Entre gotas y quebrantahuesos

viernes, 27 de septiembre de 2019 · 10:06
CIUDAD DE MÉXICO (Proceso).- En la escena mexicana del arte contemporáneo, cada vez se hace más evidente la existencia de un sector de creadores jóvenes que están dinamizando el escenario artístico nacional. Nacidos en la década de los ochenta, destacan por la transmutación de la crítica social en reflexión y la conversión del dramatismo estético en seducción visual. En la reciente edición del Gallery Weekend CDMX que se realizó del 5 al 8 de septiembre, destacaron dos propuestas que, aun cuando se basan en el conocimiento crítico de su entorno social, atrapan al espectador por el placer de ver, recorrer y pensar sus imágenes: Chavis Mármol y Néstor Jiménez. Sobresaliente no sólo por su contenido artístico sino también por haber sido la única intervención de arte público en todo el evento, la pieza Weekend lover de Mármol (Apan, Hidalgo, 1982), abordó la importancia del agua a través de enormes y falsas gotas de color azul intenso que, entre nubes, escurrían de todos los balcones del edificio de Polanco donde se encuentra la galería Artbaena. Trabajadas en una afectiva estética post-pop que exigía mirarlas, las gotas, al igual que las manoplas boxer intervenidas con siluetas de la paloma de la paz, provocaban reflexiones que, entre la irreverencia y el humor, atrapaban alevosamente al espectador. La otra propuesta se presentó en la Galería Proyectos Monclova. Concebido por el excelente conceptualista Jiménez (Ciudad de México, 1988), el proyecto Nueva Aztlán y Quebrantahuesos presenta, a través de sugerentes retablos pictóricos, diferentes perspectivas en torno al conflicto social, urbano y político del Frente Popular Francisco Villa (FPFV). Fundado en 1989 para enfrentar la negligencia gubernamental ante la crisis de vivienda que provocó el terremoto de 1985, el FPFV se inspiró en ideas marxistas para invadir predios de zonas marginadas del oriente de la Ciudad de México; en concreto, áreas de Iztapalapa y Tláhuac. Invadidos con viviendas provisionales realizadas a partir de materiales baratos y ligeros como lámina, cartón, madera, hule y tablarroca, los predios, al cabo del tiempo, se ocuparon con construcciones populares, imaginería marxista-mexicanista, y arquitectura habitacional como la Unidad Nueva Aztlán. Con una consciencia tan crítica como afectiva que le permite ser a la vez observador y parte de su entorno, Néstor Jiménez convierte la memoria y visualidad urbana de Iztapalapa en metáfora de la realidad social que, con una cultura propia, se impone con dignidad, agresividad y resiliencia. Trabajado en tres series que corresponden a la Nueva Aztlán, el Quebrantahuesos y Sombras de las banderas, el proyecto se basa en representaciones pictóricas que, ya sea con poéticas ingenuas que recuerdan a los retablos religiosos, a poéticas modernas que refieren al constructivismo ruso, o a la ambivalencia del águila quebrantahuesos, presentan distintos tiempos y perspectivas del FPFV: el triunfo con la construcción de la unidad habitacional Nueva Aztlán, el eclecticismo de las construcciones populares, la ambivalencia ideológica que se devela en los retratos de los líderes, el vandalismo en la quema de vehículos, el eclecticismo de la construcción popular, y la referencia a las estéticas de los carteles marxistas-socialistas. Con soportes que reutilizan residuos de la construcción para recordar la convivialidad que genera el trueque de materiales, las pinturas con diferentes formatos de Jiménez se imponen como una propuesta pictórico-conceptual que, como el águila quebrantahuesos, nos recuerda la ambivalencia, ambigüedad e inmadurez de nuestra mexicanidad. Este texto se publicó el 22 de septiembre de 2019 en la edición 2238 de la revista Proceso

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