desplegable y singular, ya que el subtítulo alude al término en inglés para este tipo de atractivos tomos “pop-up” (del verbo compuesto to pop up que equivale en español a “aparecer de pronto” o “surgir”; ver perfil en: https://www.enlacejudio.com/2018/10/31/jose-gordon-gran-divulgador-de-la-ciencia-en-mexico/). Gato encerrado. Un libro pop-up, comienza así: “Imagina que eres un gato. ¿Cómo se ve el mundo con ojos de ojo? El poeta Pablo Neruda decía que en sus ojos amarillos se dejó una ranura para echar las monedas de la noche. Y es verdad, están ajustados para apreciar lo que pasa en la noche, para detectar lo que sucede cuando hay muy poca luz. Pueden ver en la oscuridad entre seis y ocho veces mejor que nosotros”. Estas son las primeras palabras que leemos al abrir el bello volumen de José Gordon, si es que antes no somos sorprendidos por el cartón que literalmente “salta” hacia nosotros, con la cabeza y bigotes de un gato (dibujado y “armado” cual antiguo objeto de maqueta arquitectónica por Sebastián Ilabaca), felinito que abre sus fauces para que al fondo de la boca (entre ambas páginas iniciales) veamos el rostro de un niño (con lentes tipo Harry Potter), al extenderlas y cerrarlas. Cuesta trabajo explicar con burdas letras aquí las experiencias que provocan los apartados de páginas que pueden desdoblarse al interactuar los lectores con Gato encerrado…; pero no dudamos que crear este “libro pop-up” ha sido una idea genial de Pepe Gordon (el mero conductor de La oveja eléctrica en televisión cultural Canal 22) y que será un obsequio fascinante --si usted quiere enseñar algunas curiosidades de la ciencia y la literatura a niños de seis años en adelante e incluso personas de edad avanzada--. En la parte baja de la primera página colorida, captamos un cuadro campirano con nubes en el cielo azul. Leemos en la tarjeta pegada al libro que acompaña la imagen: “Si vemos la vida con ojos de gato, podemos mirar lo que está más allá de las orillas de nuestros ojos. El ojo puede ver de reojo: se ensanchan en las esquinas, vemos un poquito más hacia los lados sin necesidad de girar”. Cuando desprendemos la tarjeta de una ranura en el extremo superior que la resguarda, ¡oh, sorpresa!: el mismo cuadro campirano con cielo azulado y nebuloso, se dobla deslizándolo por nuestros dedos al unísono, y se agregan a la imagen primaria del cuadro un girasol (a la izquierda) y una mariposa monarca (a la derecha), extendiendo nuestra visión… ¡como si fuéramos los ojos de un gatín! Y también otro apunte del prestidigitador Gordon: “Los seres humanos tienen visión periférica –lo que se capta hasta las orillas—de 20 grados a cada lado. Los gatos la tienen de 30 grados. Mientras nuestro campo visual es de 180 grados, el de los gatos es de 200 grados”. Al extremo derecho de la apertura, leemos un texto más (en fondo celeste repellado) por demás cautivador en el tarjetón, y otra invitación a desprenderla, llevándonos hacia un tríptico en la misma segunda página: “Ahora imaginemos que somos gatos que acabamos de nacer. Cuando después de unos días se abren por fin nuestros ojos, apenas podemos ver. Nuestros nervios ópticos no están desarrollados. El contacto con las primeras imágenes es muy importante, ya que permite que poco a poco que establezcan las conexiones necesarias para que nuestra mirada empiece a funcionar con toda su capacidad. Jugando con las palabras del poeta Antonio Machado: Se hace mirada al mirar”. Desdoblamos el tarjetón y “salta” un cilindro que por dentro tiene rayas negras y blancas, horizontales, en tanto que un gato atigrado, grisáceo, entero y pequeño, al centro, va emergiendo como si curioseara al exterior del círculo de cartón. Gordon explica en el tríptico: “Para probar cómo es nuestra mirada de gato en esos días críticos en los que se ajusta la visión, David Hubel y Torsten Wiesel –investigadores que obtuvieron el Premio Nobel 1981--, hicieron un experimento en el que nos colocaron en unas cajas con paredes blancas en donde sólo había líneas horizontales de color negro”. Pasamos al final y “brinca” un cartón con el gatito de rayas grises; pero más grande ahora, aparentemente queriendo rasguñar a una silla en declive como si dibujada por Vincent Van Gogh (y en una pared el retrato de un gato con anteojos, más una placa que dice: Dinastía de gatos encerrados. El gato de Schrödinger). Abajo, atestigua nuestro guía y maestro Pepe Gordon: “Cuando nos sacan de la caja, resulta que nos tropezamos con las patas de las sillas y de las mesas, ya que nuestras conexiones nunca estuvieron expuestas a las líneas verticales”. “Ahora imaginemos que somos un gato con ojos de seres humanos. Imaginemos que estamos dentro de una caja muy amplia: las paredes están hechas con infinidad de estampas, estrellas, árboles, montañas, lagunas, gatos y serpientes. “Los muros de esta cárcel pueden ser el cielo, las formas humanas o los ojos de un avestruz. Debido a que estamos acostumbrados a esas paredes, no nos damos cuenta de que estamos dentro de una caja. Son nuestras imágenes primeras. Lo que vemos inicialmente se vuelve una especie de prisión que limita la percepción. Nuestra educación, nuestros prejuicios, nuestro lenguaje, nos dicen qué es lo que debemos atender, qué es lo que podemos ver. ¿Cómo cruzar las fronteras del cerebro?” Lo anterior, sólo en la apertura desplegable, a la izquierda; porque la siguiente vuelta de hoja nos sorprende un colorido cubo que florece a la mitad; bueno, en realidad serán tres figuras de cubos, dos de ellas alargados a los extremos (como acordeones) para ver con uno de nuestros ojos a través de cada uno de esos cuadernillos en distintos momentos. Ambos textos dicen: “Se trata de un asunto de imaginación. El ensayista Gastón Bachelard decía que imaginar es ir más allá de las imágenes primeras. En el siglo XIX, el astrónomo francés Camille Flammarion imaginó cómo la ciencia puede ver más allá de lo que siempre vemos, utilizando un antiguo grabado en el que un hombre con una túnica levanta una pared del mundo como si fuera una cortina que se puede apartar para observar el funcionamiento del universo. “Mediante los ojos de la imaginación científica y matemática, mediante los instrumentos más avanzados de la tecnología, se crean boquetes en la caja que nos permiten asomarnos a lo que no podemos ver y viajar por el cosmos: desde las orillas del Big Bang, del origen del universo, hasta a un mundo de partículas subatómicas que desafíe nuestra lógica”. Continúa una de las partes más bonitas del “libro saltarín” cuando al jalar y soltar, como cortinas a los lados, las imágenes acartonadas del perfil dibujado de una muchacha con arete frente a un chico, “se besan” y dan la impresión de nada más tratarse de un ser con un ojo único, mientras allá reluce el follaje, las plantas y algún cactus. Cuenta el autor: “Mediante los ojos del arte, también se crean boquetes en nuestra caja perceptual que nos permiten ver más allá de los lugares comunes. “En la novela Rayuela, Julio Cortázar nos muestra lo que en realidad vemos cuando nos damos un beso. Supuestamente, miramos los dos ojos de nuestra pareja. Sin embargo, las imágenes primeras también se forman con ‘prejuicios’. Cortázar nos narra lo que verdaderamente ocurre en ese momento. ‘Me miras, de cerca más de cerca y entonces jugamos al cíclope, nos miramos cada vez más de cerca y nuestros ojos se agrandan, se acercan entre sí y los cíclopes se miran’. “En un beso, si es que tenemos los ojos abiertos, veremos que a esa distancia –más allá de lo que solemos pensar—los ojos de nuestra pareja se entrecruzan y solamente miramos un ojo. Estamos frente a un cíclope… Ir más allá de las imágenes primeras posibilita nuevas conexiones neuronales. “El experto en educación José Antonio Marina dice que uno de los grandes hallazgos de la neurociencia es un fenómeno llamado plasticidad: el cerebro se puede rediseñar de una manera fantástica. Teje ideas que no existían. Establece vínculos inesperados. Saca recursos de donde no había. Eso se llama creatividad”. Hay varios ejercicios interactivos más con objetos armados en planos distintos y plegables, pero hasta aquí adelantamos este nada caro “libro pop-up”, recomendándolo al cien por ciento. Una de las páginas contiene anteojos de cartón con lentes trasparentes de color rojo, para que el lector se los ponga y observe cómo cambia la pinta de una alcachofa creciente: “Este es el proceso que genera conexiones inesperadas. En ciencia, nos permite abrirnos a nuevos paradigmas o formas de ver la realidad. En poesía también. Marina lo ilustra con un poema de Neruda: “La alcachofa de tierno corazón se vistió de guerrero. Erecta, construyó una pequeña cúpula, se mantuvo impermeable bajo sus escamas…” Te recomendamos: “El lugar donde crece la hierba”, de Luisa Josefina Hernández

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