"El imaginario del doctor Parnassus"

viernes, 23 de abril de 2010 · 01:00

MÉXICO, D.F., 23 de abril.- El imaginario ha sido desde siempre el tema principal en el cine de Terry Gilliam, célebre miembro del grupo Monty Pyton; en un ensayo que acompaña el DVD de una de sus películas en la colección de Criterion, el profesor Jack Matthews afirma que Bandidos del tiempo (1981), Brasil (1985) y Las aventuras del barón Munchausen (1988) forman la Trilogía de la Imaginación asociada a las tres edades del hombre, respectivamente: infancia, madurez y vejez.

La tentación fáustica de un monje budista de vivir eternamente contando historias de El imaginario del doctor Parnassus (The Imaginarium of Doctor Parnassus, Gran Bretaña-Francia-Canadá, 2009), resume la aspiración misma del ahora septuagenario Terry Gilliam; al igual que el Doctor Parnassus (Christopher Plummer), que recorre Londres con su carreta proteiforme donde caben todas las fantasías, Gilliam acomete la empresa de proponer visiones insospechadas, actos de magia, paisajes a lo Tex Avery, Dante o extraídos del gabinete del doctor Caligary, percibidos según la capacidad para imaginar de cada espectador.

Si cine es un medio colectivo, la imaginación es un acto individual; los personajes de Gilliam siempre encuentran una puerta por donde filtrarse a otras dimensiones a la medida de su propia fantasía. Una idea genial en El imaginario del doctor Parnassus es la traducción de imaginación a espacio; el diseño del furgón del mago milenario, casa, teatro, circo, espejo mágico, y todo a la vez, se inspira en los teatros en miniatura de Benjamin Pollock, un artista del siglo XIX dedicado a hacer litografías de carteles teatrales y escenarios que fascinaban a chicos y grandes. Personaje, este Pollock, clave para visualizar el imaginario de la era Victoriana.

A diferencia de otros realizadores barrocos y multirreferenciales, Terry Gilliam no se conforma con acumular alusiones a pintores, escritores o cineastas (incluyéndose a sí mismo); sus películas incorporan ese material a la sustancia de la imagen. De esta manera, el ambiente surrealista del Londres actual que logran los directores de arte emana del armatoste mágico del doctor Parnassus.

Tarot, círculos mágicos, serpientes, demonios, toda una iconografía extraída sobre todo de la Edad Media, se condensa en el circo ambulante donde el demiurgo vive con su hija Valentina (Lily Cole), joven de 16 años codiciada por el diablo (Tom Waits), un enano (Verner Troyer), además de Anton (Andrew Garfield), un mercurial asistente que anuncia los actos del gran mago. El gran tesoro es el espejo mágico que se abre al imaginario, cita obvia a Lewis Carroll, con la diferencia de que el mundo al que accede Alicia se sostiene por sus propias leyes (la Lolita de Carroll tiene que entenderlas), mientras el mundo al que accede cada visitante del doctor Parnassus, en cambio, depende de su propia imaginación.

El imaginario del doctor Parnassus se haya más cerca de La tempestad que de Alicia en el país de las maravillas; el doctor Parnassus vive preocupado de la suerte que le espera a su hija adolescente en un mundo dominado por el mal, Anton equivale al espíritu esclavizado del Ariel de la obra de Shakespeare, Calibán sería Tony (interpretado por tres actores debido a la muerte inesperada de Heath Ledger). La diferencia es que aquí, a diferencia de Próspero, que renuncia a la magia, el desobediente doctor Gilliam se instala para siempre en ella.

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