Banksy: subversión, simulación o vandalismo

lunes, 15 de octubre de 2018 · 18:20
CIUDAD DE MÉXICO (Proceso).- Con la semitrituración de una de las versiones pictóricas de Girl with Balloon (Niña con globo) en el momento que la puja cerró en 1.4 millones de dólares, el viernes 5, en la sede londinense de la casa de subastas Sotheby’s, el famoso posgraffitero Banksy evidenció no sólo la ambivalencia de su identidad artística, sino, también tres características lamentables del sistema del arte contemporáneo: la simulación que sustenta al mercado hegemónico, el éxito del acto artístico como espectáculo, y la fascinación mediática por destrucción premeditada o casual del arte. Al igual que en 2012, cuando la alteración destructiva de la pintura del Ecce Homo en el Santuario de Misericordia de Borja, en España, generó un gran regocijo en las redes, la autodestrucción de Niña con globo se viralizó con tal éxito que, en sólo tres días, el video del mecanismo de trituración que publicó Banksy en su Instagram tuvo 11 millones, 297 mil 031visitas.   ¿Por qué es la destrucción más atractiva que la creación? El Ecce Homo se convirtió en un exitoso destino turístico y, a menos de una semana de la acción en Sotheby´s, varios especialistas expresaron que la obra dañada podría incrementar su cotización un 50% o más. Atrevido en sus intervenciones, crítico en sus narrativas y sin embargo subversivamente inofensivo, Banksy mantiene una actitud ambivalente que oscila entre la transgresión a lo establecido y el dominio de estrategias mercadológicas de posicionamiento artístico. Reconocido por sus esténciles murales de mensajes directos en los que circunstancias cotidianas se convierten en realidades ficticias, o en los que ingenuos personajes infantiles evidencian y confrontan los abusos y absurdos del poder político, Banksy ha convertido el secreto sobre su rostro e identidad en una exitosa marca artística.  Nacido en 1974 en Bristol, Inglaterra, ha representado desde los años noventa el mito del arte como subversión, destacando con sus esténciles bromas artísticas –ataques al orden museístico que consistían en colgar en los museos pinturas que reproducían discursos visuales del pasado, interviniéndolos con referencias del presente, como un carro de supermecado en un paisaje–, y una versión satírica de Disneylandia llamada Dismaland.   Realizada originalmente en dos muros callejeros de Londres en 2002, Niña con globo ha sido reutilizada por el artista, proclamada como la obra preferida de los británicos en 2017, y reproducida en numerosas versiones gráficas y pictóricas numeradas y no numeradas. La versión destruida proviene de 2006 y fue vendida directamente por el artista a la persona que la ofertó a la subastadora. Mide aproximadamente un metro de alto, está elaborada en esténcil con aerosol y acrílico sobre tela montada en tabla, y en el reverso tiene una dedicatoria y la firma de Banksy. Con base en declaraciones de éste, desde que hizo la pieza escondió en el marco un mecanismo para que se triturara en caso de que fuera vendida. Con un precio de salida estimado de 100 a 300 mil dólares, la obra se vendió en 1.4 millones de dólares. Aun cuando la casa subastadora ha declarado que desconocía la intención del artista, las circunstancias de la venta y su destrucción ponen en duda la credibilidad de la empresa. La excepción de exhibir la pintura sobre una pared, de subastarla hasta el final, y de parar el mecanismo antes de que se destruyera en su totalidad, sugieren una simulación que beneficia la cotización de la obra, pues la convierte en una pieza única entre tantas reproducciones. Difundido mediáticamente hasta la exageración, el acto no debería celebrarse ya que no es una acción subversiva sino vandálica. Una simulación que sustituye el arte por el espectáculo efectista, y la creación por la destrucción. Este texto se publicó el 14 de octubre de 2018 en la edición 2189 de la revista Proceso.

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