MUSICA/CANTO RODADO: "El padre postizo de Manu Chao"

martes, 21 de octubre de 2003 · 01:00
París, (apro) - Aquella mañana habíamos caminado varias horas por el célebre e inmenso panteón Père Lachaise desde que lo abrieron por la mañana Eran casi las dos de la tarde y sentimos una tremenda sed Junto a mí iba mi compañera Audrey y un amigo guía del cementerio Père Lachaise, el animador Jean-Pierre Bordeaux, a quien había conocido precisamente en la tumba de Sarah Bernhardt hace tres años, durante el aniversario 30 de la muerte de Jim Morrison, convirtiéndose de inmediato en un buen colega de andanzas mortuorias y otros afanes Ya nos dirigíamos a la única tumba que, curiosamente, no habíamos visitado aquel día de marzo, la del cantante de Las Puertas, cuando divisé un garrafón de agua en una bajada empedrada del cementerio Pensando en que Audrey andaba enferma de gripa y que su sed era inmensa, mayor que la de Jean-Pierre y la mía, me detuve Sí, en aquella bajada había un gran garrafón de plástico a medio llenar, descansando en una mesa Cerca de ahí, logré ver más: una limusina gris y varios hombres de lentes oscuros, rigurosa etiqueta oscura y sombreros "borsalino" que llenaban la salida de aquella bajada, como si estuviesen asistiendo al entierro de algún importante jefe de la mafia siciliana; pero algo no checaba ¿La mafia de Corleone ahí, sin los celosos guardias del cementerio Père Lachaise? "Esto sí que es extraño --coincidió Jean-Pierre--, no creo que esté permitido hacer este tipo de funerales y dentro del camposanto no dejan a vendedores con garrafones de agua" Llenos de sed y presas de curiosidad nos acercamos En efecto, en la mesa había vasos y al frente, un hombre corpulento (que más bien me recordaba al padre vasco de apellido Ugartechea, cuando estudiaba en mis años mozos en el Fray Juan de Zumárraga) se estaba sirviendo desesperadamente uno de la garrafa de plástico, por lo que le pedí si nos podía regalar un poco para Audrey Cuando lo hizo, noté que su mano temblaba y me preguntó con aliento alcohólico, al sentir mi acento extranjero, que de dónde éramos Le contesté que Jean-Pierre era parisino, pero que Audrey y yo veníamos de México "¡Ah, México! --gritó eufórico-- ¡Viva Zapata! ¡Viva Marcos! ¡El pueblo unido jamás será vencido!" Nos alegramos --¿Ha estado en México? --le pregunté sorprendido --¡Claro? Yo soy el padre de Manu Chao! ¿Padre del rocanrolero Manu Chao, el famoso músico zapatista de "Mano Negra" que canta en francés, español, portugués e inglés? ¿El creador de "Estación Esperanza"? Yo recordaba que el padre de Manu Chao es un escritor muy reconocido en España, por lo que me pareció extraño que este sujeto hablara con aquel castellano torpe, lo cual no hizo sino agregar más misterio a aquel encuentro de por sí fuera de lo común Al bajar a la calleja donde estaba la limusina y los dolientes, vimos las cámaras y las luces Nos dimos cuenta que efectivamente, se trataba de una filmación de un video a punto de terminar El hombre corpulento nos dijo entonces, en francés: "Espérenme más abajo dos minutos, ya se acabó la filmación de este video de mi hijo y pronto podremos ir a tomar una cerveza" Nos quedamos viendo sin darnos tiempo para decidir si lo aceptábamos como compañero de aquel fin de visita, o mejor buscábamos al protagonista del video Pero el elenco se desmembraba ya y rápido como lince, aquel hombre corpulento se nos unió y abrazaba a Audrey sin tapujos, prometiéndole que le daría el teléfono de su hijo quien estaba, qué coincidencia, en su casa en París Audrey se soltaba y suplicaba: --No me toque señor Chao, por favor, no me toque? --No hay problema, señorita? --respondía aquél grandulón disfrazado de capo de la Cosa Nostra, pero que ahora, sin el saco y con la camisa arremangada lucía un tatuaje marinero y una boca chimuela cada vez que la abría --Su acento es belga ?me indicó Jean-Pierre No me da buena espina? --¿No es vasco? ?le insistí Pero mi guía calló al sentir muy cerca de nosotros a aquel hombre, justo cuando rendimos homenaje a Jim Morrison La cerveza la bebíamos en el bar junto al Père Lachaise, un bistro llamado "À Renassaince" propiedad de un argelino, quien no dejaba de reír cada vez que el supuesto papá de Manu Chao alzaba su vaso para brindar --¡Salud, hijos míos! ?gritaba con garbo y en español Nos resultó obvio que aquel sujeto era un gran bebedor y aparte de la resaca que debía traer, se tomó tres cervezas para curársela, mientras yo apenas llevaba la mitad de mi vaso Contaba historias de cómo había viajado por el mundo en un circo y cómo le había enseñado a sus hijos a tocar la guitarra No dejaba de pretender abrazar a Audrey, quien, cada vez más molesta, lo evitaba Finalmente le dio el teléfono prometido y cuando ya iba por la quinta cerveza, Audrey se molestó de sobremanera al ponerle este tipo la mano en el hombro y ella se levantó al baño Aproveché: --Señor Chao, lo sentimos mucho pero tenemos que dejarlo Debemos asistir a una comida y Audrey no parece estar pasándola muy bien con usted aquí Lo admiramos por ser papá de Manu, pero? De inmediato se levantó, sonriente; con gracia hizo una caravana y se despidió sin enfado Salimos los tres buscando la calle donde nos esperaban para una entrevista y, sorpresivamente, el hombre salió al paso como tigre al acecho, soltó una carcajada y feliz de su broma fantasmal, nos pidió unos euros para comprar un boleto de Metro Jean-Pierre le obsequió algunas monedas y el grandote trató de besar la mejilla de Audrey, quien lo rechazó --Habla a mi hijo Manu ?le dijo a Audrey con su español forzado, mientras se alejaba dando tumbos y comenzaba a hacer plática a un negro que rondaba por ahí --Por lo poco que pudimos hablar con él parecía que era lo bastante culto como para ser quien decía ser, pero ¿tú crees en verdad que sea el padre de Manu Chao? ?me preguntó Jean-Pierre, quien poco sabía del roquero --¡Por supuesto que no! ?le respondí Manu Chao se llama Fermín Muguruza y su padre es un periodista reconocido en España Su nombre me llegó como rayo a la mente: el padre de Manu Chao es Ramón Chao, en tanto que aquel tipo decía llamarse Marc En casa de nuestro entrevistado que ya nos esperaba para comer, entramos a internet y nos reímos al ver la foto del verdadero padre de Manu Chao, tan distinta al sujeto que habíamos conocido en Pére Lachaise El suplemento "La Luna del siglo XXI" del diario español "El Mundo" (elmundoes/laluna/2003/233/1062600215html) publicó el 5 de septiembre lo siguiente: "Es recordado por su labor como colaborador de ?Triunfo? en épocas del franquismo de las emisiones en español y portugués de Radio France Internacional Se le nombra como estandarte de la izquierda en el exilio (parisino desde 1955, en su caso) y como un prolífico intelectual autor de novelas y biografías Hoy le citan simplemente como el padre de Manu? Y Ramón Chao (Villalba, Lugo, 1935) sonríe satisfecho porque considera que sus dos hijos (el otro, Antoine, dejó el grupo ?Mano Negra? por France Info) son la mejor de sus obras "Pero este personaje inabarcable es mucho más, como un pianista sobresaliente, un traductor meticuloso o un acaparador de premios: el último, el Álvaro Cunquiero, concedido en febrero de este 2003 por un artículo publicado en ?La Voz de Galicia?, donde colabora habitualmente El más relevante, ser nombrado Caballero de las Letras Francesas en 1991? Ha publicado el "Abecedario parcial de la mundialización", que ha escrito junto al periodista Ignacio Ramonet Lo publicará la editorial francesa Pion el próximo mes de noviembre (coincidiendo con el II Foro Social Europeo, del 12 al 15 en París)" Aquel encuentro de Pére Lachaise me recordó cuando el escritor Federico Campbell ("Tijuanenses", "Pretexta") asistió a una cena en casa del pintor Byron Gálvez en abril de 1987 ("El regreso de Pedro Infante" en "Proceso" 546), donde cantó un tenor llamado Antonio Pedro que aseguraba ser el mismísimo y vivísimo Pedro Infante, con la ambición de filmar la vida de "El ídolo del pueblo" Parafraseando a Campbell: "Lo que no sospecha Marc es que él mismo y no el padre de Manu Chao sería el personaje interesante de una película El argumento de su propia vida prefigura un tema pirandelliano: el de la sustitución de la persona, el de la personalidad ¿Quién soy? ¿Por qué me asumo como otro? O en términos más elementales, el de la transferencia de la personalidad o el de la fijación en un otro "Lleva su fantasía al grado de realizar hasta sus últimas consecuencias una perfecta, inmejorable suplantación de la personalidad Y de eso vive Es la razón de su existencia"

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