Los Leoncitos del Califato
PARÍS (proceso).- Tienen entre ocho y 18 años. El Estado Islámico los llama los Leoncitos del Califato, pero en realidad son chamacos privados de infancia, descerebrados y usados como carne de cañón.
La mayoría de estos chicos son oriundos de Irak y Siria. Algunos --cada vez más numerosos-- llegaron con sus padres yihadistas de Europa, Estados Unidos, Australia o Medio Oriente.
Otros se escaparon de sus países de origen y de sus familias para enlistarse con Daesh. Se dan también casos de niños no musulmanes secuestrados y convertidos a la fuerza al Islam. Es el destino, entre otros, de centenares de menores de edad de confesión yazidie (religión monoteísta muy antigua) que solían vivir en el norte de Irak. El Estado Islámico invadió sus tierras ancestrales a mediados de 2014, mató a casi todos los hombres adultos y se llevo presos a mujeres y niños.
Daesh exhibe a sus Leoncitos en múltiples videos de propaganda. Los muestra uniformados desfilando con pasos marciales, aullando lemas de guerra, cantando la gloria de Allah, manejando armas y, en algunos casos , ejecutando a presos de guerra.
La organización también los celebra apenas caen muertos. Difunden sus fotos en la web y halaban su martirio.
Es precisamente ese material fotográfico y su uso propagandístico a lo largo de un año --de enero de 2015 a enero de 2016-- lo que analizan Mía Bloom, John Horgan y Charlie Winter, tres investigadores del Combatting Terrorism Center (CTC), institución creada por la prestigiosa Academia Militar estadunidense de West Point.
Su meta es ambiciosa: entender quiénes son estos chicos y qué papel les atribuye Daesh a corto, mediano y largo plazo.
Su informe, Depictions of Children and Youth in the Islamic State’ Martyrdom Propaganda, 2015- 2016 (Representaciones de los Niños y de los Jóvenes en la Propaganda sobre el Martirio del Estado Islámico), publicado el pasado 18 de febrero, es impactante.
Los investigadores de West Point afirman que el Estado Islámico « utiliza » a los menores de edad en una forma mucho más sistemática y extendida de lo que se sospecha. Detectaron 89 fotos de niños y jóvenes mártires tanto en el material de propaganda de Daesh que circula en la web como en los chats encriptados de Telegram Mesenger, un servicio de mensajería de internet que suele utilizar la organización. Subrayan que esa cifra de 89 es tres veces superior a la de 2014 y que dista de ser exhaustiva.
Gracias a una metodología científica que exponen en forma detallada al principio de su informe, estos investigadores lograron calcular la edad de los niños mártires fallecidos el año pasado: 6% tenían entre ocho y 12 años, 60% entre 12 y 16 años y 34% entre 16 y 18 años. También pudieron establecer en qué lugar y en qué condiciones fueron ultimados: 51% murieron en Irak, 36% en Siria y los demás en operativos que Daesh lanzó en Yemen, Libia y Nigeria.
Duele leer las circunstancias de estas muertes: 39% de los chicos lanzaron el coche bomba que manejaban contra un blanco específico, mientras que 33% perecieron en campos de batalla luchando con las armas en las manos, al igual que los adultos; 6% perdieron la vida en operativos de propaganda no especificados; 4% detonaron sus cinturones explosivos en lugares muy transitados, y 18% hicieron lo mismo después de haber infiltrado las líneas enemigas.
En 40% de los casos, los blancos de los niños yihadistas fueron las fuerzas policiacas y militares, en 21% de los ataques los muchachos enfrentaron fuerzas paramilitares y milicias, y «sólo» en 3% de los casos se desataron contra civiles. Los expertos de West Point no pudieron descubrir cuales fueron los objetivos de 36% de los ataques restantes.
La escenificación de las fotos revela la sofisticación perversa de la propaganda del EI que privilegia tres tipos muy distintos de clichés: unos retratan a los niños en un ambiente militar para ensalzar su heroísmo y despertar nuevas vocaciones; otros, tomados en un lugar totalmente neutro, por lo general una sala desnuda con muros beige, exaltan el temple del futuro mártir que encara solo su destino; en las terceras fotos los chamacos aparecen en un paisaje bucólico lleno de flores y pájaros, en clara alusión al paraíso eterno que recompensara al joven sacrificado.
El Estado Islámico no es el único grupo armado del Islam radical que usa y abusa de menores de edad. Según señalan los autores del informe, los talibanes de Pakistán abrieron escuelas de capacitación para niños preadolescentes --de 6 a 12 anos-- destinados a ser kamikaze, el Hezbolah libanés está muy activo en Siria al lado de las tropas de Bashar Al Assad, por un lado, y los rebeldes huties en Yemen reclutan actualmente en forma acelerada a niños y adolescentes.
La UNICEF lanza gritos de alarma y advierte que hoy día 250 mil menores de edad están siendo explotados como soldados en el mundo.
Los investigadores de West Point, sin embargo, consideran que el caso de Daesh es muy singular.
En su conjunto todos los demás grupos armados e inclusive los ejércitos regulares que enrolan a niños disimulan esa práctica condenada por las Naciones Unidas como grave violación de los derechos humanos y de la infancia.
En cambio el Estado Islámico se vanagloria de la presencia de muchachitos en sus rangos.
Múltiples, complejas y complementarias son las motivaciones que lo llevan a actuar así.
Las primeras son ideológicas y estratégicas: Daesh desafía en forma permanente a Occidente y a sus valores con discursos, imágenes, atentados y acciones militares. Exhibir a niños verdugos o mártires horroriza a las opiniones públicas y se inscribe en la campaña mundial de terror de la organización.
Las segundas son pragmáticas: en los últimos meses las ofensivas aéreas y terrestres de las distintas fuerzas que intervienen en Siria y en Irak asestaron golpes duros a Daesh, que ahora necesita más combatientes.
Pero los niños soldados del EI tienen un papel mucho más importante a largo plazo, según los investigadores del Combatting Terrorism Center.
Recalcan que el número de muertes de yihadistas menores de edad es bastante inferior al de combatientes adultos. En realidad, explican, el Estado Islámico dista de lanzar a todos los niños que enrola en operaciones kamikaze o en combates. Prefiere mantenerlos vivos y seguirlos adiestrando para tener listas las próximas generaciones de terroristas.
Esa es la gran diferencia con los demás grupos armados que se sirven momentáneamente de chamacos para metas a corto plazo sacrificándolos o abandonándolos como si fueran desechables cuando ya no los necesitan.
Daesh en cambio pretende conquistar a Occidente y extender su Califato a todo el planeta. Para cumplir esa misión a largo plazo se está dotando de un verdadero arsenal de máquinas humanas programadas para matar desde su más tierna infancia.
«Es uno de los tantos desafíos que nos lanza el Estado Islámico», subrayan los expertos de West Point. Concluyen su informe instando a los gobiernos y a las instituciones internacionales a que aceleren «la puesta en marcha de programas de desradicalización, rehabilitación y reintegración en la sociedad » de miles de jóvenes atrozmente manipulados por Daesh.
Es una manera muy académica de advertirles que muy pronto tendrán que activar miles de bombas humanas…