Los rebotes en América Latina

miércoles, 30 de marzo de 2011 · 14:37
PARÍS (Proceso).- Las graves consecuencias del terremoto y del tsunami que afectaron las centrales nucleares japonesas tuvieron un eco latinoamericano. Ese eco es doble. Como en todas partes, relanza el análisis sobre el grave riesgo para el medio ambiente que conlleva una inversión que ofrece ventajas económicas. También lleva a reflexionar sobre el lugar simbólico de lo nuclear en la correlación de fuerzas a nivel internacional, de lo cual los países emergentes de América Latina tomaron plena conciencia y que inclusive cuestionan. La energía nuclear sólo representa entre 2 y 3% de la producción energética latinoamericana. Sólo seis de las 439 centrales nucleares del mundo se encuentran en América Latina. Dos fueron construidas en Argentina, Atucha, al norte de Buenos Aires, y Embalse, en el centro norte del país, cerca de la ciudad de Córdoba. Suministran un poco más de 6% de la electricidad que produce el país. Brasil dispone de tres centrales que proveen 3% de la energía eléctrica. Las tres están ubicadas en el estado de Río de Janeiro. México tiene una central cerca de Veracruz, conocida como Laguna Verde. En los últimos años varios países anunciaron su intención de diversificar su producción eléctrica y de acudir a la energía nuclear. Los tres países que ya tienen experiencia en ese campo –Argentina, Brasil y México– mencionaron nuevos proyectos. Otros, como Chile, Uruguay y Venezuela, manifestaron claramente su voluntad de integrar el grupo de naciones dotadas de centrales nucleares. Las motivaciones de unos y otros parten de lógicas energéticas comunes. Chile y Uruguay importan la totalidad de la energía eléctrica que necesitan. Para los gobiernos de estos países recurrir a lo nuclear es una opción que les permitirá reducir su dependencia de una fuente fósil cada vez más escasa y onerosa. México, Venezuela y, en menor medida, Brasil son autónomos a nivel energético e inclusive exportan. Pero los tres países son conscientes del carácter no perenne de esa realidad. Por lo tanto lo nuclear les parece una opción de precaución. Gracias a una coyuntura económica excepcional e inédita, los tres decidieron programar inversiones en lo nuclear. Sus capacidades financieras incitaron a las grandes empresas nucleares, en particular a las de España (Iberdrola) y de Italia (Enel) a proponerles sus servicios. Estas empresas se mostraron solícitas debido a que sus actividades fueron frenadas por los procesos de desinversión nuclear decididos por Madrid y Roma. La actual catástrofe nuclear de Japón enfrió ese entusiasmo. En Chile, país víctima de numerosas perturbaciones sísmicas, la oposición ya abrió el debate sobre el tema. Pasa lo mismo en Argentina. Mientras tanto, en Brasil diputados de distintos partidos políticos pidieron crear una comisión especial de investigación. “El problema de Japón nos impone un tiempo de reflexión”, declaró José Sarney, presidente de la Cámara de Diputados. La primera medida de emergencia fue, por supuesto, la repatriación de sus nacionales que radicaban en Japón. Colombia y México fletaron aviones especiales. Chile se puso de acuerdo con Colombia, pero precisó que ese tipo de vuelo no daría derecho a un regreso gratuito a Japón. Los países que disponen de centrales nucleares tuvieron la obligación de hacer declaraciones sobre seguridad. La autoridad argentina de regulación nuclear indicó muy pronto que “en Argentina un accidente similar al que ocurrió en Japón es imposible”. Se escuchó el mismo tipo de discurso en México. Según la Comisión Nacional de Seguridad Nuclear, “Laguna Verde es parte de las centrales electronucleares dotadas de los mejores estándares internacionales de seguridad”. Fue sólo en Brasil donde la Comisión Nacional de Energía Nuclear tuvo la sinceridad de anunciar que las autoridades iban a “plantear la redefinición de los planes de emergencia nuclear”. Brasil, México y Argentina pertenecen al Grupo de los 20 (G-20). Hace años que sus gobernantes constataron que lo nuclear civil y lo nuclear militar están estrechamente ligados con el poder mundial. Los tres “emergentes” de América Latina renunciaron voluntariamente a las armas atómicas cuando firmaron el Tratado de Tlatelolco, pero si bien escogieron exclusivamente la opción de lo nuclear civil, lo hicieron con una segunda intención política y diplomática. Prueba de ello es el hecho de que en 2010 estos países hubieran salido en defensa del derecho de Irán a enriquecer su uranio para fines pacíficos debido a consideraciones nacionales. El monopolio tecnológico adquirido y reivindicado por las grandes potencias se cuestiona en la ONU, en la OMC y también en los países emergentes. Al asociarse con Turquía para ofrecer una salida honorable a Irán en mayo de 2010, Brasil defendió su propio derecho a controlar todo el ciclo nuclear, fuera de cualquier dependencia. En agosto de 2010, Argentina y Brasil negociaron un acuerdo de cooperación nuclear. “Ambos estamos convencidos de que todos los países tienen derecho de desarrollar lo nuclear civil”, comentó Cristina Kirchner, presidenta de Argentina. Meses más tarde, en octubre de 2010, Venezuela firmó un acuerdo nuclear con Rusia. En la ciudad de Rostov del Don, el presidente Hugo Chávez afirmó: “Gracias a Rusia vamos a desarrollar lo nuclear en Venezuela. Somos libres. Somos soberanos. Somos independientes”. Las circunstancias actuales llevan a cuestionar las afirmaciones de ayer. Dilma Rousseff, presidenta de Brasil, expresó su honda preocupación: “Todavía estamos en un periodo de observación de la cuestión japonesa. En el momento oportuno será preciso llevar a cabo un análisis más profundo de la incidencia del acontecimiento japonés sobre nuestra política nuclear”, afirmó. Por su parte Hugo Chávez suspendió el acuerdo nuclear con Rusia tan pronto como lo había firmado y con el mismo aplomo. “Ordené el congelamiento de los planes adoptados sobre el desarrollo nuclear civil. Estoy convencido de que la catástrofe japonesa va a modificar profundamente el porvenir de lo nuclear en el mundo”, expresó al dar la bienvenida a empresarios chinos. Sólo el jefe de Estado chileno, Sebastián Piñera, sigue con la convicción de que la nuclearización energética de su país sigue vigente. El día en que recibió a Wataru Hayachi, embajador de Japón, justificó la firma de “acuerdos nucleares con Francia y Argentina y pronto con Estados Unidos”, debido a la necesidad de diversificar los recursos energéticos de Chile. Pero en Brasil y Venezuela, los países que están más a favor de lo nuclear, se acelera la reflexión sobre la oportunidad de lo nuclear civil. Se da al mismo tiempo que las dudas planteadas por la apuesta de una alianza sur-sur con el mundo árabe, hoy desestabilizado por las reivindicaciones democráticas de sus pueblos. El camino de los países emergentes, al igual que el de las potencias, dista de ser lineal. (Traducción: Anne Marie Mergier) * Investigador del Instituto de Relaciones Internacionales y Estratégicas de París (IRIS, por sus siglas en francés). El texto anterior fue publicado el 23 de marzo en la revista de este instituto. Proceso lo reproduce con autorización del autor.

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