En memoria de Emilio García Riera

martes, 15 de octubre de 2002 · 01:00
Había comprado un periódico el sábado pasado al cumplir con mis obligaciones habituales, en esas fechas semanales, de acudir a un supermercado para realizar el reavituallamiento familiar para el fin de semana que Nona, mi esposa y yo, solemos disfrutar en nuestra casa de Vallescondido, por los rumbos de Atizapán Nona no me acompañaba Estaba en Tijuana Pero en la casa de Vallescondido están por un tiempo Néstor, María Isabel y sus tres hijos, esperando terminar pronto una casa de prolongadísima construcción que está cerca No les han faltado razones económicas para el atraso Tropecé en el periódico con la nota del fallecimiento de Emilio Garcia Riera Confieso que me sorprendió No se espera que suceda la muerte de alguien más joven que uno Ya no nos frecuentábamos, particularmente por su estancia en Guadalajara Allí consolidó, con enorme capacidad, su mundo más que original de historiador del cine Inclusive, vinculando su propia historia personal a la de las películas mexicanas que nadie como él pudo reseñar Pero el Emilio que yo recordé en ese momento incómodo, era otro Formaba parte: ambos formábamos parte, de las Juventudes Socialistas Unificadas, organización de coordinación entre socialistas y comunistas españoles creada por Santiago Carrillo durante la guerra mal llamada civil En el Exilio la coincidencia se fue perdiendo y aquellas JSU de mi juventud asumieron más las características del Partido Comunista Nos reuníamos todas las noches en un local allá por Ramón Guzmán, muy cerca del Monumento a la Revolución, hoy Insurgentes centro o norte, la verdad es que no lo sé a ciencia cierta, y allí hacíamos de todo Desde círculos de estudio para leer y tratar de reexplicar las obras de Stalin y en menor medida las de Lenin y, por supuesto que en modo alguno las de Trotsky y buscar también cualquier manera de fastidiar al franquismo aunque esos fastidios, al franquismo triunfante y cruel le eran indiferentes La política, que limitábamos por cuestiones de principio a los problemas de España, nos llevaba a buscar firmas en barrios refugiadiles (la preferencia por el centro de la ciudad en los rumbos de la calle López y anexos era notable), tocando de puerta en puerta con la pregunta: ¿son ustedes españoles? que a veces contestaban afirmativamente y con la firma subsecuente de algún documento político y, a veces, en forma no tan cordial Recuerdo la campaña en contra de la bomba atómica, evidentemente diseñada desde Moscú; el cumpleaños número 70 del camarada Stalin que mereció regalos modestísimos de nuestro grupo y la concurrencia a ver películas traducidas en vivo directamente del ruso por Jordi Aymamí, que había luchado en el Ejército soviético contra los nazis En especial "La batalla de Stalingrado" No éramos conscientes ni mucho menos de lo que Kruschev denunciaría años después, con lo que puso en evidencia la verdadera naturaleza del padrecito Stalin Enorme desilusión, dicho sea de paso Pero no sólo hacíamos política, recogíamos firmas u organizábamos bailes para recaudar fondos en los que nosotros mismos éramos los meseros Nuestra juventud nos llevaba a otras actividades más ligeras Hacíamos teatro, para lo que contábamos con el apoyo de organizaciones sindicales mexicanas que nos prestaban sus locales (y no lo hacíamos tan mal) En particular "El Tinglado", creado y dirigido por mi hermano Odón, con la actuación de las Aub y de Rosa María Durán, nos permitió presentar desde entremeses de Cervantes a las obras menudas y bellas de Max Aub y de otros escritores del repertorio español moderno Que, a veces, el mismo Max dirigía Junto al teatro, el fútbol Por iniciativa de Secundino Castillo, que actuaba inclusive por mandato superior a fin de establecer un grupo de masas accesible para fines políticos, creamos él y yo la llamada pomposamente "Federación de fútbol de jóvenes españoles" Yo conseguía los campos, de rigurosa tierra, propiedad del Banco de México y allí los domingos se enfrentaban: nos enfrentábamos, los equipos formados al calor de nuestras propias actividades: el Madrid (propiedad casi exclusiva de los De Buen); el Cataluña que dirigía Secundino Castillo, el Barcelona, el Cántabros, el Vives y el Juventud de España (de las JSU) y otros más en los que, curiosamente, se mezclaban exiliados y antiguos residentes en una fraternidad notable que hizo olvidar rencores aparentes Emilio era más analítico que deportista No recuerdo que haya participado en alguna obra teatral y en el fútbol, muy escasamente Pero tenía una gracia total Con un profundo sentido del humor, no se daba por vencido si a alguno de nosotros se le ocurría cantar una zarzuela Se las sabía todas y la falta de voz la suplía con la gracia Economista de formación, Emilio era un crítico alegre, narrador inagotable y pensador político profundo Enorme amigo de sus amigos, entre ellos Vicente Rojo, Emilio se incorporó en su momento a ERA (Espresate, Rojo y Azorín) editorial que ha prestado a México la posibilidad de leer cuestiones de política de difícil acceso Nuestra última actividad conjunta fue el llamado "Movimiento español del 59", una curiosa adaptación del movimiento castrista Teníamos un local en la Avenida Morelos que fue testigo, en ocasiones, del intercambio de bofetadas más notable y sin consecuencias que se pueda imaginar Y es que para esas fechas el Exilio había perdido por segunda vez la guerra Primero en España y después cuando al final de la Segunda Guerra Mundial los países aliados reconocieron a Franco que, después de todo, era un antisoviético natural: recordemos la famosa División Azul que peleó en el frente ruso Y de esas derrotas los partidos políticos de los que los jóvenes formaban parte, se echaban la culpa unos a otros Aún perdería el Exilio la guerra por tercera vez Paradójicamente cuando en 1982 el PSOE conquistó el poder en España Porque a partir de ese momento, la izquierda española no quiso saber nada de los viejas figuras y otras no tan viejas y muchas bastante jóvenes, del Exilio La política se ganaba para los españoles de España Los de fuera, decían, no habían pasado las hambres ni la represión que siguió al fin de la guerra civil Sólo unos cuantos refugiados merecieron incorporarse y por poco tiempo, a las actividades políticas internas Recuerdo a Wenceslao Roces, que fue senador y a Rafael Fernández, presidente de la Comunidad de Asturias Los demás sólo eran historia A Emilio lo perdí de vista Supe de sus problemas familiares y de su separación de Alicia Bergua, compañera también en las JSU Compré en ERA su primera edición de la Historia del Cine mexicano que recuerdo haber leído en gran parte Seguí, ya a distancia, los pasos firmes de Emilio en la industria del cine No tuve noticia, salvo ahora, de los múltiples y merecidos reconocimientos que se le hicieron y otros que ya acordados tendrán que hacerse Hay algo que recordaré siempre de Emilio Fumaba con deleite, pero no dejaba de hacerlo Fue una especie de humo ambulante amparado en la gracia y la inteligencia Lo malo es que los enfisemas suelen ser el precio de una afición muy difícil de abandonar Nuestra generación exiliada, la de Emilio, que vivimos bajo el peso de unos prestigios académicos y políticos del mayor nivel, no dejó sin embargo de cumplir su tarea y asumir sus responsabilidades Podría mencionar muchos nombres, con el riesgo de olvidar a otros tantos Pero tengo el orgullo de que mis amigos de entonces y de siempre son o han sido mexicanos de un prestigio bien ganado Las JSU fueron el punto de partida de muchas cosas Nos definieron políticamente en la etapa en que España protagonizaba nuestras acciones y pretensiones Entonces dominaba nuestro estilo colectivo Después un poquito más maduros, aprendimos a ser partes individuales de un nuevo país, que hoy es tan nuestro como lo fue España En mi caso, un poco más O bastante más, dicho sea con orgullo Y Emilio García Riera que hizo tantas cosas buenas, las hizo, sin la menor duda, como un mexicano ejemplar Pero aquellos tiempos de las juventudes y de los actos colectivos, no se olvidan

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