Sor Juana Inés de la Cruz y la Pasión de Jesús
México, D F, 9 de abril (apro)- La exhibición de la película “La Pasión de Cristo”, de Mel Gibson, hizo renacer una vieja polémica sobre la muerte de Jesús: ¿Por qué fue enviado a la cruz y por quién?
Para algunos esta última interrogante --que se antoja inútil-- no ofrece duda: Fueron los judíos, o más precisamente, los gobernantes judíos Pero para el exegeta del Nuevo Testamento, Ernesto de la Peña, entrevistado por la revista Proceso, fue Pilatos, o mejor dicho, el imperio romano, del que éste era su brazo ejecutor
La razón del sacrificio del Mesías no está menos oscura Y aquí se esgrimen argumentos desde políticos hasta religiosos Sin embargo, para sor Juana Inés de la Cruz la contestación no pudo ser más sencilla: a Cristo lo mató la envidia de algunos de sus semejantes, quienes no soportaban el brillo que el Galileo les quitaba
En su célebre “Respuesta a sor Filotea de la Cruz”, publicada a finales del siglo XVII, Juana de Asbaje reflexiona sobre ello y asienta:
“Aquella ley políticamente bárbara de Atenas, por la cual se solía desterrar de la república el que se señalaba en prendas y virtudes porque no tiranizase con ella la libertad pública, todavía dura, todavía se observa en nuestros tiempos, aunque no hay ya aquel motivo de los atenienses; pero hay otro, no menos eficaz aunque no tan bien fundado, pues parece máxima del impío Maquiavelo: que es aborrecer al que se señala porque desluce a otros Así sucede y así sucedió siempre”
Como se sabe, Inés de la Cruz escribió la célebre “Carta Atenagórica” para refutar las tesis de uno de los teólogos más importantes de su época, el jesuita portugués Antonio de Vieira, por lo cual fue reprendida por el obispo Manuel Fernández de Santa Cruz Su “Respuesta a Sor Filotea de la Cruz” es la autodefensa de la monja jerónima por su derecho a decir lo que sentía En esta carta, inmediatamente del párrafo citado, se pregunta:
“Y si no, ¿cuál fue la causa de aquel rabioso odio de los fariseos contra Cristo, habiendo tantas razones para lo contrario?” Y dilucida:
“Porque si miramos su presencia, ¿cuál prenda más amable que aquella divina hermosura? ¿Cuál más poderosa para arrebatar los corazones? Si cualquiera belleza humana tiene jurisdicción sobre los albedríos y con blanda y apetecida violencia los sabe sujetar, ¿qué haría aquélla con tantas prerrogativas y dotes soberanos? ¿Qué haría, qué movería y qué no haría y qué no movería aquella incomprensible beldad, por cuyo hermoso rostro, como por un terso cristal, se estaban transparentando los rayos de la Divinidad? ¿Qué no movería aquel semblante, que sobre incomparables perfecciones en lo humano, señalaba iluminaciones de divino? Si el de Moisés, de sólo la conversación con Dios, era intocable a la flaqueza de la vista humana, ¿qué sería el del mismo Dios humanado? Pues si vamos a las demás prendas, ¿cuál más amable que aquella celestial modestia, que aquella suavidad y blandura derramando misericordias en todos sus movimientos, aquella profunda humildad y mansedumbre, aquellas palabras de vida eterna y eterna sabiduría? Pues ¿cómo es posible que esto no les arrebatara las almas, que no fuesen enamorados y elevados tras él?”
Vuelve a preguntarse:
“¿Pues ¿cómo en los hombres hizo tan contrarios efectos?”
Para afianzar luego:
“Y ya que como toscos y viles no tuvieran conocimiento ni estimación de sus perfecciones, siquiera como interesables ¿no les moviera sus propias conveniencias y utilidades en tantos beneficios como les hacía, sanando a los enfermos, resucitando los muertos, curando los endemoniados? Pues ¿cómo no le amaban? ¡Ay, Dios, que por eso mismo le aborrecían! Así lo testificaron ellos mismos”
Desde la más profunda reflexión, la Décima Musa escribe a continuación una de las páginas más conmovedoras en torno a La Pasión:
“Si dijeran: éste es un malhechor, un transgresor de la ley, un alborotador que con engaños alborota el pueblo, mintieran, como mintieron cuando lo decían; pero eran causales más congruentes a lo que solicitaban, que era quitarle la vida: mas dar por casual que hace cosas señaladas, no parece de hombres doctos, cuales eran los fariseos Pues así es, que cuando se apasionan los hombres doctos prorrumpen en semejantes inconsecuencias En verdad que sólo por eso salió determinado que Cristo muriese Hombres, si es que así se os puede llamar, siendo tan brutos, ¿por qué es esa tan cruel determinación?”
Y en la siguiente frase Juana Inés resume su visión sobre el martirio de Jesús al mismo tiempo que su propio drama al haber sido reprendida por decir la verdad:
“¡Válgame Dios, que el hacer cosas señaladas es causa para que uno muera!”