Red social

miércoles, 22 de diciembre de 2010 · 01:00

MÉXICO, D.F., 22 e diciembre (Proceso).- En sí, Millonarios accidentales, bestseller del periodista Ben Mezrich en que está basada Red social (The Social Network; E.U. 2010), no aporta mucho a la historia del nacimiento y explosión del ubicuo Facebook; la mayoría de los documentos relacionados con las demandas y juicios contra Mark Zuckerberg, fundador del sitio, fueron publicados en internet. Fuera del contacto directo con Eduardo Saverin, cofundador y luego contendiente, gran parte de la infomación es de segunda mano; Zuckerberg nunca confirmó los hechos.

A partir de esta telaraña de acusaciones y supuestas revelaciones de “fulano le dijo a fulano” del libro reportaje de Mezrich, el director David Fincher, apoyado en el guión de Aaron Sorkin, construye una fábula moral sobre lo que podría llamarse el amanecer del siglo XXI y su comunidad global en internet; nueva modalidad social que tampoco escapa a los viejos temas de siempre, fama, sexo y dinero. Un arranque de misoginia habría abierto la caja de Pandora del facebook. La falta de certeza biográfica le permite a Fincher inventar un personaje verosímil, modelo del nuevo empresario de la era virtual.

Mark Zuckerberg (Jesse Eisenberg), un nerd de Harvard, discute con su novia, en un diálogo de antología que funciona como esgrima donde cada palabra punza, el pedante joven recibe la estocada final que lo corta y lo marca para siempre como el eterno imbécil (asshole); el despechado hacker improvisa una nueva página de internet dentro de la comunidad universitaria, una base de datos donde se expone y califica a la población femenina del campus. Un poco de algoritmos por aquí, proporcionados por el mejor amigo, Saverin (Andrew Garfield), ideas medio inspiradas, o quizá robadas por allá, a un grupo grupito de aristócratas americanos de Harvard, comandados por los gemelos Winklevoss (ambos actuados por Armie Hammer), y ya nada detiene el tsunami del facebook.

Posteriormente, atacado a dos flancos, Zuckerberg se defiende del mejor examigo, Savarin, y de los caballerescos gemelos. El relato se organiza bajo el clásico esquema de cine de juicio (trial film) con un desarrollo paralelo de los antecedentes; Fincher innova la técnica de lo que sería un típico flashback creando una simultaneidad entre pasado y presente, como si el internauta pudiera saltar de un punto a otro de la historia; también, en el mundo de las grandes corporaciones los debates entre abogados, acusados y testigos, se juegan a lo largo de elegantes mesas de negocios; el material de las pruebas de cargo consiste en mensajes de celulares, correo de internet, pura arqueología cibernética.

La atmósfera del dulce olor del éxito se muestra hostil a sentimientos auténticos; entre fama y aduladores, amistad y amor escapan del entorno del nuevo multimillonario; David Fincher evita deliberadamente el sentimentalismo, apenas mantiene a Severin, el personaje menos antipático, como conciencia moral del impenetrable Mark. El ciudadano Kane, una de las películas favoritas del director, es claramente el modelo para el protagonista, la soledad del rey Midas; nada más que a diferencia de Kane, Mark Zuckerberg no tiene nada que recuperar, sólo ser aceptado y querido, por lo mismo se juega todo, incluso el alma, cosa que el Mefistófeles Sean Parker (Justin Timberlake), cofundador de Napster, entiende.  

 

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