Indicios de ejecución
Cuando se cumplen 40 años del golpe militar en Chile, nuevos elementos ponen en duda la versión oficial sobre la muerte por suicidio de Salvador Allende. Un informe pericial advierte de concentraciones de componentes químicos “compatibles” con un disparo a corta distancia en la frente del presidente socialista y además está el testimonio a trasmano del general Javier Palacios, responsable del ataque a La Moneda, según el cual éste lo habría ejecutado.
VALPARAÍSO, CHILE (Proceso).- A contrapelo de la versión oficial sobre la muerte de Salvador Allende –según la cual el mandatario chileno se suicidó durante el ataque militar contra el Palacio de La Moneda–, nuevos elementos sugieren la posibilidad de un asesinato.
Del informe pericial químico 261 –elaborado por Leonel Liberona Tobar, uno de los peritos encargados de examinar los restos de Allende hace dos años– se desprende que el presidente habría recibido un disparo en la frente, distinto al señalado en la versión oficial: El que él mismo se habría hecho en la región “submentoniana” (entre la barbilla y el cuello) con el fusil AK-47 obsequiado por Fidel Castro.
En sus conclusiones el informe señala: “En la muestra No. 3 (situada en la zona de la frente) se constató la presencia de plomo, bario y antimonio, cuyas concentraciones son compatibles con un orificio de entrada de proyectil balístico generado a corta distancia”.
El peritaje fue realizado el 27 de mayo de 2011, cuatro días después de que se exhumaran los restos del mandatario socialista por orden del juez Mario Carroza, quien instruye el caso Allende.
El propósito de la exhumación fue realizar una segunda autopsia que determinase si efectivamente Allende se suicidó –como se estableció en la primera necropsia, la noche del 11 de septiembre de 1973 en el Hospital Militar de Santiago– o fue asesinado.
Sin embargo el Servicio Médico Legal (SML) no quedó conforme con la conclusión obtenida por Liberona y lo citó a una reunión celebrada el 15 de julio de 2011, a la cual asistió Carroza.
Este encuentro fue reseñado por Liberona en el Informe pericial químico N° 380/2011, del 26 de julio de 2011. En el punto 1 sostiene: “Considerando los antecedentes obtenidos en la reunión el día 15.JUL.011 en dependencias del SML, de Santiago, donde se aclaró que la muestra N° 3 fue levantada de la cara interna, zona inferior del sector izquierdo del hueso frontal orbital del occiso. Los resultados de las concentraciones de antimonio, bario y plomo señalados en el Informe pericial químico N° 261, de fecha 27.MAY.011, son atribuibles a trayectoria o impacto de proyectil balístico”.
En entrevista con Proceso, el médico forense Luis Ravanal señala: “Se puede apreciar claramente que, tras la reunión de aclaración en el SML, el perito modificó su conclusión original sustituyéndola por otra del todo inespecífica y ambigua. Claramente en este segundo informe ya no se trataba de un ‘orificio de entrada de proyectil balístico generado de corta distancia’, modificación que evidentemente satisfizo a más de alguno”.
Ravanal se extraña de que se le haya “aclarado” a Liberona el lugar específico de donde provenía la muestra número 3, pues fue él mismo quien la recolectó, como detalló en su primer informe (el 261-2011).
De todos modos, señala, esta modificación no oculta un hecho: En la frente de Allende se encontraron residuos en cantidades que sugieren –o establecen– la existencia de un disparo a corta distancia.
“Palacios lo remató”
La descripción del disparo de bala en la frente concuerda con el testimonio que el chileno residente en Milán, Jorge Araya Toro, brindó a este corresponsal el pasado 16 de agosto en una videoconferencia.
Araya aparece en el expediente de la causa. La foja 644 incluye una carta suya enviada en febrero de 2011 a Carroza. Allí propuso transmitirle la confesión que el general Javier Palacios, director de Inteligencia del ejército y quien comandó el asalto a La Moneda el 11 de septiembre de 1973, le habría hecho a su padre en relación con la muerte de Allende. Carroza no le contestó.
Araya, de 46 años, cuenta que su progenitor, Jorge Araya Gómez, fue amigo desde la niñez del general Palacios. Ambos vivían en el mismo sector residencial aristocrático del antiguo centro de Santiago. Ambos estudiaban en el colegio Padres Franceses, asistían a la misma iglesia y jugaban en el mismo lugar: el Parque Cousiño (ahora llamado O’Higgins). “Ya mayores tomaron diferentes caminos. Mi padre siguió la vida civil y el general Palacios ingresó a la Escuela Militar en 1941, pero continuaron frecuentándose durante toda la vida”.
Luego cuenta que la historia sobre la muerte de Allende se la contó su padre muchos años después del golpe, cuando en febrero de 1992 se encontraron con Palacios en el centro de Viña del Mar:
“En ese momento mi padre, al verlo caminando hacia él, le grita ‘¡Javier!’. A su vez Palacios le contragrita ‘¡Jorge!’. Pero antes de abrazarse mi padre se dirige a mí y me dice: ‘Te presento al general que asesinó al presidente Salvador Allende’. Palacios se desfiguró y le respondió: ‘No digas esas cosas porque la gente puede creer cualquier cosa’. Se saludaron, se abrazaron, conversaron 10 minutos y después se despidieron. Entonces, mi padre me dijo: ‘Te voy a contar la historia de lo ocurrido el 11 de septiembre y cómo Palacios asesinó al presidente Allende y se tomó La Moneda’.”
Según Araya, Palacios hizo tal confesión a su padre cuando lo visitó en su casa, en la santiaguina comuna de Maipú, en marzo de 1974. “Llegó con escoltas y subalternos y vestido con uniforme de guerra. Yo tenía siete años pero lo recuerdo perfectamente. Hablaron de sus familias y cosas triviales. Posteriormente mi padre le hizo notar su consternación por lo ocurrido durante los meses anteriores (...) Palacios respondió: ‘Te tienes que sentir orgulloso de que un amigo tuyo pasará a la historia’.
“Mi padre le pregunta el porqué de esa aseveración. Esto es lo que le contó el general: Su misión era rodear con tanques y tomar La Moneda por tierra, pues comandaba el regimiento Blindado No. 2 (el mismo del ataque de junio de 1973). Ingresó a La Moneda por la puerta de la calle Morandé con soldados de infantería en el mismo instante en que bajaban por las escaleras quienes estaban con Allende y a los cuales éste les había pedido salir. Los militares las empezaron a empujar hacia abajo por los peldaños mientras ellos subían.
“El ambiente era un infierno pues La Moneda ardía por el bombardeo y no se podía respirar por los gases lacrimógenos. En el segundo piso Palacios fue recibido con ráfagas de metralleta de Allende y algunos de sus hombres que estaban en el Salón Rojo. En ese momento Palacios gritó a los miembros del GAP (escolta del presidente) que se rindieran. Allende respondió gritando: ‘¡Soy el presidente de Chile y si te crees muy valiente ven a buscarme, conchetumaire!’. Inmediatamente los GAP y Allende comenzaron a disparar y una bala de Allende hirió en la mano derecha a Palacios.
“Los hombres de Palacios avanzaron disparando contra los miembros del GAP. Éstos fueron cayendo por las balas de los militares, mientras Palacios era asistido por Armando Fernández Larios, que le pasó su pañuelo para detener la sangre de la mano herida.
“Entretanto seguía la balacera más adentro, pues los GAP se fueron replegando. Dos militares, los cuales iban disparando, hirieron en el estómago o el pecho a un civil que portaba una metralleta, un casco y una máscara antigases. El civil se plegó y cayó al suelo. A Palacios (…) le llamó la atención este civil. Se fijó que portaba un reloj fino. Al quitarle la máscara antigases y el casco reconoció al presidente Allende. En ese momento sacó su pistola de ordenanza y disparó a quemarropa en su cabeza.
“Eran las 14:00 horas. Palacios y sus hombres trasladaron el cuerpo del presidente Allende al Salón Independencia. Comenzaron entonces a preparar el montaje para decir que el presidente Allende se había suicidado.”
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Verdad jurídica
Según Ravanal “en este relato (de Araya) se pueden encontrar numerosos elementos que son concordantes con los resultados de la autopsia: mayores concentraciones de residuos de pólvora en la zona frontal y órbita izquierda; un orificio redondeado de salida de proyectil tallado a bisel externo en la parte posterior de la bóveda craneana, que se alinea perfectamente con una lesión en la zona frontal; unas ropas interiores profusamente impregnadas en sangre, entre otros aspectos”.
Declaraciones del propio Palacios
–quien murió el 25 de junio de 2006– dan sentido al testimonio de Araya. El 26 de septiembre de 1973 –unos días después del golpe– le declaró a la revista Ercilla (en su número 1991): “Allende estuvo disparando todo el tiempo porque tenía las manos llenas de pólvora. El cargador de la metralleta estaba vacío. Había numerosas vainillas (cargadores) en la ventana. A su lado también estaba un revólver. Y cuando pasé a identificarlo, tenía un casco y una máscara de gases”.
Este testimonio es similar al ofrecido por Palacios en el documental Más fuerte que el fuego. Las últimas horas en La Moneda (1978), donde sostiene: “Hasta el último momento él (Allende) disparaba contra nosotros”.
La evidencia de que Allende combatió hasta el final –y no se rindió– fue ratificada por Jorge Timossi, corresponsal de Prensa Latina en Chile, en su nota Las últimas horas de La Moneda (13 de septiembre de 1973). Allí señaló: “A las 13:52 minutos recibí una llamada desde Palacio. Era Jaime Barrios, asesor económico del presidente, quien (…) me informó: ‘Vamos hasta el final. Allende está disparando con una ametralladora. Esto es infernal y nos ahoga el humo’”.
Según la versión de la Junta Militar, Allende se habría suicidado entre las 13:30 y las 14 horas, como sostuvo la noche del 11 de septiembre de 1973 el prefecto de Investigaciones de Santiago, René Carrasco, ante corresponsales extranjeros.
El fiscal estadunidense Eugene Propper, quien investigó el doble asesinato del excanciller Orlando Letelier y de su secretaria Ronnie Moffit, cometido en Washington el 21 de septiembre de 1976, ofreció en su libro Laberinto (1982), coescrito con el periodista Taylor Branch, otra versión sobre la manera en que habría muerto Allende:
“Poco después de las 2 p.m., unidades de infantería logran invadir La Moneda. Pequeños grupos corren escaleras arriba en medio del humo, cubriéndose con fuego de metralletas. Un teniente chileno de pelo rubio, René Riveros, de pronto se encuentra frente a un civil armado vestido con un suéter con cuello de tortuga. Riveros vacía la mitad de sus municiones en el presidente de Chile, matándolo instantáneamente con una hilera de heridas que van desde la ingle a la garganta.”
Esta versión se basó en el testimonio del oficial de la Escuela de Infantería, Armando Fernández Larios –condenado en el caso Letelier–, y en información proporcionada por el jefe del FBI en Argentina, Robert Scherrer.
En 2011 John Dinges, excorresponsal en Santiago del Washington Post, expresó a este semanario: Scherrer, a quien consideraba “una fuente de oro”, le informó en 1979 lo mismo que a Propper: Riveros habría matado a Allende.
A las 14:37 horas, después de “constatar” la muerte de Allende, Palacios transmitió al general Sergio Nuño, uno de los coordinadores del golpe y quien se encontraba en el Ministerio de Defensa, el siguiente mensaje: “Misión cumplida: Moneda tomada, presidente muerto”. En ningún momento dio a entender que hubo suicidio.
Poco después de que Palacios informó de la muerte de Allende, un grupo de civiles golpistas difundió la noticia por onda corta desde el Ministerio de Defensa: “Atención Chile. Atención a todo el mundo. Aquí Santiago Treinta y Tres. Este es Chile Libre. Allende ya es un cadáver. El capitán Roberto Garrido nos ha liberado de las garras del marxismo (…) Allende ha sido ajusticiado por nuestros soldados gloriosos”.
La Junta Militar ocultó o destruyó las evidencias sobre lo sucedido con Allende en sus últimos instantes. La Primera Fiscalía Militar nunca entregó el expediente asociado al proceso abierto por la muerte de Allende, donde estaba el informe de autopsia 2449 de 1973. Este sólo se conoció en 2000 debido a que apareció como anexo en el libro La conjura, de la periodista Mónica González.
Y aún no aparecen 29 fotos (ordenadas desde la A hasta la Z) tomadas por los peritos de la Policía Técnica de Investigaciones en el sitio. Palacios conservó el fusil AK-47 con el que supuestamente Allende se suicidó. Esta arma no fue objeto de análisis periciales.
En diciembre de 1973 alguien sustrajo la foto 1416/73-A de los archivos de la Policía de Investigaciones.
En ella, explica Ravanal, “se puede ver un cadáver perfectamente alineado y en posición recta, como un tronco caído, lo que no es concordante con un individuo que en vida se pega un tiro de fusil bajo la mandíbula estando sentado, menos aun cuando ha ocurrido una destrucción masiva del encéfalo, lo cual conlleva a una desconexión neurológica absoluta e instantánea y no cabría esperar (...) movimientos agónicos y/o reflejos en estas condiciones, que llevasen a las cuatro extremidades a alinearse con el eje principal del cuerpo, y extender totalmente las rodillas en la forma y magnitud que se aprecia en las imágenes y esquemas. Esto evidencia que el cadáver fue manipulado…”.
Cuando en 2011 se exhumaron los restos de Allende no se encontró ni la mitad de los huesos del cráneo. La segunda autopsia no resolvió la principal controversia planteada por el informe de la primera, la de septiembre de 1973: ¿Cómo pudo Allende haberse disparado con armas distintas, un AK-47 que provocó el estallido del cráneo y un arma de menor calibre que provocó un orificio de salida en la parte posterior de la bóveda craneana?
Pese a estos elementos, la versión oficial está a un paso de convertirse en verdad jurídica. Sólo resta que la Corte Suprema se manifieste respecto de un recurso de casación presentado en julio pasado por los abogados Matías Coll y Roberto Celedón, quienes representan a la parte querellante: la Asociación Nacional de Exprisioneros Políticos.
Si dicha corte lo rechaza, ratificaría el sobreseimiento “total y definitivo” determinado por el juez Carroza en fallo emitido el 14 de septiembre de 2012, decisión validada en junio pasado por la Corte de Apelaciones de Santiago. Sería la lápida para el caso Allende.
(*) La información de este reportaje está contenida en el libro Allende: “Yo no me rendiré”. La investigación histórica y forense que descarta el suicidio, escrito por Francisco Marín y Luis Ravanal y publicado por la editorial Ceibo, la cual lo presentará este lunes 9 en la capital chilena.