BUZÓN DE APÓCRIFOS: Vuelta de tuerca

lunes, 8 de marzo de 2004 · 01:00
México, D F, 8 de marzo (apo)- Desde el rincón de Ultratumba, que me gané con mi talento y tesón, estimados vivientes, ésta les escribo para decirles: Que me regocija en grado sumo el sacudimiento que está produciendo en tanto cristianos la película LA PASION DE CRISTO, de Mel Gibson ¡Qué bueno! ¿Qué a algunos les desagrada porque les parece violenta y brutal? ¡Vaya! ¿Piensan que las crucifixiones de los romanos eran más “quirúrgicas”, como pretenden que lo son sus bombardeos con “bombas inteligentes” en esas sus guerras, estimados lectores? ¡Qué idea! También para informarles, lo confieso con cierta vergüenza de mi parte, que dicho regocijo no está libre de alguna vanidad, pues, toda proporción guardada, veo a dicha película como a mi libro El genio del cristianismo Lo siento, pero en mi descargo, recuerden que al mismo se le tiene como a la primera obra literaria que fue capaz de contrarrestar la influencia de los filósofos de LA ENCICLOPEDIA, que con Voltaire a la cabeza, habían contribuido poderosamente con su “fe en la razón” a socavar “la fe en la religión”, a propagar una ideología atea y materialista tanto en Francia como en el resto de Europa ¿Y qué? ¿No en ese su tiempo, distinguidos lectores, con su pragmatismo, que pone camisa de fuerza a la libertad, hasta dejarla inmóvil; de consumismo desmedido, que confunde el tener con el ser, con lo que se escarnece la fraternidad y hace cera y pabilo de la igualdad, no es también un tiempo profundamente materialista y de progresiva descristianización? Reflexionen, pues de ustedes es la palabra Volviendo al tema Mi El genio del cristianismo, contrario a la fría razón, fue un apasionado y directo llamado al corazón, al cálido sentimiento humano, con el que demostré que el cristianismo de ningún modo era, como decía aquella, hostil a la civilización, ya que había aportado a la misma un gran arte y una gran literatura, pero, ¡ah!, aunque lo señalé, no profundicé lo suficiente en su gran contribución: el de una moral superior Por eso, años más tarde, en mis MEMORIAS, dije que si tuviera que reescribirlo, haría hincapié en cómo el cristianismo había echado las bases de la verdadera cohesión, igualdad y justicias sociales Ustedes saben que no exagero al escribir lo anterior, pues estudiosos del tema han dicho que la moral que encierra el amor cristiano es muy superior al de otros patrones de vida, como el estoico, cuya ética se fundamentaba en la renuncia, en un retiro hacia sí mismo, en un desprecio hacia todo, incluso del hombre, retiro y desprecio que tenía en el fondo más miedo y falta de vigor que otra cosa O el del amor platónico, que es atraído y determinado por lo que considera superior, que aspira a elevarse, a la conquista de lo sublime, la belleza, de la que hace una y trina con la verdad y la bondad ¡Ah!, que diferente es la moral del amor cristiano, el es independiente del objeto, no necesita que sea bello o bueno, en el no hay retiro ni desprecio, tiende al sacrificio, es entrega a la vida hasta el límite de perderla si es preciso en eso de su amor al prójimo Como romántico que fui (y sigo siendo), esto es, un entusiasta partidario de los impulsos del corazón, del sentimiento afectuoso humano, comprenderán mi regocijo al ver que no pocos cristianos se indignan por la violencia mostrada en la mencionada película (¡qué bueno que la simple ficción de la cruel brutalidad de la tortura y muerte, que en el sentido cristiano no es más que desamor al prójimo, los trastorne tanto!); que otros salgan llorando; que otros más, conmovidos a tal punto que sólo puedan balbucear o de plano no puedan ni hablar, pues yo creo que tales conmociones de tantos bien pueden ayudar a afirmar la verdadera cohesión, igualdad y justicia sociales que el cristianismo sembró en el mundo Por ojo, no soy tonto No se me va que el sacudimiento espiritual que está produciendo esa película, muy bien puede servir para otra vuelta de tuerca que afirme más, como tantas veces ha ocurrido en el pasado, lo que Napoleón cínicamente llamaba “el misterio del orden social”, pues reconcilia al hombre consigo mismo, lo enseña a someterse resignadamente las desigualdades sociales con el simple recurso de una promesa de compensación en el más allá; “misterio del orden social” en que los pastores de almas de las diferentes iglesias que integran el cristianismo, no pocas veces se han prestado y se prestan (¡vergüenza para ellos!) a ser rigurosos custodio del orden establecido más que a ser los celosos guardianes del bien de sus hermanos Por su bien y dignidad, estimados lectores, rueguen por lo contrario: que el sacudimiento espiritual que está produciendo la mencionada película, sea una vuelta de tuerca que asegure y afirme el mensaje del que entre todo matamos y dejamos morir en soledad Amen Vizconde de CHATEAUBRIAND

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