El mar muerto, filme del extravío social

domingo, 11 de abril de 2010 · 01:00

MÉXICO, D.F., 11 de abril (Proceso).- Guionista de La mujer de Benjamín y La vida conyugal, dirigidas por su socio Carlos Carrera, el cineasta oaxaqueño Ignacio Ortiz Cruz retrata en la película El mar muerto el desamparo de la sociedad mexicana contemporánea. Pese al fuerte contenido temático, este largometraje minimalista de ficción fue ubicado por su creador “más en el género de la comedia” durante el reciente Festival Internacional de Cine de Guadalajara.

Con la cinta El mar muerto, Ignacio Ortiz Cruz deja el tema rural e incursiona en el tópico urbano para mostrar una sociedad sin esperanza, y a la Iglesia y al Estado débiles.

Ortiz Cruz tardó tres años en crear el largometraje (protagonizado por Mario Almada, Joaquín Cosío, Sergio de Bustamante y Aída López), cuya historia urbana es lineal, cuando sus anteriores películas La orilla de la tierra, Cuento de hadas para dormir cocodrilos y Mezcal fueron totalmente rurales y con cambios de tiempo:

“Me interesa mucho la trama urbana. Me hacía falta rescatar a personajes perdidos que le dan trasfondo a una ciudad. Además, dada la situación del país, quería reflejar el desencanto de la gente en general. Creo que El mar muerto es una metáfora de un Estado frágil y de una Iglesia endeble, perdida.”

Tales fueron las ideas para poder abordar este proyecto.

“A partir de ello, fueron surgiendo historias y personajes tratando de ejecutar de la manera más simple, más minimalista, una trama para poder filmarla con un presupuesto reducido, porque rodar en la Ciudad de México es muy difícil.

“Entonces, buscando paisajes urbanos que por sí mismos transmitían esa idea original que se me había ocurrido, y conjuntando personajes, fui desarrollando el guión. El nombre de ‘mar muerto’ es por el lugar donde empieza la trama, que es un brazo de mar ubicado en Oaxaca y que así se llama.”

 

Iglesia en crisis

 

El relato de El mar muerto se ubica en la Ciudad de México, donde ocurre un apagón.

En la oscuridad, algunos personajes (dos prostitutas, un oaxaqueño, un sacerdote, un narcotraficante y una mesera) son abandonados por Dios (o la conciencia) por lo que cometen un acto de transgresión. Al volver la luz, los personajes se hacen conscientes de su acto transgresor, por lo que deben expiar su pecado.

–¿Cómo se le ocurrió presentar a la Iglesia acabada, en crisis?

–Al ver un poco sobre por qué son tan fundamentales personajes como León Tolstoi, Fiódor Dostoyevski y Antón Chéjov. Los tres son rusos y fueron importantes para la creación de un punto de vista del siglo XX. Tiene que ver con la Iglesia ortodoxa y el cristianismo. Esos hombres sí que lograron entender cómo se impuso la Iglesia como institución en el continente americano. Muchos de los textos que dice el cura, quien es interpretado por Sergio de Bustamante, son de Tolstoi.

–¿Por qué otra vez utiliza un lenguaje minimalista?

–Me gustaría llegar al minimalismo absoluto; despojarme de la escenografía, de todo el aparato que puede rodear la creación de un foro, etcétera. Me inclino por llegar algún día a la acción pura y a la emoción pura de los personajes.

En El mar muerto el sacerdote rechaza el dinero de un joven narcotraficante como limosna, y tiempo después le tiran en su iglesia la cabeza del delincuente.

Ignacio Ortiz Cruz, quien escribió los guiones de La mujer de Benjamín, La vida conyugal y Sin remitente para Carlos Carrera, incluye en El mar muerto la violencia del narco sin dificultad, “porque es una cotidianidad que estamos viviendo hoy día en nuestro país”.

El cineasta nació en Ranchería Refugio de Morelos, Oaxaca, el 3 de julio de 1957. Estudió dirección en el Centro de Capacitación Cinematográfica y fundó, junto con Carrera y Javier Patrón Fox, la productora Malayerba.

A decir de Ortiz Cruz, “todos los seres humanos nos perdemos, sobre todo cuando no existen dos parámetros importantes: en este caso, un Estado que provea de luz a la sociedad, y un sustento espiritual con la religión. No me refiero al catolicismo, sino a lo religioso del alma”.

Aclara:

“Si estás entre dos oscuridades o en ausencia de dos faros fundamentales, te vas a perder. Y eso es lo que está ocurriéndole o le puede ocurrir a una sociedad como la nuestra.”

Aborda en la cinta un gran sentimiento de desesperanza y de miedo, “y quise transmitir eso al espectador”.

–¿Qué tan complicado fue utilizar un lenguaje minimalista?

–Es tan difícil como tratar de transmitir cualquier otra idea u otro sentimiento, otro estado de ánimo, porque hay que estructurar la historia,  hay que estructurar la puesta en escena, hay que estructurar la puesta en cámara para que vaya ocurriendo eso que uno quiere.

“Ya no hay rompimientos de tiempo como en mis otras películas, es una cinta lineal porque me interesa mucho comunicarme con el espectador. No deseo crear malabarismo de tiempos y decir: ‘vean qué hábil soy, que puedo jugar con el tiempo’, no, porque eso no sirve para lo que yo necesitaba.”

–El tema de la Iglesia es fuerte, ¿no?

–No creo. No irritará a nadie, en absoluto. Es bastante inocente. Si eso ocurriera entonces realmente estamos perdidos. Cortemos el país y empujémoslo a ver dónde.

–¿Por qué mostrar a la sociedad perdida una vez más con prostitutas?

–Porque son personajes muy cinematográficos. No es por ninguna otra cuestión, pudieron haber sido cocineras que iban de la mano a su casa. Las prostitutas son personajes de la noche y es justificable que salgan en la noche y es justificado que tengan una relación tan momentánea con alguien.

–Como en sus otros largometrajes, vuelve a mostrar la muerte, ahora para escapar de una vida perdida…

–Más que la muerte, me enfoco a los muertos desde una estructura dramática. Están para poder hilvanar un capítulo siguiente porque el personaje ya dejó de existir, ya no tiene sentido.

 

Gobierno sin asideras

 

En El mar muerto se aprecia a dos policías que nunca se bajan de su patrulla por tener miedo:

“Nos preguntamos ahora, ¿qué hace la policía? Todo mundo la critica, pero pobres señores, salen a ganarse un salario raquítico y son tan seres humanos como cualquier otro. El problema es el Estado como concepto humano. Supuestamente el Estado es la manifestación más pura de la inteligencia del ser humano, de la razón. La religión y el arte son la manifestación de la pasión; pero esas luces están apagadas.

–Según su visión, ¿por qué hemos llegado a esta situación del Estado?

–Decirte: “Tiene la culpa el gobierno”, es muy simplista, o decir que “tenemos la culpa todos” también es muy simplista. El asunto es de pensamiento: qué idea de sociedad queremos, hacia dónde va ese ente llamado sociedad que, supuestamente, debe ir a algo mejor. En la reflexión sobre la idea de sociedad es donde estamos perdidos. No olvidemos que se van a celebrar 200 años (de Independencia nacional)... Es una sociedad muy joven y no terminamos de aceptar todavía la idea de mestizaje.

“Televisa, la religión y Coca Cola han hecho que todos los pueblos piensen de una manera no similar, pero sí unificadamente.”

Al actual gobierno lo ve totalmente sin rumbo:

“No tiene de dónde agarrarse. Sus agarraderas son el pensamiento, y ¿dónde está ese pensamiento?, ¿donde está esa relación con lo espiritual? No me refiero a la Iglesia, sino a la aspiración, y luego el amor al pueblo, no lo digo en el amor lastimoso; lo digo en sacrificar, de que están en aras del bienestar de alguien que es el pueblo.

 

Mar de abandono

 

La actriz Aída López, quien interpreta a una prostituta llamada María, opina que en El mar muerto se habla del abandono de todo:

“De cualquier creencia, presencia y luz exterior e interior.”

Recalca que Ignacio Ortiz Cruz presenta a los seres humanos completamente abandonados, “tratando de vivir la vida como se puede, ni siquiera como Dios da a entender porque Dios se disculpa por no estar”.

Le gusta cómo se incluye a la Iglesia:

“Quizá lo que el director, quien se refiere a los seres humanos, quiere decir es que los sacerdotes o una figura preponderante de cualquier religión, finalmente son seres humanos que han tratado de buscar la respuesta en algún lugar para exceder al toque de la divinidad; el asunto es que en esta película la divinidad no existe, entonces son seres completamente de carne y hueso desolados, desesperanzados, desilusionados.”

La actriz indica que el realizador se enfoca mucho en el temor de todos los seres humanos:

“Todos tenemos miedo de estar solos, de amar y ser amados, de no ser aceptados y de no efectuar bien tu trabajo y perderlo; pero a mi personaje no lo mueve el miedo, es el amor. Cuando se le va la luz interior que es su hermana, la vida ya no tiene sentido, y sin miedo, se quita la vida.

“Nacho ofrece metáforas interesantísimas que caen en el subconsciente de todos nosotros. Es por ello que las historias e imágenes de este director son difíciles de digerir tan rápidamente, porque caen en el subconsciente “para que allí sean digeridas y posteriormente sublimadas.

No es una película que te haga llorar y llegues a la catarsis rápidamente; cuando lloras llegas a una catarsis, a una liberación, y se acabó.”

Finalmente, para Aída López la cuestión en el filme es que “te deja atorado, como el pan que se come uno de los personajes y se le queda atorado en la garganta, sin saber bien si se le va a pasar con un trago de café”.

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