Ciudad de México (apro).- Agradecemos en nuestro confinamiento la atención que tuvo para nuestros lectores el poeta, artista plástico, investigador y Doctor en Letras guasavense Agustín Velázquez Soto, quien pese a la pandemia y desde su natal Sinaloa nos hizo el enorme favor de enviarnos varios libros de su autoría publicados en Colección Nacaveba.
Para esta entrega, hemos escogido su segundo volumen de poemas intitulado
Los territorios del ser y el Caballero de las dos nieblas, obra que incluye la poesía que creó Velázquez Soto entre 2005 y 2018, con ilustraciones del magnífico dibujante paraguayo Eudelio Ismael Chaparro Guerrero,
El poeta de la noche. Otros de sus títulos:
Entre el placer y la tragedia. La irresistible provocación del deseo, y
Los encantos de la sirena: Cecilia Zadí, su entorno y creación, también en Nacaverba.
La portada de
Los territorios del ser y el Caballero de las dos nieblas resulta muy atractiva, al aparecer un detalle de
El encuentro de Dante y Beatriz, pintura de Rafaelo Sorbi, 1903, cortesía del Museo de Arte Italiano de Lima, Perú.
Agustín Velázquez Soto fue profesor de la Universidad Autónoma de Sinaloa, miembro del Sistema de Investigadores del
Conacyt. Ha obtenido reconocimientos como el del ISIC por Investigación Histórico Social 2014. Este poemario comienza con un epígrafe que dice:
“Con viajeros en la nave de la desesperanza y disfrazado de noche en las tormentas del alma, reposa fiel la esencia del tiempo y de silencio en los poros de la rotunda inmensidad, que se abren al transitar las dimensiones tras agua de río blanco en puente piedrarena y túnemeles de mezcla original. Del agua enamorada llego a ti, tierra mía, virginal e inspirado, para ofrendarte canto seductor, maravillado por amor, admiración y amistad infinitos.”
Prefacio del autor
Tenía diez años.
Era la estación de primavera y las flores amarillas nos acompañaron en el camino de ida y vuelta. Todo ocurrió cuando realicé mi primer gran viaje: era de una seductora excursión de niños de cuarto año a la capital sinaloense. Antes había viajado Choix, conocí San Blas, El Fuerte, Los Mochis. Unos años después mi atención se posó desde las arenas del río Sinaloa la torre de la iglesia de Bamoa en la quietud de las aguas de Petatlán, luego Boca del Río y Las Glorias. La gritería de los demás anunciaron la diadema que aparecía en el puente que permitía el paso del ferrocarril hacia ambas direcciones de Guamúchil. La simpatía del lugar me permite percibir la tranquilidad de la población. Suceden algunos instantes y el camino prosigue, nosotros, dentro del camión comercial subvencionado por las autoridades educativas de la entidad. El viaje infinito comenzó.
El sueño constante es de resplandecientes imágenes en un rojo fuego decorado de palcos y un escenario teatral. La magia se apodera de mi interés y vuelven mis visiones de juventud, cuando Guasave es un teatro renacentista junto a la playa y por una barda se podía entrar y salir de la población-teatro, límites y lo infinito del mar.
Ahora, siento mías las imágenes actuales de la muralla principal de Santo Domingo en la delirante República Dominicana. El lamento de los cátaros se pierde en ecos a la distancia y se aleja como el enano en una casi olvidada obra de teatro. Las murallas parten en dos mis ilusiones glorificadamente perdidas en La ignominia y el desaliento. La oscuridad del primer gótico opaca la vivencia realidad que siente un caballero privilegiado, tanto, que puedo ser un “Hermes” quien otorga mentiras de un niño al aire de antaño que corre por mis venas, y las verdades de hombres del conocimiento de quienes beben los principios de la espiral y de la recta. El caballero soy yo, el niño y el amante también, soy yo… me encuentro en todas partes y en la absoluta mentira.
Soy Agustín, esperando el abrazo de mi demonio, ser con alma castigada y fiel que me ha abandonado por la prisión de la fantasía. Soy el loco enamorado que da la vuelta al mundo por un beso bajo la promesa cierta de la resolución creativa de Eudelio Ismael. Sostengo para mi causa la comprensión prometedora de Eloi con su glorioso invento. Soy dos ojos de serpiente enamorada bajo el silencio cruel de la ausencia. Observo a Edwing pleno de amor, hombre sincero que me da su imagen, su placer y su palabra. Felipe es la promesa prístina, fresca, enclavada en no sé qué, realidad que me hace entrega de su alma con la promesa de satisfacción en su sonrisa. Fiel al mundo que me otorga Jesús Bautista y conforme a mi destino, le pido al tiempo su presente y a la muerte sólo acudir cuando mi irremediable llamada.
Soy todo el universo en una metáfora, insólita y perdida en la inversidad de las palabras. Viajo enamorado alrededor de las galaxias y de las posibilidades del amor, me encuentro abierto al cosmos y gozando infinitamente la vida con todos sus misterios. Estoy compuesto de mar ardiente y polvo que se eleva a todas las ventanas de la creación. Soy Agustín y a todos me entrego como agua fresca y diamantina.
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