BUZON DE APÓCRIFOS: ¿Cuestión de pelos?

lunes, 8 de diciembre de 2003 · 01:00
México, D F, 8 de diciembre (apro)- “¿Qué? ¡La manga! Eso de los impuestos indirectos, que es lo que representa el IVA en definitiva, es cuestión de pelos, ¡y los eriza!, pues es como arrancárselos a calvos” Esta indignada salida de Pepe Calvo, que por cierto hace un alto honor a su apellido, hizo que del grupo de amigos que regularmente coincidimos en el ambiente penumbroso y tranquilo del piano–bar EL TUNEL DEL TIEMPO, unos lo miraran perplejos y otros soltaran la carcajada Un servidor fue de los primeros, de los perplejos; por eso me tomo la libertad de escribir la presente, con la esperanza de que algún amable lector se tome el trabajo de sacarme de mis dudas Gracias por adelantado Ahora sigo con lo ocurrido Como les decía, ante nuestra reacción por sus palabras, nuestro común amigo se pasó la diestra por su brillante cabeza y añadió más sosegado: “No se rían ni me miren así No es un mal chiste ni una estupidez lo que les acabo de decir Piensen y analicen Eso de que los gobiernos consigan el dinero que necesitan por medio del impuesto que llaman indirecto, esto es, por medio de gravámenes que impone a mercancías y servicios, que todos pagamos de manera pareja al usarlos o consumirlos, sin tener en cuenta diferencias de ingresos o de fortuna, no me parece justo, pues lo encuentro inequitativo, pues no es lo mismo, digo, arrancarle un pelo, de los muchos que tiene, a un melenudo, que arrancarle un pelo, de los cuatro que puede tener, a un calvo Esta es una verdad evidente, ¿o no? Por eso espero que no les extrañe ni me critiquen si les digo que esta igualdad obligatoria que significa el pago de impuestos indirectos, la sienta tan ridícula como la que, al decir de Anatole France, de la ley que prohíbe tanto al rico como al pobre que duerman en los bancos de los parques públicos “Por otra parte, les digo que, en lo personal, no soy de los que se consuelan por saber que una gran parte de los ingresos fiscales, por lo general, los consiguen los gobiernos por medio de ese tipo de impuesto, el indirecto, ya que hasta los propios economistas reconocen que el mismo fácilmente puede ser regresivo, en sentido de que, en relación con los ingresos, absorbe una mayor contribución de los ingresos pequeños que de los grandes ¡Qué cosa! ¿Qué les parece? “En lo personal, tampoco me consuela para nada el saber que existen teorías económicas que afirman que la equidad fiscal no está tanto en el cómo se obtiene el dinero, que más bien está sobre todo en el cómo se gasta y en el donde se invierte Lo siento, pero a esas teorías las veo como si a mí me arrancaran los cuatro pelos que tengo y se justificara ese acto con la discutible promesa de que es por mi bien, pues es para que en un futuro, ¿será, reciba y goce de un peluquín que hará que me vea mejor y protegerá del frío a mi cabeza depilada a la fuerza? En verdad que no entiendo ni me explico esas teorías que hacen más pelones a los calvos con el generoso propósito de administrarles posteriormente peluquines, ¿y ustedes? Lo lamento, pero en lo personal, veo a la generosidad de dichas teorías como buenas intenciones que van empedrando un camino que lleva al infierno del despojo Admito que puedo estar equivocado, que me falle la vista ¿Pero como la ven ustedes?” Aquí le salió al paso Bartola Buenafé diciéndole que si su ciencia económica no le alcanzaba para saber y tener en cuenta que el denominado impuesto directo, es decir, el que grava, el que cobra más a los que más ganan o tienen, bien sea por salarios, rentas o fortunas, es igualmente peligrosos para la sociedad, pues muy bien puede desalentar a inversores y empresarios, con lo que habría menos empleos, más desempleados A esto respondió el amigo Calva: “No lo ignoro, pero procuro no pensar en ello, pues al final de cuentas esos desanimados, por lo general son los menos y o son desanimados melenudos o desanimados con pelo suficiente para que no se les considere calvos, y por el contrario, los calvos, que siempre son los más en el mundo, siempre terminan bailando con la más fea, ¡y eso si les toca! Tampoco pienso en ello porque me hace admitir que eso de los impuestos funciona ineluctablemente como aquí estamos viendo, lo que me encorajina y desalienta, pues entonces no nos queda más que aceptar, como dijo el inglés Carlyle, que la economía es ‘la ciencia funesta’, sobre todo porque acepta la pobreza con demasiada calma Pero les pregunto: ¿forzosamente tiene que ser así? ¿Qué opinan?” Con esto se terminó nuestra plática sobre economía, pero no mis incertidumbres sobre la misma por lo que, como dije más arriba, espero que algún amable lector de este buzón se tome la molestia de aclarar mis ideas Con mis gracias por adelantado JUAN D’UDAKIS

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