BUZÓN DE APÓCRIFOS: "De la pobreza..."

lunes, 23 de febrero de 2004 · 01:00
México, D F, 23 de febrero (apro)- “Las desgracias de cada cual originan la felicidad de todos, de tal suerte que, cuantas más desgracias privadas haya, mejor funciona el mundo” Dr P Estimados lectores de este buzón: créanme, no escribo la presente por vanidad, por demostrar la realidad del epígrafe personal con la que la encabezo No, la escribo con la intención de llevar tranquilidad a sus atormentadas conciencias y ver si les convenzo de una buena vez que sí viven en el mejor de los mundos posibles Todos estamos de acuerdo en que la pobreza es la madre más paridora de infelicidad en el hombre No ignoro que a todos lastima y hasta lacera la pobreza que a tantos afecta en el mundo --¡bravo!, ya que eso habla muy bien de los buenos sentimientos de la especie--, pero no deben olvidar que en la misma Biblia, libro inspirado por la divinidad, está escrito que los pobres siempre estarán entre nosotros, los hombres, palabras sabias confirmadas por los hechos, pues siempre ha habido pobres y siempre han sido los más, en las diversas sociedades que ha creado la humanidad en su evolución ¡Y es una tontería rebelarse contra esa realidad; es una estupidez luchar contra la pobreza! Veamos al respecto algunos momentos estelares de la Civilización Occidental que ilustran lo dicho, no por capricho, sino porque su filosofía, sus normas, son las que se están imponiendo en eso que ustedes llaman “la gran aldea global” Comencemos con el cristianismo, una de las columnas maestras de la mentada Civilización Occidental Según los estudiosos del tema, en sus inicios debió su auge a que, en una sociedad esclavista, sus creyentes y seguidores se consideraban hermanos e iban a la par y tenían las cosas en común, como lo puede comprobar el que lea los “Hechos de los apóstoles” Más tarde, al hacerse institución con Constantino, en su sabiduría, consoló a los pobres diciéndoles: “no eres el cuerpo”, “el cuerpo es tu enemigo”, “vivimos para hacer méritos con el sufrimiento y así ser dignos del reino de los cielos”, con lo que se vivió siglos de resignación Pero el hombre, eterno rebelde, con la Revolución Francesa, quiso universalizar, aquí y ahora, en la tierra, la libertad, la igualdad y la fraternidad Vano intento, como ustedes, lectores, bien lo saben Más tarde, los pobres más conscientes, los trabajadores, creyeron que redimirían al mundo si lo hacían con sus propias manos En su entusiasmo, hasta compusieron un canto de guerra que en sus estrofas iniciales dice: “Arriba los pobres del mundo, en pie los esclavos sin pan” ¿Y todo para qué? ¡Para comprobar que el remedio que proponían, por el que combatieron y hasta murieron, era peor que la enfermedad Más tarde aún, los bienintencionados propusieron combatir la pobreza con el llamado “Estado benefactor”, que también ha demostrado la ineficacia de sus medidas populistas contra la misma Estas no son fantasías mías, sino verdades de la historia Hoy, mis estimados, viven en pleno auge de la ideología neoliberal, que tiene como artículos de fe la libertad irrestricta del mercado y la libre competencia y que, extrañamente, coincide con el pensamiento anarquista en eso de que “cuanto menos Estado exista, mayor será la posibilidad de felicidad humana” ¿Será eso cierto? Permítanme decirles que este su servidor, salvo su mejor opinión, claro, lo duda Lo duda porque a pesar de todas las apologías expuestas y proclamadas a favor del libre mercado, ustedes saben tan bien como yo, no se hagan, que la única ley que inexorablemente se cumple en la Regla de Oro es: “Los que tienen el oro, mandan” –es decir, los ricos--, y que la competencia, también inexorablemente, hace triunfar a unos pocos, lleva al fracaso a muchos y deja solitarios a todos, con lo que, una vez más, se va a mostrar, demostrar y confirmar, que todo será como antes, esto es, que habrá ricos y pobres, pocos de los primeros y muchos de los segundos ¿Pueden demostrarme lo contrario? ¿Qué dicen? Pero ojo, todo lo anterior no es motivo para que se atormenten y renieguen de la pobreza Como especie, considero que deben decir: ¡Alabados sean los pobres!, ya que ellos han y siguen contribuyendo como pocos a la felicidad general, ya que su miseria es el precio de la prosperidad de todos, confirmando el pensamiento personal con el que encabecé la presente y que me voy a permitir escribir de nuevo: “La desgracia de cada cual origina la felicidad de todos, de tal suerte que, cuantas más desgracias privadas haya, mejor funciona el mundo” Espero que la presente cumpla con el propósito que la motivó, que era el demostrarles que siempre ha habido pobres, tranquilizar sus conciencias con ello y convencerles que sí, que de verdad viven en el mejor de los mundos posibles Con todo el respeto y consideración que me merecen, queda de ustedes su servidor DOCTOR PANGLOSS

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