Somos lo que hay
MÉXICO, D.F., 15 de diciembre (Proceso).- La trama de Somos lo que hay (México, 2010) puede resumirse de dos maneras. Una: el padre de una familia de escasos recursos muere repentinamente en un supermercado; la desolada viuda, madre de dos jóvenes varones y una adolescente, insta al mayor a continuar “el ritual” familiar que consiste en atrapar seres humanos para destazarlos y alimentarse con ellos. La otra, aun más suscinta: una familia mexicana de caníbales pierde al padre, y los hijos deben aprender a cazar en la jungla capitalina si quieren sobrevivir.
De cualquier manera, el humor negro de la idea que sostiene este primer largometraje de Jorge Michel Grau, egresado del CCC, es irresistible. No que Somos lo que hay sea una cinta cómica, los pocos gags auténticos que se permite el guión, como el del dedo con uña roja en el estómago del padre que arroja la autopsia, apuntan siempre en dirección del horror y del deterioro urbano, “tanta gente se come entre sí en esta ciudad”, comenta el forense (Daniel Giménez Cacho). En realidad, el director responde a la curiosidad, implícita, de su espectador: ¿cómo es esa familia?, ¿cómo cazan y devoran a sus víctimas?
A nivel internacional, los comentarios sobre Somos lo que hay son abundantes; muchos coinciden en afirmar que Michel Grau acaba de redefinir el género del canibalismo en el cine. De esto no hay duda; antes de tener claros los hábitos alimenticios de esta familia mexicana, ya el público se preocupa por esa madre devastada (Carmen Beato), la hija adolescente (Paulina Gaitán) con un hermano (Alan Chávez) al borde del incesto, y otro (Francisco Barreiro), homosexual y agobiado con la tarea de tomar el papel de cazador del difunto padre.
Sorprenden, sin embargo, algunos motivos constantes en los comentarios: la insistencia en los defectos de la cinta, no para atacarla, sino para justificarla; síntoma, esto, de lo que podría convertirse en una película de culto. El entusiasmo, “a pesar de las fallas”, entre las que se menciona la falta de explicaciones de cómo la familia se convirtió en tal y del porqué del ritual. Sorprende, aún más, el acuerdo general de que la cinta funciona como una metáfora de la situación en México ocasionada por la violencia, la corrupción, el narcotráfico, las decapitaciones y la manera de combatir estos problemas.
Sorprende que a nadie le sorprenda; triste resultado de la imagen que proyecta nuestro país en las noticias internacionales. Si ésta hubiera sido la intención básica de Michel Grau, la película habría cumplido con su cometido al 100% en sentido puramente comercial; no habría hecho más que alimentar el morbo. Sin embargo, las declaraciones de Michel Grau traslucen un sentido más profundo. La crueldad urbana y la pobreza estaban ya ahí, la ambición del director era encontrar cómo decodificar su entorno; quería exponer la violencia que se genera en el interior de la familia, y la violencia externa que la afecta.
Aquí reside la originalidad de Somos lo que hay: Jorge Michel Grau logró asociar el drama de desintegración familiar, asunto que aqueja realmente a la sociedad, con el canibalismo gore, fantasía que refleja una realidad (asesinatos, decapitados, tortura) en sentido metafórico; y aquí abre un nuevo camino para los jóvenes realizadores que busquen descifrar la confusión y el miedo que vive actualmente la sociedad mexicana.