ADELANTO DE LIBROS: "Ahora y en la hora", de Víctor Hugo Rascón Banda

lunes, 5 de mayo de 2003 · 01:00
México, D F (apro)- Estamos acostumbrados a ver el teatro, no a leerlo Pero en esta ocasión podemos hacer ambas cosas: Publicada por La Carpa, la obra de uno de nuestros más prolíficos dramaturgos, Víctor Hugo Rascón Banda, “Ahora y en la hora”, ha sido llevada al escenario por Luis de Tavira El libro lo edita Difusión Cultural de la UNAM en su colección La carpa, y lleva un prólogo del director, quien certeramente expone el plan de la obra: PROLOGO DE LUIS DE TAVIRA Escrita ahí mismo, en el hospital, jardín botánico del mal, asida en unas cuantas hojas de papel, mientras flota en la incertidumbre que media entre la radicalidad del ahora y la aproximación de la temible hora, la obra, afortunadamente inconclusa --¿cómo podía ser la que es, de otra manera?--, se convierte en el drama de la respectividad Lo sospechamos siempre: no todo es verdad Y a pesar de saberlo, vivimos ignorando que ignoramos, afanados en huir entre engaños y dilaciones, mientras transcurre eso mismo que somos: tiempo Entonces, siempre sucede, aparece de pronto, casi siempre por sorpresa, como un ladrón, la única certeza posible: que la hora, llega No la nuestra, porque ésa o no da ocasión o rapta la conciencia hacia otra zona que ya no es de este mundo Es invivible Es la muerte No, la hora del otro es la que siempre nos alcanza y nos enfrenta al reconocimiento de lo que siempre sospechamos: que hay una verdad latente Contra lo que presupone la ilusoria perspectiva de la ciencia, “Ahora y en la hora” parece decirnos que esa verdad no surge de la búsqueda metodológica, ni de la utilización de poderosos instrumentos tecnológicos de observación No es una verdad que se encuentra, sino una verdad que se produce Una verdad que reside en una sede y sucede en una cronología propia: el drama, es decir, el acontecimiento, ahora y en la hora, ahí, en el hospital Aquí, el hospital es el teatro donde se produce la verdad latente que sospechamos y eludimos siempre, y que aquí y ahora emerge por virtud del drama, esa crisis que libera una energía por la cual una cosa decide ser otra, a la hora de intervenir Aquí, lo incubado emerge y obliga a una estrategia, porque la crisis se produce desde adentro, desde lo secreto Es el instante en el que la moneda gira en el aire Es sí o es no, no hay término medio Es una crisis tal que demanda la intervención decisiva de Dios, que muestra veredicto en el resultado Se trata de una verdad que se produce en un combate El hospital es un ego, campo de batalla en que agonizan las posibilidades frente a la única verdad de la realidad: el acontecimiento; algo que no es lo que es, sino lo que acaece; algo que no se constata, sino que se produce y por ello depende de estrategias, no de métodos Al final podría suponerse que si algo vence, sólo ha vencido sobre un secreto Semejante victoria establece una relación de poder casi invencible: la del poder saber de unos sobre otros “Un médico cobra por lo que sabe, no por lo que hace”, sanciona la institución hospitalaria de los que detentan el poder A pesar de ello, tal victoria es ilusoria, porque, si por una parte garantiza un poder, éste ya no es un saber La dinámica de aquella verdad que no es respetable sino que sólo acaece, avanza hacia otro adentro que está afuera del claustro de la institución legitimidad y ahora es, ya no jardín botánico del mal, sino laberinto de la conciencia en que se oculta una vergüenza original Porque mucho más que ser sólo sujetos determinados por nuestras relaciones, somos la respectividad que nos constituye Tal vez por ello, esta obra que sucede ahí, en la inhabitable sala de espera del hospital, no es el drama de los pacientes y los médicos, sino de los respectivos que, ahí, esperan impotentes, mientras la moneda gira en el aire tras las puertas del quirófano y se produce la verdad como el acontecimiento que cambiará su vida para siempre Es ahí, en el sitio y el intervalo entre el ahora y la hora, en que se produce la verdad latente sobre sí mismos, cuando en un asalto de ansiedad se les revela la condición de esa respectividad que los constituye y por virtud de la cual se hace claro que el propio destino es siempre el destino del otro Fue Aristóteles, curiosamente no en “Poética”, ni en “Etica”, sino en “Física”, el que afirmó esta intuición profunda: la respectividad nos constituye: es aquel carácter por virtud del cual ninguno empezamos por ser lo que somos y luego nos ponemos en relación con los demás, sino al revés: lo que somos es constitutivamente función de los demás No somos como creemos, producto de relaciones Ante todo, porque toda relación supone relatos Y llegada la hora, no hay relatos, sólo respectividad en la que cada uno es en función del otro, algo que constituye al relato mismo Entre el ahora y la hora, no es otra la respectividad sino eso mismo que llamamos mundo, aquello en virtud de lo cual cada uno es el que es, no simplemente real, sino aquello que es real, apenas, todavía Tal vez por ello los personajes, de “Ahora y en la hora” insisten: “Yo de aquí no me muevo”

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