Aniversarios de Benítez y Rulfo

lunes, 18 de abril de 2005 · 01:00
* Se recuerda al historiador y periodista a cinco años de su muerte * Pedro Páramo cumple medio siglo de su publicación * Ambos, defensores de las culturas autóctonas México, D F, 18 de abril (apro)- Esta semana se recuerda en la Sala Manuel M Ponce, del Palacio de Bellas Artes, los cinco años del fallecimiento del fundador de los suplementos culturales en México, Fernando Benítez, y durante todo 2005 se estará celebrando la aparición, hace medio siglo, de la novela más significativa del siglo XX nacional, Pedro Páramo, de Juan Rulfo Ambos personajes compartieron momentos estelares de la cultura nacional y también fueron defensores de la población indígena Benítez dedicó cinco tomos al tema, en Los indios de México, y Rulfo trabajó bastantes años en el Instituto Nacional Indigenista (INI), que este gobierno desapareció –¿Por qué motivo se decidió a realizar Los indios de México?--pregunté a Benítez para la revista Proceso con ocasión del levantamiento zapatista en Chiapas en 1994 –Tenía yo una nana india que me contaba cuentos maravillosos Y los indios en mi niñez iban vestidos de manta por las calles del centro gritando "chichicuilotitos" y vendiendo fruta --respondió Y contó la razón inmediata: “Yo me desayunaba siempre en Sanborns de Madero y nos preguntábamos cada vez quién sería el próximo presidente y me cansé Yo quería ir con los indios kikapús, pero empecé con los huicholes Ahí estuve cuatro años, ellos me llevaron a los coras, éstos a los tepehuanes Recorrí toda la Sierra Madre Además tengo un libro sobre los otomíes, ¡tan próximos a nosotros!, y viven en el desierto porque toda el agua la acapararon los gobernantes y los políticos, como Corona del Rosal (exregente de la Ciudad de México) y sus hijos Acapararon las tierras Estuve con otomíes, mazatecos, mixtecos, zapotecos en Oaxaca, con los mayas en Yucatán, de donde escribí el libro Ki, un drama y una planta Conocí diez u once culturas Para defenderlas Y para hacer ver las infamias Veinte años atrás, Benítez y Rulfo creyeron encontrar en el presidente Luis Echeverría la salvación del mundo indígena Por ello lo acompañaron en su gira a Sudamérica, donde Echeverría invitó a un nutrido grupo de intelectuales, en lo que se llamó “el avión de redilas de los intelectuales” Polémica indigenista en Perú Fue el martes 7 de mayo de 1974 cuando Fernando Benítez y Juan Rulfo estaban anunciados para dar una conferencia sobre los indios de México en la Casa de la Cultura de la capital peruana Eran los tiempos encendidos del populismo de izquierda del general Velasco Alvarado, y había un clima de vuelta al nacionalismo Entre el público, que abarrotaba el salón principal en el primer piso, se veían no pocos rostros indios en esa Lima española, mestiza y blanca, entonces opositora al Cuzco indígena El desértico litoral del Pacífico racista, por un lado, y la antigua y elevada casa de los descendientes incas Entonces Benítez (Rulfo no apareció) contó sus experiencias con las culturas mexicanas, y por aquí y por allá empezó a deslizar la idea de que tarde o temprano los indios serían asimilados por la modernidad urbana Ya empezaban --a pesar del Instituto Nacional Indigenista, decía-- a extinguirse algunas de sus lenguas, trajes típicos y costumbres Esa visión no la soportaron los peruanos, quienes comenzaron a cuestionarlo, primero en tono indirecto y luego ya duro, para señalarle que el futuro de América sería indígena Que esas tierras eran suyas y las volverían a conquistar Que la raza antigua era fuerte y perviviría en toda su pureza La discusión subió de tono Benítez, siempre polémico, contraatacó con fiereza y pidió permiso para contar una historia: estando en algún ritual huichol en la sierra a lo largo de parte de la noche y toda la madrugada, relató que a la salida del sol comenzaron a escucharse del sitio donde estaba el chamán unos chirridos de espanto Todos se conmocionaron "¿Y qué era aquello? --preguntaba el escritor frente al público y contestaba vehemente--: ¡Que debajo de las faldas del chamán empezaba a mal sintonizar una onda salida de un radio de transistores!" De esa manera defendía su tesis La reacción fue peor Enardecidos, dos o tres defensores de los indígenas que llevaban la voz cantante, casi lo acusan de traidor Benítez, orador recio de voz enfática, ademanes duros y gran polemista, enfureció, y casi haciéndose escuchar a gritos, dijo, palabras más, palabras menos: "Si ustedes van al Museo Nacional de Antropología de México y entran a una de esas salas maravillosas, obra de la museografía de Fernando Gamboa, reconocida internacionalmente, entrarán en medio de la penumbra misteriosa hasta irse acercando poco a poco al fondo, donde de pronto estalla en un juego de luces el milagro de una piedra maya Eso es reconocer el valor de nuestras culturas ¡Y en cambio el otro día sentí vergüenza de cómo tienen ustedes arrumbado todo el arte antiguo de los incas en ese horrible Museo del Oro!" Confusión general Dos o tres diálogos más, ríspidos Despedida rápida de Benítez Abordaje al coche negro de la embajada, que se detiene súbitamente en la esquina El escritor abre la portezuela y grita: "Súbete, Juan" Porque ahí está, fumando un cigarro recargado en un farol, en la noche que empezaba, Juan Rulfo

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