BUZÓN DE APÓCRIFOS: Carta olímpica

lunes, 30 de agosto de 2004 · 01:00
México, D F, 30 de agosto (apro)- “Así como el aire es el mejor de los elementos, como el oro es el más precioso de los tesoros, como la luz del sol sobre pasa cualquier otra cosa en esplendor y en calor, así también no hay victoria más noble que la de Olimpia”: Plutarco ¡Ah, lectores, las Olimpiadas! Lástima que su celebración en la actualidad, en lo general, no sirva para lo que le sirvieron a los antiguos helenos en su origen, y más bien sean vehículo para resaltar lo menos recomendable de las mismas cuando degeneraron ¿Hay quién lo dude entre ustedes, mis estimados? Para confirmar lo que he escrito, no hay más que recordar lo que se sabe sobre ellas Con ese fin me permito escribirles la presente Como no se ignora, la Hélade aparece en la historia como un conglomerado de ciudades Estado que compartían idioma, cultura y religión; pero ese compartir no impedía que por un “quítame esas pajas” se enzarzaran en feroces guerras con frecuencia Desastrosa situación Afortunadamente, los antiguos griegos tenían una afición que los unía más: su inclinación a los juegos deportivos, que solían desarrollarse en honor de algún dios Tenían lugar en toda Grecia, pero los más prestigiosos fueron los que se celebraban en Olimpia en honor de Zeus, que se desarrollaban cada cuatro años Tan importantes fueron para los helenos que el periodo de cuatro años que los separaba lo llamaron “olimpiada” y les sirvió para contar el tiempo y señalar el inicio de la historia griega Y eso no es todo Más importante era que durante dichos juegos, debía reinar la paz entre todas las ciudades de la Hélade, cesar las contiendas entre ellas, por enconadas que fueran Durante esa tregua pactada, miles de griegos de todos los rincones se dirigían a Olimpia alegres y confiados, pues sus personas, por ley, eran consideradas sagradas Se cuenta que Felipo, padre de Alejandro Magno, pese a su prepotente arrogancia, tuvo que pagar una fuerte multa porque algunos de sus soldados molestaron a unos asistentes en su camino a los juegos Así, las periódicas suspensiones de las guerras entre las ciudades durante el ejercicio de estos certámenes atléticos, convirtieron a los mismos en poderoso lazo de unión; sirvieron para reforzar la comunidad de religión, cultura y lengua; y contribuyeron grande y poderosamente a que entre los griegos se fuera desarrollando un sentimiento de hermandad Eso tuvieron de bueno las justas olímpicas en sus orígenes, pero eso no duró mucho Desafortunadamente, con el correr del tiempo, pronto la fama y los honores que se dispensaba a los triunfadores, honor y fama que, por reflejo, recibía también la ciudad de donde procedía, hizo que surgiera el profesionalismo entre los participantes en los mismos El que, primero discreta y cada vez más abundantemente, lo vencedores en los juegos, que en sus inicios recibían por todo premio una corona hecha con una rama de olivo, recibieran más y más dinero, y otros bienes materiales por parte d las autoridades de la ciudad natal; y el que escultores y poetas fuesen retribuidos por ensalzarlos con sus estatuas y versos, dio lugar a un mercantilismo que englobó la natural sed de prestigio, la siempre interesada actividad política y el afán de lucro, lo que propició la preparación de individuos sujetos a un régimen y un entrenamiento especial que posibilitara el triunfo de su participación en las contienda deportivas, con lo cual, inevitablemente, el atleta se fue convirtiendo en un hombre al servicio del deporte y otros intereses ajenos al mismo, con lo que fue perdiendo su original sentimiento de honor y los mismos juegos, paulatinamente, fueron abandonando el viejo espíritu que regía la palestra helénica para convergir con el del espectáculo del circo romano, sin la crueldad y menos la sangre del mismo, es verdad, pero sin dejar de estar al servicio de sus más deleznables propósitos, como el de mantener distraída a la plebe de otras actividades más fundamentales, incluso, para compensarlo de fracasos en otos frentes, para así captar la voluntad de la masa, y poder manipularla mejor y en mayor beneficio de los intereses políticos y económicos de determinados grupos de poder Pues bien, estimados lectores, en este mundo que vivimos hoy, que presume de progresista, universalista, demócrata e incluyente, el deporte en general y los Juegos Olímpicos en particular, ¿responden más al viejo espíritu que regía la palestra helénica o al del circo romano? Ustedes tienen la palabra Con un cordial saludo LIGORIO D´REVUELTAS

Comentarios