"La teta asustada"

martes, 26 de enero de 2010 · 01:00

MEXICO, D.F., 26 de enero (Proceso).- No había prueba que habíamos nacido, menos que habíamos muerto, sentencia una de las mujeres que amortajan el cadáver de la madre de Fausta (Magaly Solier), quien como tantas otras violadas durante la guerra de Sendero Luminoso vivieron y murieron en el anonimato; sólo los cantos en quechua dan voz al inagotable dolor de esas mujeres aquejadas, para siempre, del síndrome de la teta asustada.

Ganadora del Mayahuel en Guadalajara y del Oso de Oro en Berlín 2009, La teta asustada (España-Perú, 2009), segundo largometraje de la peruana Clauda Llosa (Madeinusa, 2006), relata la historia de Fausta, heredera por vía materna de ese mal que priva a las mujeres del alma y las aleja para siempre del contacto con los hombres. Una papa, sembrada en la vagina, las sella y protege de cualquier intento de violación. Con el terrorismo nació Fausta.

La joven, que sangra y canta sin cesar, vive con sus tíos en un barrio de la periferia de Lima; como necesita dinero para enterrar a su madre; trabaja como sirvienta en casa de una pianista, que le ofrece una perla por cada canción. Mientras, la vida sigue en torno a la desdichada Fausta, los muchachos convierten en alberca la fosa improvisada, la familia se gana la vida organizando bodas y el cuerpo de la madre muerta se momifica.

La sobriedad de la imagen soporta la exageración de la metáfora –la papa que infecta y crece en la vagina–, así como la pesadumbre constante de Fausta; el rigor de los planos secuencia responde a su personalidad, sujeta a ese dolor encajado para siempre en la fuente de su feminidad. En Magaly Solier, actriz de una corporalidad que parece arraigarse a la tierra y de una coordinación naturalmente morosa pero enérgica, Claudia Llosa encontró a su fetiche perfecto; tal como ocurrió con el taiwanés Tsai Ming-liang (El río), que descubrió a su actor fetiche Kang Sheng en la calle.

La teta asustada libra por completo el ya lugar común del realismo mágico; fábula y símbolos femeninos se apoyan en esa sabiduría ancestral que para sobrevivir proyecta el pathos sobre ciclos naturales de la vida como nacer, amamantar, copular, afectados por alguna hibris o transgresión cósmica; la violación de las campesinas y la castración del varón, en este caso, afectan a la tierra y a la fertilidad misma.

Claudia Llosa, cineasta latinoamericana, marca un paso importante en el cine de nuestro continente; La teta asustada no permanece únicamente en el terreno de la denuncia y el mero lamento, se atreve a explorar el imaginario poético de la víctima.

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