Castigan a "Amor en fin"

jueves, 4 de febrero de 2010 · 01:00
MÉXICO, D.F., 4 de febrero (Proceso).- A partir del desengaño que sufrió la ciudadanía en las elecciones de 2006, Salvador Aguirre realizó la película Amor en fin inspirada en el filme Un día especial, de Ettore Scola. En entrevista, el cineasta denuncia que su cinta ha sido relegada por los exhibidores en una acción que muestra indicios de censura. Y explica que la calidad artística no tiene por qué sujetarse a los criterios del comercialismo. Muy enojado por la mala exhibición de su película Amor en fin, Salvador Aguirre envía un mensaje a los dueños de las salas comerciales: “¡Son unos desvergonzados!, y no soy el único realizador mexicano que dice eso, porque les sucede a todos lo mismo. La cultura no se puede juzgar nada más con valores del libre mercado. “Los exhibidores tienen una gran responsabilidad si le podemos llamar industria del cine mexicano, y vamos a exigírsela.” Aguirre, quien obtuvo el Riel de Oro en el 55 Festival Internacional de Cine de Cannes con el corto De Mesmer con amor o té para dos (2000), mezcla en Amor en fin (la cual se estrenó en las salas comerciales con 40 copias el pasado 22 de enero) tres historias de amor de tres clases sociales con la crítica a los partidos políticos que participaron en las elecciones presidenciales de 2006; incluso, externa la duda sobre el triunfo del candidato del Partido Acción Nacional (PAN). Su molestia crece aún más al recordar que no colocaron su largometraje en el Centro de la Ciudad de México, la Condesa y la Roma: “¿Tú crees que en la Condesa no se vea cine mexicano? Casi todos los cineastas vivimos aquí. Me dice la distribuidora Corazón Films que a los exhibidores no les gustó Amor en fin. Sólo me han dado pretextos. Las distribuidoras son las responsables, ahora sí, de ver por la distribución de nuestras cintas. Se me hace penosa esta situación. No pedíamos que nos dieran 10 cines en esta zona, sino uno. Sobre todo si es estreno.” Subraya que hay reglas, leyes que protegen la exhibición de las películas mexicanas, por lo cual “es una lástima que no se respeten”. Sube el tono de su voz: “El patrimonio artístico y cultural de un país, como son las películas que produce el Estado mexicano, no puede estar condicionado por el libre mercado, porque entonces filmes como Avatar, de James Cameron, nos van a pegar siempre.” También realizador de la película De ida y vuelta (2000), exige a la comunidad cinematográfica un movimiento más grande para que incite a la reflexión, “y haga que el Estado mexicano defienda de una manera más firme su patrimonio cultural”. Va más allá: “Es muy grave lo que está pasando con el cine mexicano. Hemos logrado, con mucho esfuerzo y una tremenda lucha de mucha gente, producir más largometrajes cada año, pero no llegamos a ningún lugar si no los exhibimos, y el Estado está perdiendo más dinero.” –Otros cineastas dicen que la censura ahora está en la exhibición y no en Gobernación. –Es cierto. Parece que la misión de los de arriba es: “Dejemos a los realizadores que se gasten el dinero del Estado y del pueblo de México, luego los tronamos y que no los vea nadie”. –¿Cree que influyó en los exhibidores que usted critique en Amor en fin a los partidos políticos? –Lo he pensado, pero no tengo pruebas, y por ello no puedo realizar una imputación, pero creo que contribuye. No es una película muy cómoda para el régimen.   Un engaño   El eslogan de Amor en fin es: “Hay elecciones que no cambian nada”, por lo que a Aguirre se le interpela si se refiere a la parte política o moral. –A las dos. No sé quién piensa que las elecciones de 2006 sirvieron para cambiar algo. Fue peor. Ya sabemos qué pasó con el presidente del empleo. Quería hacer una cinta donde no hubiera ni grandes derrotados ni grandes vencedores y el orden cósmico de los personajes se conservara. Aparentemente no pasa nada, pero por dentro se están agarrando hasta con el molcajete. “La idea era filmar una historia sobre las clases sociales, la tragedia más grande que tiene este país, bueno, toda América Latina. La sociedad está dividida salvajemente en clases sociales, donde los abismos son muy difíciles de brincar. Si naces en la clase baja, lo más probable es que te mueras en la clase baja. La clase media tiene miedo a caer en la clase baja porque realmente hay posibilidades de ascender. Y la clase alta está asustada de que le vayan a quitar los privilegios que tiene. “Todos convivimos en la misma ciudad, pero no coexistimos, los pobres no son amigos de los ricos y la clase media vive encerrada, aterrorizada, atrás de sus barrotes, temiendo perder la fantasía de lo que cree tener, porque tiene las cosas que no le alcanza para pagar, por ejemplo, sus dos camionetas en las que casi invierte todo su capital, y en la calle aparenta una cosa que no es. Vive en el mundo de las apariencias.” Su intención con Amor en fin es mostrar “una rebanada de pastel” de la sociedad mexicana de principios del siglo XXI. –Aunque se centró más en la llamada alta sociedad, ¿no? –Nunca traté de generalizar. De que todos los ricos son sexo, drogas y rock and roll, ni que todos los pobres venden droga. Escogí a esos personajes porque son los que me permitían hacer más el contraste, de eso se trata, y pequeños relatos de amor y sobre el futuro. De cómo manejamos la sexualidad, porque somos una sociedad con una doble moral al respecto. Podemos ser muy abiertos y liberales en otras muchas cosas, pero en la sexualidad nos viene muy bien el siglo XIX. La trama se ubica en un fin de semana antes de las elecciones de 2006. Aparecen las calles tapizadas de la publicidad de los partidos. Rememora que Amor en fin la comenzó a escribir en 2003 y se dio cuenta de que hablaba de un país dividido en clases sociales en donde todo mundo sacaba las uñas para defender lo que tiene, “y me di cuenta de que las elecciones eran el contexto ideal”. –¿Se le complicó contextualizar la trama en las elecciones de 2006? –Fue el aporte de uno de mis colaboradores. Un día nos tomamos un tequila y vimos que era buena esa idea. Y no trata de las elecciones de 2006, sino de las pequeñas historias de amor, pero el contexto de las falsas elecciones de 2006 era perfecta para hacer más mordaz la película. –Pero, ¿que lo impulsó a mostrar las elecciones de 2006? –La gran decepción de lo que fueron las elecciones de 2006. Darme cuenta de la farsa de la cual nos hicieron ser público y testigos los grandes partidos políticos. En realidad, lo que menos importaba eran las opiniones de los ciudadanos. Los partidos estaban dividiéndose sus privilegios. Todos esos hampones, esa es la palabra, ponían su mejor cara para que votáramos por ellos cuando en realidad nada más nos querían engañar, los azules, los amarillos o los tricolores. “Todo me lo brindaron en bandeja de plata para incorporarlo a este análisis social que es el trasfondo de Amor en fin.” Destaca que el largometraje Una giornata particolare (Un día especial), del italiano Ettore Scola, generó la idea de Amor en fin: “La cinta con Sophia Loren y Marcello Mastroianni es realista, habla sobre las personas olvidadas por la sociedad y sucede en un día histórico, el día que Adolfo Hitler llega a Roma. Toda la unidad habitacional se va al desfile que le ofrecen. Sólo se quedan una ama de casa, Lorena, quien tuvo 15 hijos, y el marido no la vuelve a pelar, y un homosexual, Mastroianni. Éste último se queda aterrado, refugiado, porque en realidad la policía manda por él para darle chicharrón. Me di cuenta de que al suceder la cinta en un marco histórico importante, era muy benéfico.” Aguirre, nacido en la Ciudad de México el 28 de enero de 1965 y egresado del Centro de Capacitación Cinematográfica, empezó solo a escribir el guión y luego se sumaron Carmen Galán Benítez y Ángel Montiel. En el reparto de Amor en fin destacan Adriana Barraza, Juan Carlos Barreto, Daniel Giménez Cacho, Pascasio López, Lilia Mendoza y Paola Núñez.   Análisis social   A la actriz Lilia Mendoza le gusta Amor en fin por mostrar un país con muchísimos matices: “Todo va de la mano: la cuestión social, política, religiosa, en fin. Para cada uno de los personajes es importante cómo tomar una decisión en el contexto de lo que está viviendo. No es lo mismo una chica de 17 años de la clase baja que enfrenta de manera familiar la cuestión guerrillera de su vida, la política y lo social, que una chica de 25 o 30 años que anhela vivir en Miami, aun dentro del mismo momento político. Es completamente distinta la forma de ver la vida y percibirla. “Amor en fin presenta las posibilidades de ver la vida y todo lo que el país tiene.” El actor Pascasio López resalta que es un filme para generar reflexión y debate: “Quisimos hacer un largometraje que no se olvide a los dos días de haberlo visto, como pasa con las películas estadunidenses. Aquí, aunque no le guste la película a la gente, provoca respuesta.” Aguirre coincide con López porque quiso que Amor en fin fuera controversial. –Pero no hay respuestas, ¿por qué? –se le cuestiona al director. –Los cineastas no tenemos que ofrecer las alternativas. Tenemos que generar las preguntas, no ofrecer las respuestas. Es la sociedad la que tiene que dar las respuestas. Nosotros nada más contribuimos si generamos polémica, si generamos preguntas. Intervienen enseguida los actores: “Sin embargo, hay esperanza. Esa es una aportación. En la película los jóvenes quieren otras cosas distintas. “Uno de los personajes, la chica llamada Yolanda, dice que todos estamos jodidos, pero hay que hacer algo.” Rematan: “Si vemos que no hay alternativas en México, no hay que conformarse. Nadie te va a resolver la vida, ni el país. Entonces hay que luchar.”

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