Genio y reconfiguración
A raíz de la conmemoración del primer centenario del compositor Blas Galindo Dimas (1910-1993), este colaborador de Proceso solicitó una entrevista al primogénito del maestro quien, generosamente, abrió las puertas de su oficina en el Centro Nacional de Investigación, Documentación e Información de Artes Plásticas (Cenidiap) del INBAL, que él dirige. Con temperamento afable y un buen humor contagioso, Carlos Blas Galindo (1955-) no esconde el regocijo que le produce hablar de su padre. Lo recuerda con desenfado, irrumpiendo la admiración filial en cada recodo de la charla.
SM: Usted creció al lado de uno de los músicos mexicanos que mayor reconocimiento ha tenido en vida y eso habla de una predestinación afortunada. Sin embargo, la sombra paterna puede volver flaquezas los méritos propios. ¿Llevar el mismo apellido de un hombre saturado de homenajes lo ayudó a encontrar su camino?
CBG: Sí, o por lo menos no me lo bloqueó. En realidad tuve la enorme fortuna de crecer en un ambiente en que era normal conversar con personajes de la talla de Agustín Yáñez, Rodolfo Usigli, Fernando Gamboa, Siqueiros o el Dr. Atl. Escuchando esas conversaciones entendí que, como mínimo, tenía que ponerme a leer. Aunque es cierto que cuando entré a trabajar al Instituto Nacional de Bellas Artes, después de concluir la licenciatura en artes visuales en la UNAM, no faltó quien me espetara: “Claro, tú estás trabajando en el INBA porque tu padre fue uno de sus fundadores”. Tampoco niego que cuando empecé a escribir me firmaba Carlos Blas, cosa que se volvió un desastre. Reinstalarse el apellido no es nada fácil.
–En las biografías de su progenitor se dice que cantó de niño en un coro, y que antes de emigrar al Distrito Federal de su nativo Jalisco organizó una banda en la que tocó el clarinete. Se asienta también que su admisión en el Conservatorio Nacional acaeció a una edad inusual, es decir, a los 21 años. Es interesante preguntarle: ¿Qué tuvo mayor influencia en la personalidad musical de Galindo, la tardía vida académica o la formación en un medio rural rico de ensoñaciones?
–Bueno, debo precisar algunas cosas para poner en contexto mi respuesta. Al dejar San Gabriel, mi padre ya era un músico experimentado y, de hecho, no vino a la capital para estudiar música, sino derecho. Tenía nociones del latín y era capaz de improvisar las misas en el órgano. El solfeo y la armonía habían sido parte de su instrucción, sin embargo a mí me parece que cuando le hacen el examen de admisión en el Conservatorio, se vislumbró algo más que su talento para la música. Su tipo físico embonaba perfectamente con esa teoría nacionalista construida por criollos y mestizos que requería de un indio puro que pudiera componer música de concierto para verificarse. Carlos Chávez (1899-1978), a la sazón director del Conservatorio, evaluó las potencialidades del caso, acogiéndolo en el seno de la institución, incluso sin acta de nacimiento o cualquier otro documento probatorio.
–Entiendo que se daba por descontado que el “indio Galindo” tuviera aptitudes sobresalientes para la carrera musical. Sobre su sangre indígena, se menciona el origen wixárika mal llamado huichol…
–Eso es un invento creado, precisamente, para apuntalar la idea preconcebida. Mi abuela paterna tenía rasgos negroides; era más bien mulata y mi abuelo era un mestizo típico. Tampoco el pueblo de San Gabriel tuvo una población indígena originaria, al contrario, es una localidad formada por arrieros en el siglo XIX.
–A punto de concluir la educación “formal” su padre obtuvo una fabulosa beca para estudiar en el Berkshire Music Center de Massachusetts, Estados Unidos, con el famoso Aaron Copland (1900-1990). Ahí se codeó con las jóvenes luminarias que, en breve, inundarían las salas de concierto del planeta; Leonard Bernstein y Paul Hindemith, entre ellas. Cabe preguntarse si esa decisión encuadró con la estratagema planeada.
–Creo que no hay duda, era fundamental que un representante genuino del nacionalismo mexicano pisara las grandes ligas. No era lo mismo jugar “tochito” en el patio de la escuela que tener acceso al Super Bowl.
–Hablemos de su obra. Un corpus musical de casi 200 composiciones, en el que hay 3 sinfonías, ballets, conciertos, sonatas y una extensa producción de obras corales. ¿Qué porcentaje de todo ese acervo permanece aún inédito?
–Inédito como tal, muy poco, pues Rodolfo Halffter (1900-1987) convenció a Chávez para fundar las Ediciones Mexicanas de Música que debían encargarse de la labor editorial inherente a la producción de los nuevos compositores, entre ellos, naturalmente, mi padre. Sin embargo, me parece grave que todavía subsistan obras suyas hechas por encargo de dependencias oficiales que nunca se han tocado.
–Es curioso que Chávez, como cofundador de las Ediciones Mexicanas de Música, haya preferido que su obra se publicara íntegra en la Unión Americana. ¿Quién podría negar que el suyo haya sido un nacionalismo acomodaticio, susceptible de mercadeo?
–Prefiero no pronunciarme, pero, en honor a la verdad, debo decir que Chávez fue tajante; decretó quién sí era compositor y quién no merecía serlo. Instruyó con maestría a sus pupilos en el arte de “grillar” y en el ejercicio efectivo del poder.
–Condiscípulos distinguidos de su padre fueron José Pablo Moncayo (1912-1958), Salvador Contreras (1910-1982) y Daniel Ayala (1908-1975), con quienes se conformó el Grupo de los Cuatro, cofradía cuya finalidad fue la de apoyarse mutuamente y buscar la difusión de su obra. A la luz de las evidencias, podemos decir que sus afanes resultaron infructuosos y que el Estado claudicó en su obligación de tutelarlos pues, ¿quién escucha hoy algo de la obra de Contreras o Ayala? En el caso de Moncayo, ¿se conoce algo más que no sea su Huapango?
–Acaso su Tierra de temporal y párale de contar. Digamos que en esta negociación del poder cultural en turno con el proyecto a largo plazo de país, se derraman lágrimas ardientes. No están todos los que son, o parangonándolo con la pintura: Los tres grandes fueron dos…
–A juzgar por sus títulos, Galindo tuvo una fuerte inclinación literaria. Compuso una Cantata a la patria que glosa sobre el poema de López Velarde La suave patria, un Homenaje a Cervantes,1 otro a Rubén Darío y uno más a Juan Rulfo, todas ellos en relativo abandono. Se tocan con cierta regularidad las composiciones sobre poemas de Pablo Neruda.2 ¿Cómo fue la relación de su padre con el poeta chileno?
–No tuvieron una colaboración directa, pero sí hubo diálogo entre ambos, escaso pero diálogo al fin. Cuando se publique el epistolario, se tendrá mayor información al respecto. Con quien sí hubo una franca amistad fue con Alejo Carpentier. Lo trató en Venezuela en el momento del exilio del cubano. Existe una elegía muy hermosa que Carpentier escribiera después de enterarse por una noticia falsa de que mi padre había perecido en un avionazo. Concluye diciendo que había caído uno de los mejores compositores de México, artista ejemplar y maestro de juventudes.
–Con respecto a las celebraciones del centenario del natalicio de Galindo, ha habido un desinterés manifiesto de parte de los sectores culturales del país. En San Gabriel prácticamente no se hizo nada. ¿Hay algún proyecto para que, al menos en este año, su obra para voz, coro y orquesta A la Independencia de México se ejecute?
–No, que yo sepa.
–A manera de coda: ¿Se acerca usted a la música de su padre con frecuencia? ¿Encuentra en ella solaz a sus congojas o prefiere consumir otro tipo de músicas?
–Soy un gran melómano y me acerco a la música de concierto con el respeto que merece. Nunca la escucho como un rumor de fondo mientras se hace otra cosa. Me gustaría, no obstante, tener la capacidad que poseía mi padre para traducir en la cabeza los signos musicales. Cuando leía en silencio las partituras, explosiones de sonido lo atravesaban, configuraciones de lo invisible reforzaban su humanidad. l
1 Se sugiere la audición del mismo. Para escucharlo por la red pulse la liga correspondiente en www.proceso.com.mx
2 Se recomienda escuchar la canción Me gustas cuando callas, también disponible en el sitio anterior