México, D F (apro)- Un par de buenos desnudos y unas cuantas carcajadas no ayudan a que “Asesino en serio” (México, 2003) se salve de una buena quema En principio, la trama sonaba algo interesante y a la vez diferente: Un par de chicas son asesinadas y se presume que existe un asesino serial que mata a sus víctimas mientras están en el orgasmo Sin embargo, los primeros diálogos --de por sí absurdos, o más bien ridículos-- recitados a la manera de actores de teatro estudiantil, marcan la pauta Ante eso, las cosas no pueden mejorar Jesús Ochoa interpreta al comandante Martínez (un judicial que más bien funge como detective estadunidense, figura que no existe en nuestro país), quien es el encargado de resolver estos misteriosos asesinatos, mientras su vida sentimental comienza a tambalearse El desarrollo de la trama pasa sin pena ni gloria, sacudiéndonos de vez en cuando con alguno que otro chiste o con el cuerpo al descubierto de una Ivonne Montero o una Gabriela Roel, entre otras tantas Pero el suspenso nunca aparece, y la resolución del problema no causa asombro alguno Las escenas son inconexas, se parecen a los trabajos en equipo que se hacían en la primaria, uno terminaba dividiendo el trabajo en partes y a la hora de presentarlo no tenía ilación alguna ¿Dónde estuvo el director Antonio Urrutia? Quién sabe, brilló por su ausencia Además, el sonido está mal; no se entiende lo que los actores dicen y contiene bastante ruido Y ni hablar de la fotografía: pareciera que uno de nuestros tíos maternos hubiera tomado su cámara casera para grabar los quince años de su hija Daniel Giménez Cacho, quien interpreta a un antropólogo misterioso, sería lo más rescatable, pero desgraciadamente sólo sale unos minutos, así como Dario T Pie (quien hace de burócrata), quien sale todavía menos Ambos logran amenizar la película Pero ni Ochoa, Santiago Segura (un padre promiscuo), ni el mismo Rafael Inclán (un médico forense), están en su mejor momento