"Invictus": pidamos lo imposible
MÉXICO, D.F., 29 de enero (apro).- A pesar de que Invictus posee un guión que se asemeja más a un relato que a una historia en forma, Clint Eastwood se las arregla para conectar, de nueva cuenta, con la audiencia.
Si bien la realización, en general, es maravillosa, hay que reconocer que Eastwood e Invictus le deben mucho al discurso político de Nelson Mandela: así como se plantea la historia, no hay forma de no querer al líder, o al menos se vuelve complicado darle la espalda a una escena que parece no llevarnos a ningún lado.
Invictus narra la manera en que el presidente Mandela (Morgan Freeman) consolida su gobierno y la nueva identidad sudafricana postapartheid, de la mano del Mundial de Rugby a mediados de los 90, con un equipo nacional, cuyo nombre y colores son asociados fuertemente con el régimen de dominación blanca, ese que le hizo tanto daño a la población de color.
En aras de romper un ciclo de venganza sin fin, Mandela no sólo apoya al equipo que el pueblo negro desprecia, sino que consigue que esa misma población de color termine poniéndose la camiseta y amando al equipo nacional.
Para lo anterior, fue indispensable, según la cinta, el apoyo del capitán del equipo, Francois Pineaar (Matt Damon), y, por supuesto, de los miembros de su staff, un combinado de gente de color con gente blanca.
Invictus, basada en un libro de John Carlin, posee cierto dramatismo, pero no muestra vuelcos de tuerca importantes --independientemente de que se sepa de antemano quién va a ganar--ni tampoco grandes arcos narrativos; es una historia sencilla y directa que gana por knock out gracias a que Eastwood consigue convencernos de que Mandela es la inspiración para lograr cualquier cosa: contra todas las posibilidades, el político sudafricano no sólo sale de la cárcel luego de casi 30 años, sino que se convierte en presidente de su país y consigue unir lo que se pensaba que era imposible.
Luego de ver la cinta uno sale amando a Mandela y pensando que es el gran visionario del siglo pasado o, de perdida, sale uno con ganas de jugar rugby.